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Un aniversario más del ataque terrorista a las Torres Gemelas

Sin querer generalizar, lo siniestro en este horrendo episodio es el satánico nivel de intolerancia de muchos dirigentes y grupos políticos musulmanes radicalizados contra todo aquello que, a su juicio, opone su marcha al dominio mundial, a someter a la humanidad a sus creencias, su ideología y objetivos, al costo en sufrimiento y destrucción que sea, como se demostró con el asesinato de periodistas de la publicación humorística francesa Charlie Hebdo y el ataque al escritor y poeta Salman Rushdie hace menos de tres semanas.

Por El Diario de Hoy |

El infame ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono, sumado al intento fallido para destruir la Casa Blanca, en muchos sentidos cambiaron el curso de la historia, endureciendo procedimientos para mover capitales, combatir mafias de la droga y del crimen, el entramado de las relaciones entre países.


El ataque fue planificado por una rama de AlQaeda, dirigida por Osama Bin Laden, el enloquecido cabecilla de la organización terrorista eliminado muchos años después por Estados Unidos.


El terrorista que ideó, planificó y puso en marcha la agresión contra Estados Unidos, Ayman al-Zawahiri, fue fulminado en un corredor de su casa en Afganistán, donde la inteligencia militar estadounidense lo localizó después de años de seguir sus pistas.


El arma empleada para abatir a Zawahiri fue un dron que lo despachó a los infiernos de un solo golpe.
Los perpetradores directos del ataque del 11 de Septiembre de 2001 fueron principalmente musulmanes que residían en Alemania entrenados para tomar control de los vuelos, todos de larga distancia, para asegurarse de que iban cargados de combustible para estallar con el impacto.


Para entonces, pasar los controles de un aeropuerto para abordar un avión era un procedimiento menos riguroso que los de ahora, lo que permitió a los atacantes —cuyo cabecilla era un individuo de rostro siniestro llamado Mohamed Atta— introducir cuchillos, con los cuales atacaron luego a los pilotos para tomar control de las aeronaves.

Las Torres Gemelas, situadas en la zona de Wall Street, eran un símbolo de la ciudad, majestuosas edificaciones casi en la punta de Manhattan que podían verse desde muy lejos, ya que en su entorno no había similares rascacielos. Destruirlas servía un infernal propósito…


El impacto de los dos aviones fue varios pisos abajo de la cúspide del edificio; la gasolina casi de inmediato derritió la estructura, provocando que uno tras otro los pisos cayeran y con el creciente peso todo el conjunto se fue al suelo, matando no solo a los ocupantes sino a un sinnúmero de policías y bomberos que se apersonaron de inmediato al lugar para ayudar en los rescates.

Ante la perspectiva de morir achicharrados, como si se tratara de herejes víctimas de la “santa” inquisición en los años del oscurantismo eclesiástico, muchos se lanzaron al vacío…


Una sobreviviente contó la muy triste experiencia que tuvo cuando bajaba en una escalera con una compañera suya de trabajo, pero al llegar a un lugar donde el paso estaba casi cerrado por un derrumbe, la amiga, de abundante sobre peso, no logró avanzar…

Los pasajeros del avión secuestrado que volaba hacia la Casa Blanca oyeron por la radio del ataque a las Torres Gemelas y reaccionaron intentando neutralizar a los terroristas, lo que hizo que la aeronave se estrellara en Pensilvania…


La naturaleza de Dios no puede ser el terror, el odio, la persecución, la intolerancia…

Sin querer generalizar, lo siniestro en este horrendo episodio es el satánico nivel de intolerancia de muchos dirigentes y grupos políticos musulmanes radicalizados contra todo aquello que, a su juicio, opone su marcha al dominio mundial, a someter a la humanidad a sus creencias, su ideología y objetivos, al costo en sufrimiento y destrucción que sea, como se demostró con el asesinato de periodistas de la publicación humorística francesa Charlie Hebdo y el ataque al escritor y poeta Salman Rushdie hace menos de tres semanas.


No hay un Dios para musulmanes, otro para budistas y otro para cristianos. El universo se rige por racionalidad, amor a todo lo creado, ternura y compasión…

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