Cuando hablamos de número, no nos referimos a resultados económicos o al ranking de resultados de x o y actividad, sino a la esencia de la nación, su número de habitantes, porque el número de personas que la conforman es importantísimo, tanto que podríamos decir que de ese número depende la existencia misma de la Nación.
El día que el creador estableció como mandato “multiplicarse, fructificar y dominar la tierra” también establecía el elemento cuantitativo de la nación, prácticamente establecía el número de personas como una condicionante fundacional y es que sin población no hay generaciones y sin generaciones no podemos sostener la nación, así igualmente el creador por su lado y para ayudar a que ese mandato fuera efectivo ponía a favor de la humanidad una tierra, un mundo, un planeta, con recursos ilimitados, con elementos que nunca se acaban y nos daba la libertad para crear otros por si alguno no fuera suficiente, es decir que nos daba la posibilidad de ser naciones numerosas con recursos permanentes e ilimitados.
Lo anterior pareciera ilógico o al menos contrario a lo que “el mundo científico” ha tratado de vendernos, que todo es limitado, que no hay suficiente espacio para más población y menos para alimentarla, pero en contraparte las evidencias dicen todo lo contrario, aún no llenamos todos los espacios y si es por comida cada año desperdiciamos unas 1050 millones de toneladas, que es equivalente al 19% de la producción mundial y si es por espacio toda la población mundial cabría en 1050 km2, otros cálculos estiman que todos podríamos vivir en el territorio del Estado de Texas en casas que incluirían hasta un patio trasero.
Entonces ¿por qué hemos dejado de multiplicarnos? Porque tenemos miedo y también falta de confianza en la orden que se nos ha dado y del recurso disponible para cumplirla, ya El Salvador ha caído en esta categoría con un indicador de repoblación de 1.4 habitantes, inferior al mínimo establecido por Naciones Unidas en 1.6, es decir estamos cerca de perder el bono demográfico y la oportunidad de sostener las próximas generaciones de salvadoreños en su número.
Esto es fatal para nuestra subsistencia como nación, de ahí que se vuelve necesario volver a comprender la importancia de tener hijos, de fortalecer la institución del matrimonio y no solo bajo la perspectiva del amor si no de la gran necesidad de sostener la nación, la identidad, lo que nos conforma como personas y nos identifica en el mundo como parte de.
Las políticas públicas deben orientarse nuevamente a comprender el valor del número, que debemos recuperar la confianza en la reproducción, por tanto, en generar las condiciones para que las familias retomen el mandato, fructifiquen y dominen los recursos con la ciencia, la tecnología, el conocimiento y hagan brotar de lo que poseemos, todo lo infinito que es posible hacer brotar. No podemos seguir siendo presas del miedo a construir familias numerosas, que completen el ciclo virtuoso de la genealogía y que generación tras generación podamos cumplir la visión de ser naciones prósperas.
Una nación no es nación por su riqueza, lo es por su fortaleza, por su número y por cuanto este número ha cumplido con sus mandatos, es fuerte por las habilidades para dominar la tierra que ha recibido y porque es capaz de valerse por si misma, confiada en que lo más importante que posee es su gente y la promesa de recursos ilimitados para sostenerla.
Comunicador.