No sé si a usted, pero a mí me gustaría que se incluyera en las reglas elementales, las más básicas de la “nueva” educación y las buenas maneras en las interrelaciones humanas.
Y aclaro humanas, porque también nos interrelacionamos con nuestras mascotas, que son un excelente ejemplo de poner atención cuando nos dirigimos a ellas. Me impresiona cuando tengo enfrente a “Doggy”, mi perro negro, que cuando le hablo me ve fijamente con sus grandes ojos café y alza y dirige sus orejas bien abiertas hacia mí, concentrado en entender lo que le estoy diciendo. Y, según el tono de mi voz, la pronunciación de mis palabras y gestos, por sus reacciones, entiende lo que le digo y lo hace.
Con todos mis respetos por la comparación, en los humanos esa actitud de “intencionadamente” poner atención y focalizarse en el interlocutor, se llama “escucha activa”.
Una definición más aclaratoria puede ser: la escucha activa es una actitud y estrategia de comunicación, que consiste en la suma de oír, es decir, que las ondas sonoras entren en el canal auditivo y los impulsos sonoros lleguen hasta el nervio auditivo, que los transforma en algo que el cerebro interpreta como información y conocimiento y es capaz de memorizarlo, y después, reproducirlo y aplicarlo en la práctica.
Pues cuando hablo, de volver a los principios básicos de respeto a las personas con quienes uno, por razón profesional, social o familiar se reúne para tratar algún tema, quiero decir, aprender y enseñar sobre la escucha activa.
Y es porque intuyo, partiendo del principio, que no se puede o es difícil, atender a dos fuentes de información al mismo tiempo, que muchas gestiones e indicaciones en las organizaciones no se realizan como se espera, porque mientras se “oye” lo que un interlocutor dice, se está viendo o respondiendo mensajes con el Iphone.
Hace tiempo, en una clase sobre gestión de la calidad, como profesor invitado en una universidad, después de explicar sobre los diferentes tipos de variabilidad, pregunté a una alumna que durante mis explicaciones inclinaba la cabeza y la levantaba, cuál era la diferencia entre los diferentes tipos de variabilidad. Sorprendida y extrañada por la pregunta, no supo responder. Mirándola le dije que sus padres pagan para que aprenda y que apagara su Iphone y molesta lo apagó, pero por su disgusto y su mirada, siguió sin prestar atención. Para tranquilizar el ambiente, aproveché lo tenso de la situación para explicar las ventajas “de cada cosa en su momento y su lugar y en qué consiste la escucha activa”, para después de la reunión, distinguir entre “mil quinientos y quinientos mil”.
Si se fijan, el Iphone está activado y frecuentemente siendo más atendido que los temas que se tratan en las juntas directivas, las conferencias magistrales, las clases, las reuniones familiares, en las comidas en los restaurantes entre el padre, la madre y los dos hijos, cada uno concentrado en su Iphone. También en las reuniones profesionales, las asambleas, los gimnasios, las iglesias y en las personas con responsabilidad de vigilar, pues están más atentos al Iphone, que a abrir y cerrar las puertas.
Asumiendo la maravilla del Iphone y con un gran respeto y admiración por los científicos y técnicos que continúan desarrollando las TIC, técnicas de información y comunicación, la sugerencia a los dirigentes de la educación en nuestro país, es a que impulsen el buen uso de las TIC, para aprender y enseñar y que esta y las siguientes generaciones, las utilicen para ser mejores profesionales, aprendiendo su buen uso, la escucha activa y a distinguir, entre la enseñanza y ser sujetos de manipulación. ¿Usted aplica la escucha activa?
Pedro Roque / pedroroque.net
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