En pleno año electoral, una vez más la cuestión migratoria domina la política en Estawdos Unidos. Es el tema que más martillea Donald Trump, claro favorito republicano para medirse nuevamente contra Joe Biden, tocando la fibra de una base republicana que ha llegado a convencerse de que todos los males del país son achacables a la presencia de migrantes que logran traspasar los muros de la frontera con México. Contra este eslogan tan poderoso como maniqueo, Biden se ve abocado a emplear una retórica antiinmigrante más agresiva y procura sacar adelante una reforma migratoria bipartidista que su archi rival torpedea desde el trono del partido republicano, asegurándose de que de ahora a noviembre la crisis migratoria sea lo suficientemente compleja como para que el votante asustadizo lo tenga en cuenta a la hora de votar, lleno de miedos contra la presencia “foránea”.
Grosso modo, ese es el panorama en Estados Unidos en lo que respecta a un problema, el de los inevitables flujos migratorios desde países pobres y sumidos en la violencia, que ni es nuevo ni dejará de existir por mucho que los populistas agiten lemas xenofóbicos. En Europa el mismo dilema está sobre la mesa y desde la extrema derecha a la izquierda todos se desgañitan en busca de soluciones: los ultranacionalistas se inclinan más por políticas que ignoran los preceptos básicos del derecho a solicitud de asilo y los más moderados se ven emplazados a endurecer las medidas, temerosos de perder elecciones. Lo cierto es que ni unos ni otros pueden atajar del todo esas oleadas migratorias que van de un continente a otro, siguiendo los cantos de sirena de una vida mejor en regiones prósperas. Digamos que el sueño americano se extiende también al sueño europeo: la idea de que en algunos lugares del mundo abundan las oportunidades para aspirar a una existencia digna.
Sin ir más lejos, desde el verano el Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas se ha convertido en improvisado refugio de migrantes procedentes de África. Hace un par de semanas un conocido que llegó a la capital española me comentó que en la terminal 4 había visto más de treinta hombres (todos jóvenes) durmiendo sobre cartones en el suelo. Eso fue lo primero que vieron los viajeros antes de pasar por Aduana. Unos días después, los telediarios informaban sobre el caos que reina en algunas dependencias del aeropuerto; el portavoz del sindicato de policías que opera en este aeródromo denunciaba que se trata de una situación insostenible por las condiciones de insalubridad y precariedad en las que viven los migrantes varados. El número es cada vez mayor y se ha requerido la presencia de los antidisturbios.
El diario digital El Confidencial ha publicado un extenso trabajo sobre el origen y destino de estas rutas de migrantes que hoy afectan al Aeropuerto Adolfo Suárez: la mayoría de los viajeros proviene de Somalia, Senegal o Mauritania y habían contactado en sus países de origen redes que los mueven por todo el mundo. Muchos de los migrantes compran billetes de avión cuyo destino final es Nicaragua, pero antes suelen pasar por Casablanca (Marruecos), Madrid, El Salvador y finalmente Managua, donde el gobierno de Daniel Ortega no exige visa, a sabiendas de que es solo la puerta de entrada para proseguir el camino hacia la frontera con Estados Unidos. O sea, en muchas ocasiones Europa es para el migrante africano solo un alto en el camino.
Entonces, ¿a qué se debe la presencia cada vez más numerosa de migrantes que se quedan en la escala en Madrid y solicitan asilo? Según la información de El Confidencial, en países como El Salvador han comenzado a cobrar unos mil euros por tasas. A fin de cuentas, en la ruta no sólo los traficantes de personas quieren lucrar y es posible que forme parte de acuerdos beneficiosos con Estados Unidos para frenar el imparable tránsito de personas. Cuando a los migrantes no les salen los números por la cantidad de dinero que desembolsan desde que comienzan el periplo en manos de las mafias hasta que llegan a la frontera México-EUUU –después de atravesar la Selva del Darién y sortear los peligros en territorio mexicano–, Madrid o cualquier otra ciudad europea se convierten en la última parada de su odisea.
Por lo pronto, el Ministerio del Interior busca salidas para despejar el cuello de botella en que se ha convertido el aeropuerto, donde ahora los turistas se tropiezan con migrantes hacinados que deambulan por las zonas comunes como habitantes de un limbo migratorio. Es un paisaje humano que descoloca, ya que rompe los esquemas de una visita que promete ser estelar en un país donde se vive y se come bien. Hay sueños y sueños. Siempre ha sido así. No es nada nuevo por mucho que lo falseen los que mienten. [©FIRMAS PRESS]
*Twitter: ginamontaner