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Un duende se apoderó de Bridget

Los dogmas y la fe en seres mágicos y la magia se resisten a desaparecer del cerebro humano por su aparente habilidad para explicar lo inexplicable y dar consuelo ante la incertidumbre y la muerte. Muchos sacerdotes cristianos lucharon con ahínco para eliminar estos dogmas, incorporando elementos del folklore en sus propias narrativas y demonizando estas prácticas y otras asociadas; con poco éxito por mucho tiempo.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

Bridget se acomodó con desgano en la silla, junto a la mesa. Su verdadero deseo era salir de la cabaña de madera donde vivía para respirar aire fresco. Su marido se lo impidió y le exigió que comiera. Su prima Mary colocó un platillo con un trozo de pan frente a Bridget, quien lo cortó en tres partes con las manos.

- ¡Has cortado el pan en tres partes! ¡Esto prueba que estás poseída por un duende! ¡Tú no eres Bridget, la mujer con la que me casé!- dijo el marido, con el rostro encendido por la ira.

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Creer en duendes y brujas en Irlanda tiene profundas raíces en el folklore celta, que se remonta a tiempos precristianos. Los celtas, que se establecieron en Irlanda alrededor del año 500 a.C., trajeron consigo una rica mitología llena de seres sobrenaturales, entre ellos los Tuatha Dé Danann, una raza de dioses y seres mágicos que, según las leyendas, fueron relegados al inframundo con la llegada de los humanos. No obstante, cuando los humanos fallecían, sus almas eran llevadas a ese mundo mitológico por los "leprechauns" (duendes), cuya ubicación ya estaba identificada por los irlandeses como "otherworld" u "otro mundo". Algunos valientes se acercaban a estos lugares para ver a sus seres queridos, hablar con ellos y sentir su protección y afecto.

Irlandeses expertos en el tema aseguraban haber visto cómo los duendes se apoderaban de los cuerpos humanos, cambiando sus comportamientos y generando problemas. A este fenómeno lo llamaban "changeling". Los signos y síntomas del changeling eran difundidos por los expertos, asustando a los habitantes y haciéndolos sospechar de sus familiares con cambios en su conducta. Los leprechauns eran hombrecitos bajitos, traviesos, solitarios, de mirada cínica, muy hábiles zapateros que escondían sus riquezas en ollas de oro al final del arco iris.

Aunque parezca un disparate, estos dogmas todavía persisten en la cultura popular y el turismo de Éire, otro nombre oficial de Irlanda. Las brujas también son importantes en el folklore de Éire, aunque la persecución de estas mujeres fue más destacada en otras partes de Europa, especialmente en la Edad Media y el Renacimiento.

Bridget había ido en busca del "otro mundo" para encontrarse con su madre, aunque sin resultados. Escuchando a escondidas a uno de sus primos, quien padecía una enfermedad incapacitante y lograba atención exponiendo su alto conocimiento sobre los duendes, ella había acudido un par de veces a los "fairy trees", portones para ingresar al mundo mágico. Estos árboles, aislados en planicies o montañas, cuya remoción podía conllevar mala suerte, como accidentes o enfermedades que terminaban en la muerte, eran sagrados y mágicos. Ejemplos de ellos eran "El Árbol de Lone" y los espinos, estos últimos preferidos por las hadas.

Los dogmas y la fe en seres mágicos y la magia se resisten a desaparecer del cerebro humano por su aparente habilidad para explicar lo inexplicable y dar consuelo ante la incertidumbre y la muerte. Muchos sacerdotes cristianos lucharon con ahínco para eliminar estos dogmas, incorporando elementos del folklore en sus propias narrativas y demonizando estas prácticas y otras asociadas; con poco éxito por mucho tiempo.

Bridget no había encontrado a su madre en los árboles que visitó. Sobre las raíces de uno de ellos solo había visto ofrendas, producto de rituales, como cintas, monedas o alimentos, para honrar a las hadas y solicitar un favor o evitar su ira.

Bridget Cleary era una bella mujer que ponía en práctica las habilidades que le daba su hemisferio derecho. Sabía bordar y coser, por lo que se había comprado una máquina Singer, que usaba con gran habilidad y rapidez. Le gustaba diseñar piezas de ropa novedosas que vendía a sus vecinos, quienes se convertían en sus clientes y le solicitaban más prendas con frecuencia. 

Había nacido como Bridget Boland probablemente en 1869 en Ballyvadlea, condado de Tipperary, Irlanda. Muy independiente y con deseos de autosuficiencia, había convencido a sus padres de permitirle estudiar para modista en Clonmel, una localidad del mismo Tipperary, atravesada por el río Suir, rodeada de montañas y colinas. Allí conoció a Michael Cleary, un robusto tonelero, en agosto de 1887, errando al casarse con él.

Luego del casamiento, regresó a su hogar para continuar viviendo con sus padres en la cabaña perteneciente a ellos. Michael se quedó en Clonmel, trabajando como tonelero. Durante la ausencia de su cónyuge, la autonomía de Bridget incrementó. Criaba gallinas y vendía sus huevos a los vecinos, con lo que adquirió la Singer, un aparato novedoso para ese entonces. Después de ocho años de matrimonio, Michael se mudó al hogar de su esposa, aunque no habían tenido hijos. La señora Boland murió y los jóvenes esposos se hicieron cargo del débil y sin carácter padre, Patrick Boland.

Pero Michael no era feliz. Se enteró de que los lugareños comentaban que Bridget obtenía mayores ingresos que él gracias a la costura y elaboración de sombreros. Verla ponerse medias negras y sombrero le irritaba. No era sumisa y no le pedía permiso para nada. Decía lo que pensaba y se sentía feliz con su trabajo. La única ilusión de la esposa era su negocio del vestir. Michael cayó en la cuenta de que Bridget había cambiado. No era la misma que el día que se habían casado. Sospechó que un leprechaun se había adentrado en su cuerpo, expulsando el alma de su mujer, su propiedad, que ahora vivía en "el otro mundo". Sus sospechas se vieron confirmadas cuando le sacó la verdad: nuevamente había visitado el árbol de los duendes, en busca de su madre, de donde había regresado enferma, tosiendo fuertemente, desarrollando fiebre rápidamente y frustrada por no haber visto a su progenitora. Michael llamó al pariente “experto en duendes”. Entre ellos dos, otro primo y Patrick Boland, la sujetaron con violencia a la cama para obligarle a beber una pócima elaborada por el “experto”, con hierbas y orines, en un intento de expulsar al duende de su cuerpo. Debían esperar nueve noches para que el intercambio de almas se diera, de lo contrario, la perderían para siempre.

En la novena noche, Bridget, amarrada con correas a su cama, analizó la situación y decidió seguirle el juego a su marido. Le aseguró que había regresado y que el duende había sido expulsado gracias a la pócima. Michael dudaba pero la soltó. Al verla cortar el pan en tres trozos y negarse a comer, le metió con fuerza los trozos a la boca, frente a su suegro, sus dos primos y Mary Kennedy. Fuera de sí, la levantó de la silla y la estrelló contra el suelo, golpeando mortalmente su cabeza contra un lecho cercano a la chimenea de la casa. La sangre de su occipucio emergió rápidamente, pero la joven continuaba viva. Los parientes no se atrevían a enfrentar al marido furioso, quien no contento con la lesión mortal, vertió el aceite de la lámpara de mesa sobre Bridget y le prendió fuego. Todos impávidos observaron cómo Bridget se quemaba, sin hacer nada. Michael aseguraba que pronto su alma regresaría por la chimenea para sustituir al leprechaun. ¡Hasta la siguiente!

Médica, Nutrióloga y Abogadamirellawollants2014@gmail.com

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