Virtud de virtudes. Mientras tenemos todo lo que somos en la palma de la mano, es un celular táctil quien rige nuestras vidas, valores y vamos perdiendo cultivar en nuestros hijos valores que sin duda alguna les abrirán las puertas; sin embargo, ahora cualquier gesto de servicio, de ayuda, de hacer la vida del otro más fácil lo creemos que lo merecemos, que no debemos dar las gracias y que tal gesto de ayuda solo refleja la debilidad del que nos sirve.
El agradecimiento es devolver a través de unas palabras o un detalle ese favor recibido. No se trata, como se nos ha hecho creer, que hacer un favor no debe ser mencionado o que debe ser devuelto, no. El agradecimiento se limita a entender que el otro no tiene obligación para y por servirnos y si lo hace es porque le nace entregar algo que no cualquiera tiene como lo es la capacidad de dar, de desprenderse de algo que nos sirve, que nos hace la vida llevadera, siempre cargada de una reciprocidad.
Tristemente se dejan de cultivar tales virtudes y creemos que el mundo gira a nuestro alrededor y vale la pena meditar sobre quiénes somos, si los que damos sin esperar nada a cambio o los que recibimos ese favor y en vez de dar las gracias, preferimos voltear la mirada hacia la nada. Parece un título que no lleva ni tiene mayor importancia cuando el mundo, desde su invención ha caminado por puentes de agradecimiento, de servicio y de solidaridad.
El agradecimiento debe enseñarse y practicarse en el hogar y debe ser una responsabilidad que las escuelas y las iglesias se involucren en fomentar este valor, así en un futuro seremos una sociedad donde cuidaremos las pequeñas cosas que suceden día a día, esos milagros que en apariencia no son más que el buen corazón de nuestro prójimo. Un ejemplo claro: basta ceder el paso a otro vehículo para desatar acciones de agradecimiento.
Ser agradecidos nos servirá en nuestro país como en cualquier parte del mundo. s un sentimiento tan humano que a través de él demostramos que, por pequeño que sea el favor recibido, lo valoramos, lo apreciamos y no pasa inadvertido; lamentablemente las normas elementales de cortesía se han olvidado, aun saludar a un mayor es cosa del pasado, decir “con permiso”, “gracias” y más es está olvidado y los culpables somos los padres ya que es el hogar la primera y mejor escuela que habitamos y es el ejemplo el que nos hará cultivar el agradecimiento. Día a día tenemos muchísimos tipos de relaciones y es en ese intercambio de actitudes que remachar en entender que debemos detener la marcha y que cada acción por sencilla que sea implica respeto, gratitud, servicio y, como muestra principal, debe ser el agradecimiento el que predomine, el que dirija nuestras vidas y sin duda alguna, generamos una cascada de cosas buenas que harán cambios en nuestras relaciones donde todos ganaremos.
Debemos revisar cómo está nuestra actitud hacia el prójimo, preguntar si todo marcha bien, acercarnos al que está pasando un mal momento y así será el agradecimiento una palabra común en la vida de la familia y no; creer que un favor recibido se debe porque es una obligación y que no necesitamos de nada ni de nadie cuando el mundo se convierte en un lugar más humano, más cálido al entender que si practicamos el agradecimiento, mejoramos, sin excepción alguna.
No es el odio ni el desprecio al prójimo el que debe prevalecer sino una actitud sencilla, que la gratitud, el respeto y al agradecimiento, una nueva forma de relacionarnos y de tales virtudes para que nuestros hijos sepan que pueden tener un mundo mejor si practican día a día el agradecimiento como una forma de vida.
Al escribir este artículo se me viene a la memoria la cantidad de personas mal agradecidas que por lograr un objetivo, una meta o un cargo son capaces de sentirse “Juanas de Arco, que cuando se mataba no era pecado pues era un mandato divino”.
Médico.