Hablar de temas como la inteligencia emocional es algo que muchos damos por sentado. La positividad tóxica es un fenómeno cuyo crecimiento se ha fortalecido por las redes sociales. Se trata de un optimismo irreal en el que muchas personas se quieren acoplar, pero es tan inexistente que pocos nos sentimos identificados. Es necesario hacer una introspección sobre nuestras capacidades, miedos, obstáculos y fortalezas para convertirnos en una sociedad más sana y saludable mentalmente.
La salud mental, y los temas que la rodean, suelen verse lejanos a nuestra cotidianeidad. Solemos pensar que esta parte de nuestras vidas no es tan importante, pero es lo que nos ha llevado a ser más tristes, en simples palabras. Solemos encerrarnos en nuestro trabajo. No tenemos, en realidad, libertad financiera. Vemos pasar divorcios, deudas, rutinas. Muchas cosas de las que nos tocan vivir son desalentadoras, y no sabemos manejar casi ninguna.
Es cierto que momentos así le pasan a cualquiera, pero algo de lo que debemos mantenernos alertas es de mensajes poco alentadores o contraproducentes, que pueden poner en riesgo nuestra salud mental. Frases como “cree en ti”, “el que quiere, puede”, “solo sé feliz”, “que no te importe la opinión de los demás”, “acéptate tal y como eres” pueden parecer positivas, pero tienen un trasfondo contradictorio en lo que quieren decir y nuestro contexto o realidad. Esto es una positividad tóxica.
La intención con esto tal vez no sea mala, pero nos obliga a pensar que todo está en nuestras manos y que debemos ser felices por obligación, y que “si no lo soy, debe haber algo malo conmigo”. No obstante, no solemos pensar que una gran parte del cómo nos sentimos no solo depende de lo interior, sino lo exterior. Mucho de lo malo que ocurre en torno a nosotros escapa de nuestro poder y hay muchas personas que dicen que “no nos debemos preocupar por algo que no podemos controlar”. Sin embargo, no nos forcemos a estar felices si no nos sentimos así.
Luis Miguel Real, psicólogo y redactor de “Positividad tóxica: demasiado optimismo puede ser peor que la tristeza” en Psicología y Mente, nos dice que estos mensajes son adoctrinadores y absolutos. Denotan la formulación de estas frases como una orden del tipo “tienes que ser fuerte”. Él nos aconseja sobre cómo podemos combatir este fenómeno: “No somos omnipotentes. Muchas cosas nos costarán más o menos, a veces la opción más inteligente será retirarse a tiempo y volver a intentarlo la próxima vez con una mejor estrategia, o incluso desechar al completo una idea demasiado ambiciosa”.
Enojo, tristeza y miedo son, todas, emociones que consideramos “malas” o “perjudiciales”. Sin embargo, en realidad no lo son: se trata de emociones humanas y normales. Permitámonos sentir. Detengámonos a meditar en lo que nos hace tristes o temerosos y aceptemos que es lo más normal del mundo. Después de analizar lo que sentimos, podemos sentir esperanza mucho más real, una que no nos deje dando vueltas en una fortaleza irreal, sino una más sana. Esto sí nos puede ayudar a salir adelante verdaderamente, y poder ser una sociedad más empática y tolerante. Admitamos estos sentimientos en nosotros y en los demás, y así podemos apoyarnos de una mejor manera.
Estudiante de Ciencias Jurídicas
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)