Dijo un célebre pensador francés: “Quitad a un árbol sus raíces, y será juguete de todos los vientos”, refiriéndose a la importancia que para la vida y la libertad de los pueblos, la cimentación y conservación de sus tradiciones, costumbres, acervo cultural y religioso, constituían su más grande vínculo de unión, reforzando así su amor a la Patria, para defenderla de quienes pretendieran cambiar sus costumbres, creencias y tradiciones para convertirla a nuevas ideologías para manipular a la población, hasta convertirla en un grupo amorfo, sin ningún ideal propio pero de acuerdo con los intereses de quienes ejercieran el poder.
Ya la historia ha demostrado que esto ha sido el plan de los dictadores para dominar a los pueblos, manteniéndolos en la ignorancia y borrando un pasado de grandes gestas heroicas y pequeños recuerdos, para sustituirlo por un nuevo estilo de vida ofreciéndoles un futuro mejor, en una nueva nación. Es el guion que Bukele ha cumplido a la letra desde que llegó al poder.
Cambió el escudo nacional sustituyendo sus colores por un eterno negro, que lucen también los nuevos escudos de varios municipios, y la leyenda de República de El Salvador en la América Central, por una cantante que para lucir sus, a veces dudosas aptitudes para el bel canto, por una corona de estrellas. Decidió que nuestro Himno Nacional que entonaban masivamente los ciudadanos, lo haría una cantante que podía cambiar sus notas marciales, por adornos y florituras, como se acostumbra en Estados Unidos. Ha desprestigiado la celebración del 15 de septiembre alegando que seguimos siendo víctima de los mismos de siempre de gobiernos anteriores, fecha que escogió para anunciar su intención de reelegirse, mancillando nuestra Constitución que él juró en vano cumplir, y le prohíbe terminantemente permanecer un día más en el poder.
Se ha burlado de los Acuerdos de Paz, despreciando su relevancia que ha sido ejemplo en otros países, como una manera de terminar un doloroso conflicto, para borrar de la memoria histórica la tragedia de El Mozote, impidiendo el acceso de los jueces a los archivos militares y destruyendo los monumentos que los sobrevivientes levantaron en memoria de las víctimas. En un hecho insólito, hizo a los miembros de las Fuerzas Armadas, en su toma de posesión, jurar lealtad a él, y no a la Constitución de la República.
Y en esta época navideña, en que todo el mundo cristiano celebra el nacimiento del Redentor, nuestras costumbres están siendo olvidadas. Pocos recuerdan la alegría de las Posadas, con José y María recorriendo los vecindarios, cantando “En nombre del cielo, os pido posada...” alegría de chicos y grandes, y que Salarrué inmortalizó en uno de sus inolvidables Cuentos de Cipotes. Los nacimientos son cada vez más escasos, y aunque en la mayoría de los hogares el portal de Belén, con Jesús, María y José rodeados de ángeles, reyes y pastores se sigue repitiendo, en los lugares públicos ha desaparecido completamente.
Hoy, hasta la figura de Santa Claus, con su trineo de renos, y muñecos de nieve, que nada tenían que ver con nuestro clima tropical, han sido sustituidos por las empresas que en espacios públicos, están usando la Navidad como una oportunidad de mercadeo y publicidad, de bastante mal gusto. Poco atractivo ver redondeles con vasos de café, osos, sorbetes gigantes, comida rápida, con el logo de la empresa y todo tipo de figuras verdadermente grotescas, como un tigre y un dragón, carentes del entrañable espíritu navideño.
Golpe de gracia para convertirnos en un país sin pasado, sin fe, sin tradiciones ni respeto, para ser munipulado como se les antoje a quienes se mantendrán en el poder. Nuestra única esperanza es que sean las familias las que transmitan, de padres a hijos, en el calor del hogar, las costumbres y tradiciones que han hecho del pequeño El Salvador, una Patria grande, como hemos recitado por años en la Oración a la Bandera: si es que no desaparece.
Maestra.