No sé desde cuándo, cada vez que sucede un accidente grave, cobijado bajo el titular que induce a pensar que fue mala suerte diciendo “Se le fueron o le fallaron los frenos”, posiblemente quede en el limbo sin saber qué sucedió en la realidad y entendiendo el suceso, como cuando alguien cuenta a otra persona: “Fíjese, el señor tropezó en una piedra que alguien -no se sabe quién- dejó en la acera y como se había levantado con el pie izquierdo, -¡qué mala suerte!- se hirió gravemente la cabeza y en el traslado al hospital falleció…
En relación con el nuevo caso de “se le fueron o le fallaron los frenos”, en el grave accidente de esta semana en Santa Elena, lo que veo diariamente porque camino por esa zona, es que microbuses, buses y camiones cargados con tierra, a simple vista, circulan a setenta kilómetros por hora, incluso en la zona de la embajada de EEUU.
Técnicamente, los sistemas de frenos, incluso de las diligencias tiradas por caballos hace doscientos años, y en todos los vehículos, de todos los tamaños, de todas las marcas, en todos los países, han sido diseñados por ingenieros especializados, con más que suficiente robustez para que frenen en momentos de emergencias, incluso con sistemas electrónicos sofisticados de ABS para cuando la carretera esta mojada o tiene una capa de hielo. Los frenos no se van, es una forma de explicar y dejar en el aire las verdaderas razones. Si después del accidente buscan, el sistema de frenos en el vehículo accidentado, ahí están o quizás del gran golpe del choque se hayan roto.
En los carros livianos, el sistema de frenos funciona por el rozamiento de las pasillas de frenos en cada uno de los discos en las ruedas, que actúan por la presión hidráulica de la solución de frenos a través de un sistema de distribución, cuando se presiona el pedal. En los vehículos pesados el sistema actúa por la presión del aire comprimido y están especialmente diseñados para que funcionen con efectividad para el peso de la carga y la velocidad permitida.
Pero, para que funcione adecuadamente, deben estar sometidos a un programa de inspecciones y de mantenimiento y las llantas deben tener suficiente perfil para que con el rozamiento con la carretera frene al vehículo. Y además, el motorista debe estar en condiciones físicas y sicológicas para utilizarlos con prevención y evitar cualquier accidente. Y tenemos un reglamento de tránsito que regula las velocidades a las que pueden circular todos los vehículos y los tipos de licencias que deben tener los motoristas.
Está todo pensado para que no existan accidentes. No es lo técnico en su diseño lo que falla, sino las conductas de las personas involucradas en el transporte, de pasajeros, mercancías y materias primas pesadas en camiones de gran tonelaje.
Es cuestión de respeto a las reglas técnicas de las empresas propietarias de los vehículos y conductuales los motoristas que los manejan. Los camiones cisternas que transportan combustibles, manejados por motoristas certificados, creo que son los que manejan con más prudencia a la misma velocidad y de día y de noche. Cuando viajo de noche me sirven de guía con sus cintas fluorescentes.
Mientras se sigan proyectando los costos de inspección y mantenimiento como gastos y tolerando las conductas erróneas de los motoristas y todo quede como mala suerte, lo de “se le fueron o le fallaron los frenos”, seguirá como una nube de la mezcla de faltas contra el sentido común, la lógica, la seguridad, las leyes, los reglamentos y el mal mantenimiento de los vehículos.
Señores, por favor seamos razonables… Son vidas y familias que sufren las consecuencias, además de los costos empresariales que afectan la economía de las empresas y los costos sociales a todos.
Ingeniero/Todo es más fácil y más sencillo con sentido común