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Ídolos

Los adolescentes y niños están mucho más expuestos al mundo de lo que nunca lo estuvimos nosotros. En tiempos pasados convertirse en ídolo tomaba más tiempo porque la exposición era menor y las comunicaciones más lentas y limitadas. En estos días, construir una figura popular es más resultados de equipos de comunicación y dineros invertidos en los medios que en base a los méritos propios de la figura.

Por Jorge Alejandro Castrillo
Psicólogo

Los seres humanos tendemos a admirar aquellas figuras sobresalientes. El campo en el que sobresalen puede ser cualquiera: música, deporte, política, ciencia, literatura, cine, vida, etc. Lo importante es que sobresalgan. Ídolos los mal llamamos; así como también erróneamente llamamos palos a los árboles. ¡Qué le vamos a hacer! Así es como hablamos. En estas cosas, como canta Serrat, (uno de mis ídolos dicho sea de paso): “… prefiero la voces de la calle a las del diccionario”.


Usualmente, nuestros ídolos son erigidos y nos son presentados por los medios de comunicación social, lo cual es comprensible. La ruta por la que alguien se convierte en ídolo de los demás es más o menos la misma: todos, todas, inician siendo personas comunes y corrientes, se dedican a algo, sobresalen en lo que hacen y, por ello, hacen noticia, empiezan a cobrar fama y los periodistas los empiezan a seguir: se hacen notorios. Los siguen todavía más y, como resultado, aparecen por todos lados en las noticias (“Hasta en la sopa” que se diría) y, entonces, se/los hacen famosos (¿se podrá hacer famoso alguien por sus propios medios, sin la ayuda de periodistas y paparazzis? Creo que no). Entonces se convierten en ídolos de muchos. Obviamente me estoy refiriendo a ídolos, en la segunda de las acepciones de la palabra, esto es, “persona o cosa amada o admirada con exaltación”.

Creo que a medida que el tiempo pasa es más difícil encontrar buenos ídolos a los que seguir. No sólo porque hay más y porque es más fácil ser famoso (vea usted cuántos influencers pululan por el espacio cibernético) sino también porque ahora es más fácil dirigir la vida por derroteros equivocados. Todos hemos sido advertidos, desde hace largo tiempo, de no adorar falsos ídolos, lo cual parece una sabia advertencia. Pero… ¿cómo nos damos cuenta que un ídolo es falso? Usualmente, uno se percata de la falsedad del ídolo hasta cuando ya es demasiado tarde, como les sucedió a quienes admiraban a Maradona. Espero de todo corazón que Messi, quien alcanza su apogeo justamente cuando Pelé cede su espacio como el mejor de todos los tiempos, no vaya a salir más tarde con una pata más larga que la otra. De lo que hasta hoy llevamos visto, éste 10 es mucho más gente que el anterior que, a la postre, resultó ser un triste mamarracho.


Pero ese es el punto justamente. ¿Cómo elegimos actualmente a los ídolos, a los influencers, a las personalidades a las que admiramos? El mundial, para seguir con el ejemplo del fútbol, sigue realizándose cada 4 años. Antes era la ocasión para ver el mejor fútbol del mundo, en la actualidad ya no es la única. Los partidos semanales de Pelé con el Santos de Brasil nunca los vimos en estas latitudes como ahora sí se pueden ver por televisión los partidos de los equipos europeos donde juegan las estrellas que luego veremos en el mundial. ¿Por qué Messi no brilla con la selección argentina como brilla en el Barcelona F.C.? oíamos preguntarse a los comentaristas cuando se daba esa situación ¿sería porque, hombre por hombre, estaba mejor acompañado en aquel equipo de lo que estaba en su Selección?

Los adolescentes y niños están mucho más expuestos al mundo de lo que nunca lo estuvimos nosotros. En tiempos pasados convertirse en ídolo tomaba más tiempo porque la exposición era menor y las comunicaciones más lentas y limitadas. En estos días, construir una figura popular es más resultados de equipos de comunicación y dineros invertidos en los medios que en base a los méritos propios de la figura. Dígase esto en deportes, música, artes… ni se diga en comercio, industria y política. Es figura, se convierte en ídolo, no quien mejor hace las cosas sino quien mejor las sabe vender. Que no es poca cosa tampoco. El problema es que esa popularidad decrece en relación directamente proporcional al capital que se está dispuesto a invertir en mantener “arriba” a la imagen. La estrategia favorita de los ídolos actuales es aparecer lo menos posible en carne y hueso, no vaya a ser que en la aparición arruine con algún error la imagen construida.


En esto de escoger ídolos, los seres humanos también vamos aprendiendo. Nos equivocaremos menos sin escogemos a figuras que ya pasaron por este mundo y no podrán volverse a equivocar. Napoleón, Aristóteles, Einstein tienen menos riesgo de devaluación que los ídolos vivos. Miren al laureado Mario Vargas Llosa el calvario que, por decisión propia y personal, le está tocando vivir.


En esto yo he tenido mucha suerte. Mis ídolos de juventud se han equivocado poco en sus vidas y siguen siendo respetables. Además, lo confieso, la tuve fácil. Aprendí a escoger bien, pues mi primer ídolo, la figura a quien más he respetado, fue y ha sido siempre mi padre quien por su vida y acciones mereció siempre, no obstante, sus humanos errores, no solo mi filial respeto sino la admiración y respeto de muchos de sus amigos, colegas y contemporáneos. Otra ventaja que tuve es que nunca admiré a políticos. Estos, tarde o temprano, terminan embarrando la figura que se les ha construido.

Psicólogo.

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