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Mi amigo Tony Cabrales

Su muerte duele. La forma en que le tocó morir es imposible de aceptar. Todavía duele hablar de él, pero es necesario - y no lo puedo hacer en una forma abstracta, enumerando sus múltiples logros y aportes, sino de una manera muy personal. Para mí ha sido un amigo, y siempre estaré orgulloso de esto.

Por Paolo Luers
Periodista
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Con Tony Cabrales murió uno de los últimos verdaderos caballeros en el liderazgo político y social de nuestro país. En esta terrible crisis de liderazgo ético que sufrimos, es una irreparable pérdida. Tony ya estaba retirado de la vida activa, pero estaba ahí, siempre listo para aconsejar a las siguientes generaciones, para compartir sus visiones y principios. De una forma amable, suave, pero inmensamente firme impidió a sus amigos a alejarse de lo correcto y decente.

Su muerte duele. La forma en que le tocó morir es imposible de aceptar. Todavía duele hablar de él, pero es necesario - y no lo puedo hacer en una forma abstracta, enumerando sus múltiples logros y aportes, sino de una manera muy personal. Para mí ha sido un amigo, y siempre estaré orgulloso de esto.

No lo conocí cuando era ministro en el gabinete de Freddy Cristiani, pero muchos que lo trataron en este tiempo me contaron, con admiración, que Tony fue la voz que siempre confrontaba al gabinete y a sus colegas empresarios con lo que él llamaba “la inmensa deuda social” con el país.

Lo conocí como presidente de Fusades, siempre abierto a un diálogo franco con un extranjero y exguerrillero, con curiosidad de conocer perspectivas que podrían enriquecer sus visiones sobre el desarrollo social del país.

Pero nos hicimos amigos mucho más tarde, en el 2012, cuando el nuncio apostólico de ese tiempo, monseñor Luigi Pezzuto, nos  pidió -más bien nos ordenó- a encabezar una iniciativa para convencer a la sociedad -y en particular a los empresarios- que no podían dejar la construcción de la inclusión y la paz social solamente al gobierno. Sin dudar, Tony aceptó el reto de asumir la presidencia de la Fundación Humanitaria, poniendo su prestigio y credibilidad en línea en una causa que pocos querían públicamente abrazar. Fue entonces, que pude conocer, muy de cerca, la calidad humana, la nobleza, la generosidad y el compromiso social de Tony Cabrales. No en discusiones, en hechos y acciones. Lo vi salir de su zona de confort y enfrentarse de cerca a realidades que pocos de su posición social se atrevieron a conocer.

Nunca voy a olvidar la reacción de Tony cuando lo llevé a visitar el penal de Quezaltepeque y nos reunimos con las internas en la sección para mujeres que convivían con sus niños pequeños, muchos de ellos bebés. “No puedo creer que en nuestro país existan condiciones tan inhumanas para mujeres y niños”, me comentó, y tomó la iniciativa para convencer a la Cruz Roja Internacional de encargarse de mejorar las condiciones de higiene y salud en este lugar – y luego en varios penales. Fue Tony Cabrales quien recibió al Secretario General de la OEA, el chileno José Insulza, en El Salvador y lo llevó personalmente a conocer la realidad de las cárceles y a enfrentarse a un diálogo incómodo con los internos.

Tony Cabrales insistió en visitar en Ilopango comunidades controladas por los pandilleros. Acompañado de varios embajadores y en frente de los pobladores, Tony reunió con los pandilleros y les exhortó a buscar salidas del círculo vicioso de marginación y violencia. Los vecinos de estos lugares, presentes en estas discusiones, lo felicitaron y abrazaron. “Nunca alguien como usted ha venido aquí a hablar con nosotros y a retar a los mareros. Tiene valor, don Tony.”

De cada una de esta incursiones al interior del problema social y de seguridad, Tony regresó más comprometido y más convencido de que los empresarios y los liderazgos gremiales, sociales, académico y religiosos tenían que tomar acciones para construir la paz social. Nuevamente, con hechos, no con palabras.

Cuando años después me acusaron penalmente por mi participación en este proceso -con acusaciones absurdas y fabricadas- el primero que me habló fue mi amigo Tony, diciéndome: “Yo sé que sos inocente, que hiciste lo contrario a lo que te acusan". Y nuevamente, no lo dejó con palabras, sino organizó en su casa reuniones con amigos de él para crear un fondo para mi defensa legal.

El país perdió a un hombre de principios, visiones y compromisos firmes. Yo, como muchos otros, además perdí un amigo noble.

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