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El precio de la verdad

Esa tarea también puede ser dificultada por la presión social y el temor al juicio de los demás. La sociedad establece normas y expectativas que moldean las creencias y comportamientos individuales. Asumir una verdad que contradice esas normas puede generar miedo al rechazo social, al ostracismo o al juicio. La presión social puede llevar a la supresión de la verdad en aras de la aceptación y la conformidad. Superar estos temores requiere valentía, apertura mental y una disposición a enfrentar lo desconocido. Esas cualidades solo surgen cuando las personas se ven dolorosamente afectadas por sus creencias. Hay un punto de quiebre cuando el temor a la verdad es superado por el temor al malestar. Entonces, a precio de dolor, las personas finalmente se aventuran a conocer la verdad.

Por Mario Vega

Conocer la verdad no es fácil. Es un acto de humildad para el que no todos están preparados. La verdad es lo que es y no puede ser de otra manera. Pero ser conscientes de ella demanda la capacidad de admitir que las cosas pueden ser distintas a la convicción propia. La aceptación de la verdad es un paso doloroso que hiere el orgullo y es un desafío innato para el ser humano. Para quienes se aventuran en la profundidad de la realidad la experiencia puede ser desconcertante y, en muchos casos, aterradora. Esta es la razón por la que muchos prefieren evadir el conocimiento de la verdad.

El desconocimiento voluntario de la verdad conduce a muchas inadecuaciones, conflictos y peligros. Estos provocan sufrimiento en la persona. Se necesita una dosis grande de dolor y choque con la realidad para que, finalmente, haya disposición al reconocimiento de la verdad. Mientras la medida del sufrir no supere a la del orgullo, el precio de la verdad no habrá sido sufragado.

Las personas se aferran a sus creencias y perspectivas existentes porque les proporcionan una sensación de seguridad y estabilidad. El presentimiento de enfrentarse a una verdad que desafíe esas creencias les genera ansiedad y resistencia, ya que implica abandonar lo familiar en favor de lo desconocido. Un paso que no es nada fácil para el humano. A fin de evitar renunciar a sus creencias se recurre a la negación, el desinterés, la descalificación, pero también, al insulto, la agresividad, las amenazas y la violencia.

Las características de la personalidad también dificultan el camino hacia la verdad. Para las personas que adolecen de baja autoestima, inseguridad o deficiencias académicas, la verdad les supone aspectos que les resultan incómodos y les generan emociones intensas como miedo, tristeza o ira. La resistencia a experimentar esas emociones los lleva al rechazo de la verdad. No desean escuchar otras visiones de la vida ni considerar argumentos porque implica exponerse a un terreno emocionalmente desafiante.

Otras personas más educadas y estables anímicamente recurren a la cognición selectiva como barrera significativa para la búsqueda de la verdad. Los seres humanos tienen una tendencia natural a buscar información que respalde sus creencias existentes y a pasar por alto la evidencia que contradice sus creencias. Este fenómeno, conocido como sesgo de confirmación, obstaculiza la capacidad para recibir información objetiva y puede llevar a la perpetuación de falsas verdades. Esta secuencia solo puede ser rota cuando irrumpe la realidad con una carga de sufrimiento. Entonces, el dolor prepara a la persona para considerar los elementos objetivos que siempre estuvieron allí, pero que se negó sistemáticamente a escuchar o valorar.

La verdad exige que se hagan ajustes en la forma en que se percibe el mundo y se toman decisiones. Cambiar el punto de vista implica también cambiar la conducta. Cambiar hábitos muy arraigados puede resultar amenazante, ya que implica salir de la zona de comodidad para adaptarse a una nueva realidad. La natural resistencia al cambio a menudo se fortalece con el temor a lo desconocido y la incomodidad asociada con la transición. La persona debe explorar nuevas respuestas y posibilidades.

Esa tarea también puede ser dificultada por la presión social y el temor al juicio de los demás. La sociedad establece normas y expectativas que moldean las creencias y comportamientos individuales. Asumir una verdad que contradice esas normas puede generar miedo al rechazo social, al ostracismo o al juicio. La presión social puede llevar a la supresión de la verdad en aras de la aceptación y la conformidad. Superar estos temores requiere valentía, apertura mental y una disposición a enfrentar lo desconocido. Esas cualidades solo surgen cuando las personas se ven dolorosamente afectadas por sus creencias. Hay un punto de quiebre cuando el temor a la verdad es superado por el temor al malestar. Entonces, a precio de dolor, las personas finalmente se aventuran a conocer la verdad.

¿Cuánto dolor tiene que soportar una persona o una sociedad para alcanzar el camino a la verdad? Es una pregunta difícil de responder, porque son muchas las variables que intervienen. Dar una respuesta definitiva es casi imposible. Pero cuando el sufrimiento comienza, el desengaño le sigue.

 Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Opinión Valores

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