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2025

 Feliz y bendecido 2025 para todos, para los que empiezan su vida de adultos, para los que decidimos que hacer con el resto de ella, para los que son el presente y los que están viendo su ocaso. Que nuestra meta sea dejar un legado de bondad y paz para este país tan sufrido

Por Carmen Maron
Educadora



    Este 1 de enero entramos oficialmente al segundo cuarto del siglo XXI . Recuerdo que el 31 de diciembre de 1999, unos amigos y yo estábamos sentados en mi casa, esperando ver si se iba la luz, se cortaba el agua, dejaban de servir los (entonces novedosos) ATM y celulares (que ya no eran los "amansalocos", pero sí mucho más grandes) y las estaciones nucleares explotaban, ante ese inesperado cambio a un 2000. Sonaron las doce y, alguien, por curiosidad, marcó un teléfono celular. Servía, había luz y seguíamos vivos. Nada de lo que temíamos pasó. Brindamos por el nuevo siglo...


       El mundo, al comenzar el siglo, era un lugar idealista y El Salvador más. Si bien se levantaban voces que cuestionaban el gobierno de aquel entonces, nuestra generación quería olvidar la guerra. Todavía no teníamos los niveles de violencia que aquejarían más tarde nuestra Patria y, a los 29 y 30, muchos empezábamos a conocer un país que se reconstruía. Ataco y Apaneca comenzaban a sonar, la Barra de Santiago era la playa de moda para temporar y ver cosas importadas había dejado de ser algo extraño. Muchos estábamos solidificando relaciones o comenzando familias o adquiriendo el primer carro. Nuestro futuro parecía ser prometedor, armónico. Fue justo ese año 2000 que decidí quedarme a vivir en esa tierra que mi padre había escogido como propia. Veinticinco años después, frisando los 55, miro hacia atrás con una mezcla de tristeza y risa. Quizás entiendo a la generación actual por mi propia experiencia en esos años: cuando uno ha vivido encerrado y con miedo durante mucho tiempo, el sentimiento de libertad es inexplicable. Uno quiere experimentar todo lo que uno no pudo.


     Hasta los cuarenta (tenía veintinueve en el año 2000) viví dentro de lo normal del ser humano. Amé, adquirí mi casa, tuve una familia política espectacular, viaje, fui feliz en mi trabajo, perdí a un bebé, regresé a la fe. Amaba mi tierra de volcanes, mis atardeceres con celajes en verano y los días de lluvia en invierno. Desconocía muchas cosas, y realmente, no me importaban. La política me interesaba para debatir con papá. Tenía amigos de todos los estratos sociales, pero, claro, me movía en uno: el privilegiado. Era "MI" El Salvador.


     Fue en ese año 2011 cuando papá tuvo un accidente automovilístico, del cual sobrevivió de milagro. Tuve que cambiar todos mis esquemas y comenzar a trabajar en la empresa familiar. Allí empecé a descubrir a otra Carmen. Me di cuenta de que había vivido por años con muchas mentiras, por ejemplo, que era incapaz de ejercer liderazgo. Motivada, tomé un diplomado en habilidades gerenciales. Aprendí a usar las redes sociales. Trabajé en lo que ahora se llama Responsabilidad Social Empresarial, que entonces era algo novedoso. Al final, papá y yo, parecidos en carácter, pero con ideas muy diferentes de lo que era llevar una empresa, decidimos que ya no trabajaríamos juntos. Y, sin querer queriendo, esa decisión me llevó a realizar el sueño de mi vida: ser directora de un centro de idiomas.


    Los siguientes seis años me enseñaron muchísimo más y, por sobre todo, me sacaron de mi burbuja. Dentro de mis responsabilidades estaba generar la parte del inglés para proyectos. Vi la realidad diaria de los salvadoreños y fui a cantones dónde la pobreza era impresionante. Me enfrenté con lo que era el verdadero El Salvador. Todo esto me cambió. Por sobre todo, me cambiaron las mujeres con las que trabajé, mujeres cuyo nivel educativo e intelectual era muchísimo superior al mío, pero que no habían tenido los privilegios que yo tenía y, por lo tanto, estaban estancadas y temerosas de tomar decisiones que podían afectar su estabilidad económica y soportaban casi cualquier cosa por un sueldo. Yo, viniendo de la escuela de papá y de las prédicas del Padre Jaime acerca de la importancia de la dignidad humana, era una criatura rara para ellas, al igual que para mis jefaturas, que no entendían "por qué mimaba tanto a mi gente". Fue tan duro el golpe de realidad que, cuando tuve la oportunidad, saqué un diplomado en sistemas políticos y administración pública. Escribí mi trabajo acerca de la mujer y la política. Cuando me gradué en el 2019, a los 48, soñaba con trabajar en una ONG, planeaba implementar los sistemas STEM en la educación de las niñas y mil cosas más.


    Y vino la pandemia....y nunca lo pude hacer. Al final, decidí no renovar mi contrato donde trabajaba porque la pandemia se alargaba y yo nunca había estado sin trabajo más de dos meses. No contaba con lo larga que iba a ser. Durante los siguientes dos o tres años, intenté encontrar plazas en ONGs, pero el mundo educativo había cambiado, el país había cambiado, y yo había envejecido. Me di cuenta de otra realidad: podía tener un currículum de diez páginas, pero tanto la edad, como la experiencia como el privilegio eran ahora mis enemigos. ¿Quién va a creer que una vieja cincuentona que fue niña "bien" va a funcionar en una ONG?


    Una mañana, a principios de este año me desperté, me hice el café de la mañana y me senté, lista para otra sesión de solicitar empleos, cuándo me encontré un artículo acerca de el "legado". En él, una gerente contaba cómo había cambiado la vida corporativa por las aulas universitarias. No hice nada, pero, me dejó pensando, cuando a las semanas me ofrecieron clases, lo tomé. Redescubrí mi amor por la enseñanza, sólo que ahora era mucho más apasionante. Por primera vez podía crear mis clases desde mi experiencia laboral. Es más, mis jefes son más jóvenes que yo, y es tan gratificante, pues me ayudan a ver el futuro con los ojos del presente.


    Entro al segundo cuarto del siglo XXI como una "cincuentona", con muchas interrogantes y con una única certeza: nunca voy a ver el tercero. ¿Qué de mi vida? Me encantaría pasar más tiempo en las aulas. He contemplado cumplir mi sueño de joven y estudiar derecho. Quiero escribir un libro del P. Rutilio Grande y otro de mi historia familiar, partes de la cual parecen sacadas de una novela de García Márquez. Sigo soñando con inspirar a las mujeres. Pero todo eso va de la mano con las demandas de la vida familiar y los nuevos retos que se asumen conforme los padres y uno mismo envejecen. He aprendido que la vida progresivamente se vuelve más lenta y es más difícil lograr los sueños, pero uno no debe de perderlos.


     A todos los que van a brindar este 2025 como yo brindé el 2000 (es decir, a los de 25 a 30 años) les dejo este consejo: miren fuera de la burbuja, piensen fuera de la caja, escuchen consejo, lean, no sean indiferentes, prueben cosas nuevas, pónganse metas y retos. La vida pasa y los veinticinco o treinta años que tienen frente a ustedes definirán no sólo sus vidas, sino las de sus hijos y sus padres. Si de algo me arrepiento es de no haber estudiado más, de haber cambiado retos por una vida cómoda hasta muy tarde.


     Feliz y bendecido 2025 para todos, para los que empiezan su vida de adultos, para los que decidimos que hacer con el resto de ella, para los que son el presente y los que están viendo su ocaso. Que nuestra meta sea dejar un legado de bondad y paz para este país tan sufrido. Y a todos los que me leen:


   "El Señor te bendiga y te guarde,
  el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti,
  el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.

(Números 6, 24-26).

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