Ha sido grande la conmoción que ha provocado el ataque a cuatro estadounidenses en la ciudad mexicana de Matamoros. Al menos dos del grupo, conformado por una mujer y tres hombres, podrán relatar la pesadilla en que se convirtió un viaje con el fin aparente de acudir a una clínica para un procedimiento cosmético en el país vecino. Las circunstancias del suceso aún no han sido aclaradas. Según las autoridades, dos de los hombres, Shaeed Woodward y Zindell Brown, murieron acribillados a plena luz del día por un cartel de los varios que controlan en la zona el narcotráfico y otras actividades del crimen organizado.
Los dos supervivientes, Latavia Washington McGee y Eric Williams, ahora se reponen del trauma y las secuelas físicas en un hospital en Texas, después de haber sido rescatados en una operación conjunta entre los gobiernos de Estados Unidos y México. La información que provean será fundamental para unir las piezas de un rompecabezas que desde el principio corría el peligro de torcerse. Aventurarse a conducir desde Carolina del Sur a una de las ciudades más peligrosas de México tenía todos los ingredientes de un desenlace fatal, algo que, según familiares de las víctimas, temían algunos de ellos antes de embarcarse en el periplo.
A raíz de esta noticia resurge una cuestión: ¿por qué tantos cruzan la frontera para salir del Primer Mundo en busca de atención médica? En el ranking mundial, en México se encuentran las cinco ciudades más violentas del mundo. Y el gobierno de Estados Unidos alerta a sus ciudadanos de los países donde pueden tropezarse con situaciones de violencia y conflictos armados. Sin embargo, son miles los estadounidenses que viajan al extranjero porque no pueden costearse en el suyo trabajos dentales, medicamentos, tratamientos contra el cáncer o procedimientos cosméticos como aumento de senos, liposucciones o abdominoplastia.
A causa de los altos costos médicos en Estados Unidos, donde no hay un sistema de sanidad pública universal, son muchos, sobre todo personas de la tercera edad, los que cruzan la frontera (tanto a México como a Canadá) en busca de una atención que no sea a precios estratosféricos. Un artículo de Associated Press cita a un experto. Según Arturo Bustamente, antes del estallido de la pandemia viajaban a México anualmente unas 400,000 personas por asuntos médicos. Los procedimientos cosméticos no entran en la categoría de atenciones médicas necesarias, pero su mercado es infinito y está muy enfocado a mujeres con escasos recursos económicos, ofreciendo todo tipo de tratamientos a precios muy competitivos. Según el trabajo de AP, una abdominoplastia en Carolina del Sur puede llegar a costar $9,000 y en Matamoros las hacen por la mitad.
En Estados Unidos, una mujer con ingresos sustanciales podrá acudir a las clínicas más reputadas y hasta hacerse las cirugías en hospitales con unidades de cuidados intensivos en caso de que algo falle en el quirófano. Pero abundan los anuncios en redes sociales que son engañosos cantos de sirena, dirigidos a quienes también aspiran a hacerse mejoras estéticas pero no cuentan con la economía necesaria que garantice el mejor cuidado posible.
A pesar de las inquietantes informaciones que aparecen sobre el turismo “cosmético”, muchas mujeres también viajan a República Dominicana y Colombia para someterse a procedimientos que no podrían practicarse en Estados Unidos porque no cumplen con las normas regladas, tal y como ha ocurrido con el aumento de glúteos usando técnicas que a medio plazo son perniciosas para la salud.
Pero no sólo se corren riesgos en países que por menos dinero juegan con la vida de las pacientes. El Sur de la Florida, en Estados Unidos, se ha convertido en un paraíso de clínicas de dudosa reputación en las que se practican todo tipo de procedimientos invasivos sin las condiciones adecuadas. Incluso con médicos que tienen revocadas sus licencias. En estos centros también se encargan de atraer por medio de la publicidad a clientas potenciales que tienen recursos económicos limitados y carecen de la información debida antes de ponerse en manos de gente desalmada. Los peligros que acechan en la millonaria industria de las operaciones cosméticas están en todas partes y hay que informar más y mejor a las mujeres más vulnerables.
El bombardeo acerca de la supuesta necesidad de someterse a retoques es constante y está dirigido a mujeres ricas y pobres. Pero unas tienen más posibilidades de salir vivas y sin mayores complicaciones de la carnicería cosmética. Hasta en eso hay desigualdades. [©FIRMAS PRESS]
*Twitter: ginamontaner