Según el país, así se llaman, y todas sirven para ordenar el tráfico en los cruces de varias entradas. Existen desde hace más de cien años en las ciudades como París, Berlín, Madrid y Londres. La glorieta más grande que conozco es la del Arco del Triunfo en París, pero la que tiene el Récord de Guinness es la del Barrio “La Purísima” en Aguas Calientes, México, con once entradas.
El punto es que para entrar en un redondel, ordenadamente uno por uno, hay que bajar la velocidad y entrar cediéndole el paso al que ya está adentro, y así como esperamos y nos gusta que nos lo cedan, también lo debemos ceder.
Algunos existen desde la fundación de las ciudades, por ejemplo, el del Arco del Triunfo. Otros, en ciudades más nuevas, son parte de la arquitectura urbana, por ejemplo, los de La Gran Vía en Antiguo Cuscatlán, el Redondel Masferrer y los redondeles del bulevar Orden de Malta.
Otros, fueron creados para facilitar el tráfico y eliminar los semáforos. Cuando vivía en Valencia, para ir de mi casa a la playa, y nos gustaba ir temprano a desayunar, tenía que pasar por catorce semáforos y cuando cada uno estaba en rojo, sumando los minutos de espera, tardaba entre quince y veinte minutos con el motor encendido, consumiendo casi un litro de combustible y polucionando el medioambiente. En dos años, las municipalidades convirtieron los cruces en rotondas de cuatro entradas y se quitaron los semáforos. Pero en las escuelas de manejo les enseñan a todos los alumnos, cómo se entra y sale de una rotonda, y todos respetan el sistema de cremallera, cada uno deja entrar y salir al siguiente y funciona perfectamente. Cuando no hay tráfico se entra y sale con precaución y cuando hay mucho tráfico, solo se ralentiza, pero nunca se bloquea.
¿Y qué pasa en el país del contrasentido? Puede ser que no les han enseñado, o les enseñaron pero no aplican lo aprendido, o por el famoso, “primero yo, después yo y por último yo”, o porque disfrutan el desorden, irrespetan la entrada en los redondeles y bloquean las otras calle, hasta que se produce un hueco, y entonces, los que están hartos de esperar, entran rápido unos tras otros y bloquean las otras calles.
A veces hay “gestores de tráfico”, que paran la circulación y dejan entrar y salir del redondel un cierto número de vehículos, y según escuché, parece que quieren poner semáforos inteligentes en los redondeles, y algo que debiéramos hacer por educación ciudadana, será el costoso semáforo inteligente, que nos obligará a parar y pondrá multas.
Y así, en el país de contrasentido, como con los redondeles, sucede en otros ámbitos, por ejemplo, con el irrespeto a los peatones, el mal manejo de los desechos, la opacidad de los asuntos municipales y nacionales, el irrespeto a la constitución y no acatar de reglas básicas de la urbanidad.
Si se fijan cuando caminen por cualquier calle o un centro comercial, observen que se perdió la estructura física, delgada y esbelta salvadoreña y hay más niños y sus acompañantes con sobrepeso, que engañosamente piensan que su redondez es símbolo de calidad de vida. Verán gente vestida de cualquier forma, y más niños y adultos, más atentos a su Iphone, recibiendo publicidad y desinformación, que a quienes tienen enfrente, aunque sean sus padres.
Si, Vivimos en el país del contrasentido, cada quien con su “Primero yo, después yo y por último yo”, desde el vértice hasta la base de la pirámide social.
¿Y podemos reorientar estas conductas? Solo hay que querer y no esperar que empiecen otros. ¡Hagamos lo correcto!
Pedro Roque / pedroroque.net
Todo es más fácil y más sencillo con sentido común.