Reflexionando sobre qué es lo que buscan y quiere la gente, si a las cosas y a las personas en su ser y razón de ser, o solo a los beneficios y las utilidades que producen…
En una de las muchas veces que llegué de Valencia a la estación del tren de Chamartín en Madrid, al salir para ir al lugar donde me dirigía, tenía que tomar un taxi, y como están ordenados en varias líneas, tomé el que me correspondía.
Al subir al taxi, el señor taxista me saludó sonriente y muy amablemente y me preguntó hacia cuál dirección me llevaría. Le dije hacia dónde debía llevarme y le pregunté cuánto tiempo con el tráfico de esa hora tardaríamos. Me respondió que, si todo iba bien, unos cuarenta minutos, y arrancó el taxi suavemente. Después de unos cinco minutos le pregunté el modelo y año del taxi y me dijo 15 años. También quise saber si el taxi era de una compañía de taxis o propio. Y me dijo que era propio. Entonces lo felicité por lo limpio y bien conservado que lo mantenía y por el buen olor dentro del taxi.
Entablamos una conversación y me contó que hacía 20 años emigró a Alemania por tres años para trabajar y ahorrar para montar un negocio al volver a Madrid; que trabajó ese tiempo y con los ahorros había comprado el taxi nuevo; desde entonces ya viajó varios millones de kilómetros y siempre le había dado el mantenimiento preventivo que aprendió en Alemania. Me dijo que, gracias a ese taxi, se había casado, comprado un apartamento en Madrid y otro en un pueblo en la costa de Valencia frente a la playa, graduado a sus hijos y que él y el taxi en dos o tres años se jubilarían.
-¿Y qué hará con el taxi? -le pregunté-. ¿Lo venderá?…
-No -me dijo-, este taxi es como mi hermano. Sería ingrato venderlo. Lo quiero mucho, lo he cuidado y seguiré cuidándolo, porque cuidándolo y apreciándolo es como me seguirá produciendo beneficios.
Lo felicité por su planteamiento personal respecto de su vehículo, que técnicamente es una máquina.
Pero lo importante de esta historia es que solo cuidando las cosas y apreciando a las personas que colaboran con uno es que además que se les muestra cariño, ellos también nos dan cariño, las máquinas no averiándose y las personas trabajando a gusto haciendo las cosas con calidad y productividad.
Imagine que los dueños de los taxis y los buses de aquí hicieran algo parecido… Dedicarles el cariño y el mantenimiento adecuado a sus vehículos.
Por eso la reflexión y pregunta: ¿qué es lo que la gente al final quiere? Las cosas y a los colaboradores, o solo los resultados económicos y utilidades que le producen.
En Japón me encontré un planteamiento parecido atendiendo las explicaciones del consultor Kenyi Takagashi… Me aclaró que las máquinas sienten y muestran su estado de salud con una serie de señales que nos envían continuamente. El punto es aprender a interpretarlas y ayudarles a que funcionen siempre bien. Y concluimos: si cuidas tus máquinas ellas te cuidan a ti… Como al taxista del principio.
Nada sucede y se sobreentiende porque sí, todo tiene sus causas y sus efectos. En lo político, lo empresarial, lo laboral, lo social y lo familiar. Tanto lo bueno como lo menos bueno y lo malo, son efectos de lo que hacemos o dejamos de hacer.
De ahí que me atrevo a preguntar nuevamente: ¿Qué queremos? A las cosas y a las personas o solo a los beneficios que nos producen. Según como pensamos, así apreciamos a las personas y cuidamos las cosas.
Pase un buen domingo.
Ingeniero/Pedroroque.net