En octubre, este periódico nos ha entregado, como siempre, muchos excelentes artículos. Mencionaré dos que, opino, deberían ser estudiados en todas las aulas: “La Hispanidad”, (Teresa Guevara de López, 12/10/2024) y “¿Qué está pasando con los Zs?” (Pedro Roque, 19/10/2024). Posiblemente, a simple vista, no tengan nada en común, pero se conectan cuando Tere señala toda la riqueza que la Hispanidad nos trajo – y que, tristemente, la catalogamos como un mal – y la actitud de la Generación Z, descrita por don Pedro; actitud tan equivocada como dañina.
Porque la realidad es que, desde hace más de 5 siglos, seguimos ciegos para todo lo bueno que hemos recibido y culpando a otros de los problemas que tenemos. Seguimos sin responsabilizarnos por resolver nosotros nuestros males; seguimos sentados, quejándonos y esperando que sean otros quienes, por arte de magia, de inmediato, nos provean de una vida feliz y un empleo (la palabra “trabajo” aquí no aplicaría) fácil y muy bien remunerado, algo así como sólo puyar botones cuando nos den la señal respectiva.
Ahora, finalizando el mes, sería del caso hacer un examen sobre lo que los latinoamericanos en general y nosotros en especial, hemos desperdiciado del enorme legado que nos dejó España desde que tocó tierras en este continente, en 1492. El artículo en mención lo describe muy objetiva y concretamente: ciudades, construidas con el sistema cartesiano, con casas de gobierno, palacios, iglesias y universidades. Y todo ello con muestras enormes de riqueza, con recubrimientos en oro y engarces de piedras preciosas. Además, recibimos dos invaluables tesoros: el idioma español y la religión católica, que trajo a estas tierras la civilización occidental, con todas las ramas de ciencias y artes que vinieron a enriquecer las que poseían los pueblos indígenas.
La Hispanidad fue una epopeya realizada por líderes valientes, con espíritu de lucha y capacidad de sacrifico. Pero pudieron realizarla porque contaron con seguidores que se desempeñaron con igual actitud. Pregunto: esos jóvenes, descritos por don Pedro Roque (y que yo también he conocido de primera mano), que se “mosquean” por cualquier tontería, incapaces del menor esfuerzo o sacrificio, expertos en redes sociales pero que no saben ni dar los buenos días, o arreglar su cama, o mantener su lugar en orden, que viven la vida virtual y desconocen todos los aspectos de la vida real, ¿qué grandes hazañas podrán realizar? Claro que hay muchas y dignas excepciones, pero la generalidad preocupa. Aspiran a ser el centro del universo, pero que allí sean colocados por los demás, sin ellos mover un dedo, sin tener que pasar molestias ni penas.
A la generalidad de los Zs les falta retornar a lo que recibimos de nuestros ancestros: espíritu de lucha y de sacrificio, saber que la vida no es justa, que hay penas enormes y problemas gravísimos, así como también hay alegrías y triunfos, pero que estos últimos vienen después de mucho trabajo. Las redes sociales están enseñándoles todo lo contrario y, además los acostumbra a hablar muy mal, a escribir peor y, lo más grave, los vuelve perezosos, cuando no absolutamente inútiles, para pensar.
Hay muchísimos jóvenes muy valiosos, de la misma generación Z, que ojalá puedan influir en esos otros cuyas actitudes les convertirán, más pronto que tarde, en amargos fracasados. Fracasarán para ellos mismos, para nuestro país, y para nuestra Hispanidad.
Empresaria.