¿Puede alguien llegar a ser lo que quiera ser? ¿De veras? Así, porque sí, sin más condiciones. No lo sé… a ciencia cierta, no lo sé. Sin embargo, la dichosa frase: “Cada uno puede llegar a ser lo que quiera ser” parecería haberse convertido en una especie deleitmotiv en algunas instituciones educativas y empresas, en mantra progresista, en lema millennial que mantiene en tensión a muchas personas; ya sea por el empeño en “llegar a ser lo que cada uno quiere”, o por el sentido de fracaso por no haber llegado a serlo, a pesar de ¿haber puesto? todos los medios. O no. Porque, al fin y al cabo, quizá aquí está el truco. Son muchos y muchas que piensan que por convencerse y repetirse eso de llegar a ser lo que desean, lo van a conseguir.
Además, si la frase de marras se empareja con otra que tiene raíces comunes: la exaltación de la individualidad por encima de la colectividad, y el rechazo de cualquier autoridad, sea esta la de una persona concreta, o simplemente, la “tiranía” de la racionalidad o de la verdad; es decir, si se repite “puedes llegar a ser lo que quieras ser” junto con “la persona más importante en el mundo entero eres tú”, aderezándola con el “quiérete a ti mismo”, “perdónate a ti mismo”, “consiéntete a ti mismo”… no es que tengamos (a pesar de lo que se podría pensar) la receta perfecta para el éxito, sino, más bien, para la insatisfacción permanente, la frustración en algunos casos. O, también -parafraseando a Karl Popper-, el camino para vivir la propia vida como una “búsqueda sin término” al centrar las motivaciones vitales no tanto en el fin: el éxito; como en los medios para alcanzarlo: pasarlo bien. Un binomio (pasarlo/bien+éxito) que no suele ir de la mano, y que más que satisfacciones, con más frecuencia de la deseable termina por producir problemas.
En relación a todo lo anterior explicaba, con cierta sorna, Peter Kreeft, profesor de filosofía en el Boston College y en el King’s College, en un discurso académico leído recientemente, que esa idea de que todos podemos llegar a ser lo que queramos no funciona, no es verdadera, ni siquiera para Dios omnipotente… porque -decía- el mal no puede llegar a ser bueno por obra de birlibirloque, ni viceversa: el bien no puede “malificarse” sin más. Todas las cosas tienen su propia forma de ser, de modo que si bien es cierto que pueden ser mejores o peores, también es verdad que de la noche a la mañana no pueden convertirse, sin más, en otra cosa. A resultas de que, sencillamente, nada puede llegar a ser lo que simplemente no tiene posibilidad de ser.
Tratando de ampliar esta idea, explicaba gráficamente: “los hobbits no pueden convertirse en magos, solo en mejores o peores hobbits; de la misma forma que los hombres no pueden convertirse en mujeres, sino, simplemente, en mejores o peores hombres” Y, abundando, exponía: uno no puede convertirse en inmortal, pues está en la esencia de la condición humana la mortalidad.
Sin embargo, parece multitud las personas que están convencidas de que aquello de “querer es poder” es una verdad incontrovertible. Y lo es. Pero sólo si se entiende en su contexto, sin recortarle nada; concretamente si no se queda uno en el simple “querer” como si fuera un hechizo que hace ser lo que no es; funciona si se da el paso del simple querer a poner los medios, a trabajar, a sacrificarse, a disfrutar de lo que uno hace, a aprender haciéndolo. Así, en el fondo, eso de “tú puedes ser lo que quieras llegar a ser” es también verdad, pero dentro del propio contexto y las personales circunstancias, aunque éstas impliquen esfuerzo.
Ingeniero/@carlosmayorare