Por De entre las características para ser un buen líder decidí la de “caer bien”, porque todos sabemos diferenciar entre “caer bien” y “caer mal”.
Si se para frente a un grupo que no lo conoce, según la distribución normal, estadísticamente al 20% le caerá bien, a otro 20% no tan bien y al 60%, si les preguntan sobre su impresión, dirían que esperarían tratarlo para opinar.
Cuando trabajaba en Ford como superintendente de producción me asignaron un área de producción de unos 150 operarios muy descontentos con el superintendente anterior.
Sabiendo cómo estaba el ambiente y pensando cómo reordenarlo, me acordé de una historia que me contó mi padre sobre el nuevo alcaide de una prisión que quería mejorar el ambiente entre los reos y su solución fue implantar medidas que fueran bien vistas por todos y no perjudicaran a ninguno.
Y aplicando este principio el primer día, antes que terminara la pausa de media hora de comida, bajé de la oficina y frente a la expectativa de los operarios sobre el nuevo superintendente, me paré a unos 20 metros del área más conflictiva, con tranquilidad me quité la corbata y el saco y los colgué en un pilar.
Normalmente después de comer los operarios dejaban los restos de su comida sobre las mesas y el supervisor, un poco después de arrancar la línea, mandaba a dos relevadores a limpiarlas.
Llamé al supervisor y le pedí que no mandara a limpiar las mesas y que cinco minutos después de arrancar la línea, enviara al relevador a relevar a cualquiera de los operarios y le dijera que viniera donde yo estaba. Lo hizo y cuando el operario vino le di la mano, le pregunté a él primero cómo se llamaba, luego le dije mi nombre. Después le pregunté en cuál mesa había comido y si sabía cuáles eran los restos de su comida. Sí, respondió. Entonces le pedí amablemente que los fuera a buscar y los pusiera en el depósito de basura. Me contestó que eso lo hacían los relevadores.
Amablemente le dije: A partir de hoy después de comer cada uno recogerá los suyos y los pondrá en el depósito de basura antes de volver a su puesto de trabajo. Sonriendo me ofreció que si yo quería, él podía limpiar de una vez las tres mesas, pero le respondí que no. “¡Por favor, recoja solo lo que usted dejo! Y después, por favor dígale al supervisor que le indique al relevador que releve a su compañero y que venga para hablar conmigo”. Lo hizo y repetí el mismo procedimiento con los 28 operarios del área. Tardé dos horas en las conversaciones y a partir de ese día cada operario en todas las mesas limpiaría los restos de su comida.
Entendieron que empezábamos una nueva fase y trabajando en equipo, en los siguientes dos años reorientamos la cultura de respeto, trabajo y eficiencia y fuimos el mejor área en producción, calidad, seguridad, ausentismo y otros parámetros, a tal grado que en un acto con todo el personal el CEO de la planta de Valencia nos concedió un premio por los logros que entre todos habíamos conseguido.
El éxito se debió a que con amabilidad y autodisciplina reorientamos las conductas desde el primer día.
Unos meses después del premio, me llamó CEO a su oficina para asignarme un nuevo proyecto cuyo objetivo fue la reconversión cultural de los ocho mil empleados de toda la empresa para implantar un nuevo sistema de participación organizando círculos de calidad.
Caer bien es mejor que caer mal, permite trabajar con menos estrés y asegurando el éxito. Siempre es conveniente considerar el lado humano del liderazgo y estar claro, si se goza de respeto y admiración o de temor y rechazo.
Ingeniero/p.roque@gccinternacional.net