Uno de los temores más grandes del ser humano, después de la muerte, es a hablar en público. Todas las personas nacemos con la capacidad de expresar nuestras ideas en cualquier espacio, esta habilidad, se ha comprobado que se pierde cuando en el camino de la vida, alguien o algo, con nombre y apellido, se encargó de cercenarnos de forma abrupta la expresión.
En los últimos meses estuve trabajando con un grupo de hombres y mujeres en el desarrollo de sus capacidades para hablar en público, y cuando exploramos la causa de sus fobias, muchos se trasladaron tiempo atrás, penosamente en su hipocampo, que es la estructura encargada del cerebro humano de almacenar los recuerdos , guardan experiencias tristes que limitaron su expresión; fueron juzgados de forma negativa, fueron mandados a callar o sufrieron humillación en público, casi siempre ocurrió en la niñez o en la adolescencia.
Aquí lo interesante: en el hipocampo se encuentra la región del sistema límbico, que asocia las emociones positivas o negativas a los recuerdos. Implica, que muchas personas, cuando les corresponde expresarse en la iglesia, en la escuela o espacios de muchedumbre, esa experiencia, de cuando fueron limitados a hablar; les asalta y se enganchan con la fobia de ser juzgadas.
La fobia se manifiesta de diferentes maneras: excesivo sudor corporal, temblor, la voz se quiebra, bloqueo o ataques de pánico. Tuve una compañera en la universidad que le temblaban las mejías, definitivamente, el cuerpo en su defensa nos sorprende.
Entonces, podrá haber miles de técnicas valiosas que ofrecer para hablar en público, pero mientras, no se supere, el momento de la humillación pública que inconscientemente salta, difícilmente se encontrará la llave, que permita la conquista del escenario y el poder de las palabras.
La buena noticia es que sí se puede gestionar ese recuerdo, con el perdón a quienes nos “cercenaron la boca” y con el reconocimiento de la capacidad para hablar en público, no solo como habilidad sino como derecho de expresión. Hicimos este ejercicio con un colectivo; a la semana siguiente, una de las participantes dijo que por primera vez pudo dirigir la oración de inicio en su iglesia.
Pero existen otros raros casos en que el sorprendido es el hipocampo, se trata de esas personas, casi siempre líderes, que se transforman en el escenario, en las conversaciones de dos son cautas, sigilosas y parecieran hasta tímidas, pero ante un micrófono o auditorio se transforman.
Hablar en público definitivamente es un arte, que se dibuja con pinceles de adentro hacia afuera, y se vale borrar para corregir, es una dulce danza entre dos o más, que demanda de técnicas, respeto a la diversidad y a las ideas y curiosamente de saber escuchar y escucharse, observar y observarse, perdonar y perdonarse porque se vale equivocarse. Entonces, descubramos su temor o temores para hablar en público.
Periodista.