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Mr. Miles

Valores se llamaba antes a las convicciones que defendíamos y nos permitían tomar decisiones, hacer algo prioritario para la vida, frente a lo secundario a lo que habría que renunciar en algunos casos.

Por Jorge Alejandro Castrillo
Psicólogo

Al terminar la columna de la semana pasada (Anacrónico), he de confesar que me resultó algo anodina e insulsa. A lo mejor no me equivoco en esa apreciación pues una de las personas que me llamó para comentarla me dijo en un momento “creo que no entendí muy bien su columna de hoy, pero me intrigó mucho Mr. Miles”.


Al final de ese día me resultó simpático comprobar que el personaje llamó la atención no sólo de esa persona, sino de varias más que me hicieron saber que se habían identificado con él. “Sentí que era yo el que estaba conversando con él”, me escribió alguien. “Al principio creí que se estaba refiriendo a mí y me asusté sobre lo que pudiera decir”, uno más. Y otro: “Me imaginé que era un personaje que había inventado para poder hablar de su vida”. Uno más me advirtió cariñosamente: “Dará miedo ir a consultarlo profesionalmente pues temeremos que publique todo”. A ese sí le respondí en el acto: “No lo creo, porque alguien a quien respeto mucho me lo advirtió hace años: nunca publique nada de lo que oiga en la clínica”. Y he seguido ese consejo al pie de la letra siempre que me siento a conversar con ustedes. Pero sí llamó mi atención el que la aparición del buen hombre provocara tantas respuestas.

Mr. Miles me ha hecho pensar varias cosas: a) la mayoría de mis lectores son personas adultas que ya tienen experiencia de vida como para identificarse con el personaje; b) mensajes y personajes son distintos: hay que cuidar ambos pues los lectores atienden tanto al mensaje como a quien lo expresa, c) al recrear un personaje, conviene dejar difusos los datos de identidad para que un mayor número de personas pueda identificarse con él. Pero como gustaron tanto algunas de sus reflexiones, le seguiré dando espacio a otros comentarios suyos sobre diversos aspectos de la vida actual.


En el transcurso de la charla me llamó la atención que se refiriera a la necesidad del tiempo de ocio que necesitamos tanto en nuestra ajetreada vida, pues ya ha sido una de las cosas que he recordado antes en esta columna. Ya alguna vez he comentado como este 24/7 en que vivimos hace que las personas pasen más estresadas y cansadas, al contrario de aquellos tiempos en los que el mediodía del sábado marcaba el inicio de un tiempo total de ocio y paz que permitía recuperar fuerzas y ralentizar el ritmo, pues todo cerraba y a partir de las 12 M. del sábado y solo algunas tiendas de barrio permanecían abiertas. Me decía él que, aún en la actualidad, en algunas de las ciudades alemanas el domingo es un día todavía destinado al descanso. Ante mi incredulidad, me reafirmó que los supermercados, al menos, cierran los domingos pues ya le había pasado haberse quedado sin víveres por haber dejado su compra, por pura costumbre acá, para el domingo.


La sexualización actual de la vida es otra de las cosas que parecen haber dado al traste con la intimidad y respeto con la que se trataban las cosas antes. Le recuerdo, Jorge, que no fui yo ningún santo ni cosa parecida, pero en comparación con los usos de hoy sí que me siento desubicado. Siempre ha sido difícil mantener relaciones amorosas a la distancia, pero ahora parece que cinco o seis meses que alguno viva afuera es suficiente para meter tanto ruido en las relaciones de pareja que los chicos de ahora prefieren mejor deshacerlas antes que trabajar y comprometerse en serio para tratar de hacer que perduren. Creo que nos toca a los mayores expresar nuestro convencimiento en la necesidad de hacer pequeños sacrificios para conseguir cosas sólidas que valga la pena pelear por ellas.


Usted lo escribió hace tiempos en relación con la educación: está bien hacer los textos interactivos y amigables, pero el esfuerzo de sentarse, leer, entender y aprender lo tiene que hacer el aprendiz, no el maestro que ya ha hecho su trabajo tratando que el material por enseñar sea lo más digerible para el alumno. No podemos hacer más concesiones en temas como estos. Hay que recuperar el orgullo y el gusto por el trabajo esforzado, cuidadoso y bien hecho.


No es posible que todo se banalice. Siempre habrá cosas que son más importantes que otras, y eso parece que ellos no siempre lo entienden: pareciera como que quisieran poner en el mismo plano todo. Y eso no es posible. Valores se llamaba antes a las convicciones que defendíamos y nos permitían tomar decisiones, hacer algo prioritario para la vida, frente a lo secundario a lo que habría que renunciar en algunos casos. Pero, en fin ,mejor lo llamo otro día.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com

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