Por muchos años tuve a bien preguntarme si en realidad el Ave Fénix fue una especie indiscutible que se extinguió hace miles de años, o si solo era producto de la mitología de las civilizaciones antiguas. Me cuestionaba por qué tanto la cultura griega, árabe, china, egipcia y hasta los incas tienen historias sobre este pájaro majestuoso que simboliza la renovación y resurrección después del fracaso. Me parecía bastante complejo que hace miles de años, la misma ave, en diferentes regiones y tiempos floreciera como una historia de folklore similar, en tiempos cuales no había ni siquiera un teléfono para comunicarse entre sí. Llegué a pensar que más que una leyenda, este pájaro quizás fue el único en su especie, que no pudo morir cuando todos los dinosaurios colapsaron hace millones de años. Y me interpelaba también si el Fénix no era un pequeño dragón con cara de pájaro, escondido en alguna gruta perdida, encarcelado a propósito por quienes aún lo tienen con vida.
El Fénix legendario es una gran ave, asociada en similitud a una mezcla entre la garza, el águila y quizás el pavo real. Sus colores son una mezcla de rojo maya, rubí, magenta, escarlata, carmín, cobalto purpureo y aureolina. Se le describe con ojos azules que brillaban como zafiros. También nos cuentan que al abrirse sus alas para volar, rompían el cielo con un aura brillante, un halo resplandeciente que iluminaba todo a su paso.
La leyenda también nos dice que el Fénix sabía cuándo era su tiempo de morir. Su ciclo de vida era de 500 años. Entonces construía su propio nido fúnebre, al cual le daba fuego con sus alas. Luego de quemarse a si misma viva, el Ave Fénix se levantaba de las cenizas, flamante, inédita para una larga vida en otro lugar, lejos de donde había permanecido por las últimas 5 centurias.
Más allá del simbolismo mitológico o surrealista del Fénix, esta ave épica y valiente simboliza el renacimiento y la resurrección de lo bueno y lo que nunca deja de ser. Ha sido utilizada como una fabulosa representación de todo aquello que resurge después de haber sido consumida, y/o destruida quiméricamente por sí misma. Se le asocia como figura de metáfora al cristianismo, con Jesucristo y con humanos excepcionales que lograron consagrarse a lo más alto después de haber caído sin extinguirse. Personas que fueron capaces de levantarse con nuevos brillos y mejor que antes; después de haber descendido derribados por su propia naturaleza.
No es fácil levantarse de las cenizas después de pasar por muchas dificultades. Nuestra civilización actual, dominada por los instintos primitivos de hacer dinero fácilmente y utilizando el exhibicionismo material de las redes sociales y el Internet, ha olvidado la decencia y la exquisitez del esfuerzo de ir despacio pero seguro. La excelencia del ser humano radica en su capacidad inigualable de alzar el vuelo después de los obstáculos, tal como el Ave Fénix, tan inmortal y perfecta. La distinción de elevarse de nuevo después de un tiempo de sequía es más que meritorio y admirable. Solo el trabajo duro, el esfuerzo constante por aprender lo verdadero, junto con una pasión extraordinaria desde el amor por lo que hacemos, es lo que nos saca de cualquier desgracia. Pero esta vez, ya no para una vanagloria egoísta de éxito superfluo con base en tecnologías insensatas, sino para enaltecer a Dios y sus designios, igual que el Ave Fénix esta historia.
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