En este 2024, la fiesta de Pentecostés se celebró el 19 de mayo, es decir, 50 días del Domingo de Pascua, pero ¿qué es el Pentecostés? Es una gran solemnidad con la cual se conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Virgen María, y por lo tanto el nacimiento de la Iglesia católica.
El origen de la fiesta de Pentecostés se remonta a tiempos de Jesús, cuando 50 días después de la pascua, los hebreos ofrecían a Dios, dos panes elaborados con trigo recién cosechado.
Con esta fiesta recordaban cuando como pueblo de Dios, vagaban por el desierto sin tener lugar donde sembrar ni cosechar su propio pan. Pero Dios les dio la tierra prometida y desde entonces no les faltó que comer. Ellos mismos sembraban, cosechaban y molían el trigo para preparar su pan ¡No dependían de nadie, solo de Dios! ¿Cuántos dependemos del otro y no de Dios? Debe cada quien responderse. El mundo se ha convertido en un lugar oscuro, donde abundan las guerras (el caso Hamás contra Israel) y se sufre climas extremos, guerras, desastres naturales como el sur de Brasil.
Nosotros como cristianos (también los católicos somos cristianos) ya pasamos pentecostés y aquí en El Salvador seguimos el caminar. Demos gracias a Dios porque no falte el pan en la mesa ¿Cuántos de nosotros vagamos por nuestros desiertos personales sin ningún rumbo u objetivo? Infinita sería la respuesta.
Tenemos nuestra iglesia que es nuestra casa, tenemos a mano la sangre y el cuerpo de Cristo pero de eso ni hablar. Creo que si en vez de Miércoles de Ceniza” fuese “el año de ceniza” sin duda alguna los católicos visitaríamos la iglesia para nada más aparentar que “somos practicantes” cuando la religiosidad y espiritualidad deben ir de la mano. Debemos ser puros en nuestro diario vivir y no tener una vida de ritos, de peregrinajes sin sentido a lugares místicos donde gastaremos una fortuna cuando el lugar más hermoso al que un cristiano debe aspirar visitar es a la iglesia donde recibió el bautismo, no gasta y vive una linda experiencia que le enseña que el pan no le ha faltado en la mesa, que no andamos perdidos en el desierto y que ser humildes y mansos es una manifestación de amor para con Dios.
Poco a poco los católicos se alejan de su iglesia. Es en estos momentos que debe el país reflexionar y dar un golpe de timón a su vida religiosa para que nuestra sociedad sea fraterna y no confrontativa, una jerarquía religiosa menos silente, más presente y más amorosa, y dejar el odio y el revanchismo a un lado y si es necesario buscar en nuestro guía espiritual que nos oriente, que nos lleve por el buen camino.
Debemos hacer una profunda introspección y ser sinceros con nosotros mismos y entender que ¡no nos falta el pan! Parece una frase a la ligera, pero ¿cuándo hemos dejado de comer? ¡Nunca! Pero muchos no comen tres tiempos, con suerte un tiempo. Claro, muchos estamos a reventar por una gula insaciable, y mientras, estamos famélicos interiormente, estamos vacíos de Dios.
“Pentecostés es una fiesta católica que celebra la llegada del Espíritu Santo a los apóstoles y la Consagración de la Iglesia. Su nombre significa quincuagésimo, porque se realiza cincuenta días después de la Pascua. Pentecostés marca el fin del período litúrgico de la Pascua y el inicio de las actividades eclesiásticas”. Valga esta aclaración para entender que el Espíritu Santo se ha posado en cada uno de nosotros, que Dios en su infinita misericordia ama a sus hijos, nos protege, nos alimenta, nos sacó del desierto para llevarnos a la Tierra Prometida; sin embargo, parece que tal amorosa acción no la entendemos y debemos regocijarnos y con los brazos abiertos agradecer a Dios por nuestra salud, por el pan que no falta en nuestra mesa, por vivir en una comunidad y fue historia el desierto de donde Dios nos acercó a Él.
Pasó Pentecostés e inicia el tiempo ordinario y hoy nuestras familias, nuestras, comunidades y nuestro país necesitan más que nunca esa espiritualidad que nos lleve al entendimiento al optimismo a no tener desesperanza aunque todo lo indique y cada uno de nosotros vivamos una mejor forma en medio de tanta desesperanza, incertidumbre y dudas nos propongamos un apostolado.
Como lo dice San Josemaría Escrivá en su libro Camino, punto 960: “Así como el clamor del océano se compone del ruido de cada una de las olas, así la santidad de vuestro apostolado se compone de las virtudes personales en cada uno de vosotros”.
Médico.