Como miles de salvadoreños, tengo un hermano que vive en el extranjero. Y él se viene de paseo de cuando en cuando. La gira de sus vacaciones en el país incluye la visita a varios pueblitos y ciudades fuera de la capital. Este año, volvimos a regresar al occidente, y desde luego, Nahuizalco siempre nos cautiva. Desde San Salvador a Sonsonate, y por vías alternas obligadas, llegamos por fin a la Ruta de las Flores. Cientos de veraneras nos sorprendían mientras el auto se enrumbaba sobre la calle de los talleres de carpintería que ofrecen sus obras de arte, talladas en madera, con diseños cada vez más lindos. Las mueblerías de la calle a Nahuizalco no solo nos deleitan con su trabajo, sino que también nos recuerdan el tesón y el empeño de sus artesanos, quienes, aún en medio de la ola de productos importados chinos, nunca han dejado de ofrecer sus tesoros en madera, por tantos años.
Al llegar a Nahuizalco, el reloj marcaba unos minutos antes de las ocho de la mañana, buscamos un parqueo cerca del Mercado Municipal. Caminamos luego rumbo al parque central y las vendedoras de verduras y frutas nos recibían con su encanto y sonrisa. Sus productos frescos, tan bien mostrados en sus canastos, no solo me impresionan por su frescura, sino que invitan a llevárselos. Era imposible no quedarse admirando a las vendedoras, de los ramos de cebollines, o las arvejas verdecitas recién cortaditas y sacadas de sus vainas, o los rabanitos rojos entre carmesí y escarlata, o los ayotes fresquitos y tiernos que tanto nos gustan. Por supuesto era tiempo de la jícama, y qué gusto verlas recién cortadas entre la albahaca de gallina, el perejil, el orégano y la hierbabuena también.
La cuajada de pura leche de vaca fue la opción preferida para mi hermano, y luego de conseguirnos un dólar de pan de papa, dispusimos a engullirnos la delicadeza del lugar. El nuevo Mercado Municipal de Nahuizalco es para nosotros, un lugar para hacer antesala en nuestra ruta a Occidente. Es un modelo de los pequeños limpios y lindos mercaditos que podrían replicarse en otros lugares también. Ahora bien, como no habíamos desayunado, y el pan con cuajada no pudo colmar nuestra hambre; y dado que nuestro estómago tamborilero continuaba chirriando, seguimos caminando buscando un comedor o una pupusería que estuviese abierta. De pronto, la encontramos frente al Parque.
Las pupusas nos extasiaron: delicias revueltas, de queso con loroco y de frijoles. ¡Yumi! ¡qué deliciosas estaban! El parque frente a nosotros, aunque iluminado, por la hora de nuestra audiencia, es un lindo espacio, tanto de día como de noche durante las festividades navideñas.
No podíamos partir sin visitar una de las atracciones más significativas del lugar: el nacimiento del Niño Jesús (o Natividad) hecho por doña Toñita (Petrona Rosario Chávez de Martínez), quien heredó de sus antepasados no solo la costumbre de hacerlo para su propia familia, sino que lo comparte para todos. Lo maravilloso de observar con detenimiento esta obra, no solo es que abarca un buen pedazo de su casa, sino pensar en todo el esfuerzo en tiempo que representa ensamblarlo.
En esta edición 2022-2023, ella lo ha llenado de miles de figurines de barro, algunas que se mueven y funcionan con batería o luz eléctrica, mientras otras con divertidos caracteres. También incluye el agua, que fluye dentro del nacimiento, entre fuentes y quebradas. Una tradición de más de 70 años según nos contó una de sus hijas, de quien nos despedimos con aprecio, en nuestra salida del lugar.
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Eleonora Escalante Strategy Studio
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