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Líquidamente modernos

En la modernidad sólida contábamos con seguridad, certezas, durabilidad y perdurabilidad e instituciones rígidas; en cambio, en la modernidad líquida nos topamos con inseguridad, fragilidad, transitoriedad, sorpresas, momentos fugaces, encrucijada, un mundo patas arriba

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

¿En qué nos hemos convertido como sociedad? Hoy somos una colectividad inestable, sin forma, que cambia continuamente.

¿Por qué muchos consideran que ya no entienden el comportamiento político de sus congéneres, que los valores tradicionales han pasado de moda, que las decisiones políticas están generando incertidumbre y emergencia, que el tiempo actual es veloz y el futuro inciertamente oscuro e indescifrable; que cada vez observamos humanos con actitud de turistas, cambiándose de país, trabajo, cónyuge, valores y orientación política y sexual?

Explicó el filósofo Zygmunt Bauman que esta modernidad líquida nos mantiene en un desasosiego e inseguridad permanente, que es una continuidad caótica de la modernidad, donde los humanos pueden cambiar de una posición social (en toda la amplitud del término) a otra de forma fluida y  frecuente, a lo que se conoce como nomadismo.

Recordemos que la Era Moderna se dio entre el siglo XV y el XVIII, delimitada por la caída de Constantinopla (1453) o Descubrimiento de América (1492) y la Revolución Francesa (1789), dando paso al concepto de “modernidad” que dio los fundamentos para la conformación de la ciencia como la conocemos actualmente y el pensamiento racionalista.

Como efecto de la decepción generada por las 2 guerras mundiales y las bombas atómicas, a finales del siglo XX surgió la “posmodernidad”, que desafía el ideal del desarrollo científico y tecnológico en pro del bienestar humano, seguido por lo que se puede llamar tres décadas de bienestar social, aunque esto último claro está, no en todos los países.

Desde antes del fin del siglo XX hemos estado inmersos en un proceso de transformación social producto del galopante adelanto tecnológico, la globalización con el inteligible mundo de los mercados y las dinámicas laborales contemporáneas, que también ha impactado la manera en como los humanos nos relacionamos.

Durante los dos periodos descritos se vivía una modernidad “sólida”, donde los humanos actuaban en base a las normas establecidas y las directrices de las instituciones, por ende, había seguridad del futuro y se podía más o menos predecir los hechos venideros.

En su libro “Modernidad líquida”, Zygmant Bauman desarrolla en el primer capítulo titulado “Emancipación” los conceptos de libertad subjetiva y libertad objetiva.

La libertad subjetiva la describe como nuestras acciones a partir de nuestros deseos sin importar las consecuencias; en cambio, en la objetiva, actuamos tomando en cuenta los efectos de dichos comportamientos con base en la razón y a límites.

Podemos entonces deducir, al igual que lo hizo Bauman, que en la sociedad líquida actual hay una marcada tendencia a no actuar en base a la libertad objetiva, pues a los individuos no les gusta respetar normas y ya no desean considerar las consecuencias y los efectos es lo que estamos experimentando.

En la libertad subjetiva no nos gusta la rutina ni las normas; la persona se construye su identidad a partir de otros individuos (influencers), descarta lo heredado, es decir, las tradiciones y las instituciones sólidas y estables.

El deseo permanente fomentado por la publicidad a través de los medios de comunicación y las redes sociales, un deseo que jamás se satisface, genera el consumismo donde la compensación se dio rápidamente cuando los medios dejaron de ser los intermediarios de la comunicación porque el humano se dio cuenta que ya no los necesitaba, pues él accedía fácilmente a la información gracias a las plataformas virtuales, naciendo así la desintermediación de la comunicación, que satisface, aparentemente, el deseo subjetivo de libertad de información; pero, que hace nacer a los intermediarios de la desintermediación, que resultaron ser los dueños de las plataformas, las cuales se alimentan de la data que cada persona le aporta sobre su persona, con lo cual pasamos a entregar parte de nuestra seguridad a cambio de esa libertad subjetiva de expresarnos y de informarnos.

Entonces vemos que en la modernidad sólida contábamos con seguridad, certezas, durabilidad y perdurabilidad e instituciones rígidas; en cambio, en la modernidad líquida nos topamos con inseguridad, fragilidad, transitoriedad, sorpresas, momentos fugaces, encrucijada, un mundo patas arriba.

En la sólida teníamos presión para mantener la compactibilidad; hoy, en la líquida, hay dificultad para mantener las formas.

En la modernidad sólida, los pronósticos eran más o menos confiables; en cambio, en la líquida, es difícil el pronóstico y se dan dilemas de confianza.

En la sólida, el futuro era planificable; en la líquida, sentimos imposibilidad para planificar el futuro.

Antes, los estados-nación eran representativos de los pensamientos y acciones de la sociedad; hoy en los gobiernos priva el individualismo exacerbado, produciendo una sociedad en erosión con ausencia de identidad colectiva.

Bauman nos ha dado un esquema valioso de análisis para entender lo que nos sucede, con el que continuaremos en próximas publicaciones. ¡Hasta pronto!

 

Médica, Nutrióloga y Abogada

mirellawollants2014@gmail.com

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