Un hombre comentó una vez, lamentando el cambio en las leyes, que ya no se puede internar a las mujeres arbitrariamente en centros psiquiátricos. Este individuo, acostumbrado a tratar a su esposa con gritos y violencia psicológica, expresaba su frustración por los avances en los derechos humanos y las leyes de familia.
La historia de Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, es un ejemplo significativo. A pesar de su inteligencia y belleza, fue encerrada por su padre y luego por su hijo, Carlos I de España, desde 1506. Incluso tras ser liberada brevemente durante el Levantamiento Comunero de 1520, fue nuevamente recluida por su hijo.
Marcela Lagarde y de los Ríos, investigadora mexicana, explica que llamar “locas” a las mujeres es un insulto que oculta la gestión emocional: “La manifestación de sentimientos y la gestión de las emociones no es asunto de hombres. A los hombres se les obliga a no manifestar sus emociones, y de ahí que tilden de ‘locas’ a las mujeres que intentan sobrevivir”.
La locura femenina se compara con la racionalidad masculina y se vincula tanto al cumplimiento como a la transgresión de la feminidad. Las mujeres pueden volverse “locas” debido a su sexualidad y sus relaciones interpersonales.
La película “De repente, el último verano”, como adaptación de la obra teatral de Tennesse Williams; protagonizada por Elizabeth Taylor, Katherine Hepburn y Montgomery Clift, muestra a una joven amenazada con una lobotomía para evitar que revelara la verdad sobre el asesinato de Sebastián, cuya causa era su homosexualidad.
El “mito del útero errante”, originado con Hipócrates y retomado por Platón, describía la matriz femenina como una imperfección que buscaba lugares más cálidos en el cuerpo. Areteo de Capadocia y Galeno también contribuyeron a esta idea, asociando la locura femenina con la sequedad uterina y la falta de actividad sexual.
En la Edad Media, la locura se vinculó más a la moralidad que a la medicina. Las beatas en España y las beguinas flamencas, mujeres que vivían en comunidades autónomas, gozaban de una reputación de santidad, con algunas libertades. Sin embargo, fueron controladas y restringidas por bulas papales como la “Circa pastoralis” de Pío V en 1566, que las obligaba a la clausura.
Fueron rastreadas y encerradas, por dementes, poseídas o perversas. En el pasado, se había relacionado la locura con falta de sexualidad, ahora su causa era el exceso de esta; como le sucedió a Ana Rodríguez de Castro y Aramburu, de Nueva España, con muchísimos seguidores, quien fue condenada a prisión desde 1779 hasta su muerte.
Marta Araquistaín Carreras, en “Histéricas e históricas: la mujer loca en la literatura del siglo XX”, menciona el aumento de mujeres que buscaban ser beatas en el siglo XVI. Alejandra Araya, investigadora chilena, sugiere que esto se debió a la búsqueda de una vida más libre. Sin embargo, la sociedad las veía como demoníacas o dementes, y muchas fueron encarceladas.
En el siglo XVIII, el doctor José Ignacio Bartolache volvió a asociar “el mal histérico” con las mujeres, adjudicándolo al útero y considerando que los síntomas eran causados por infección e irritación del cerebro, nervios y músculos. Esta perspectiva se mantuvo hasta que Sigmund Freud introdujo el concepto de histeria, redefiniendo la locura femenina.
Este tema es vasto y complejo y seguirá siendo explorado en futuras publicaciones. ¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada