Tres verbos que empiezan con “Re”, que significan volver a la vida, renacer y crecer nuevamente después de una tragedia. La Resurrección de Jesucristo es única, no ha vuelto a suceder y en ella se fundamente la fe del cristianismo en todo el mundo.
También son importantes para una familia, el revivir o volver a la vida activa de un pariente que por un accidente o enfermedad estaba en coma o bien el resurgir a la vida de sobriedad y trabajo de un amigo o familiar que había caído en la tragedia del alcoholismo o la drogadicción.
Cuando en los Años Cincuenta estudiamos la “Historia Sagrada”, después de la Pasión de Cristo y la Resurrección, quedábamos contentos porque el martirio que sentíamos en los sermones y las procesiones había terminado y nunca nos explicaron lo que sucedió en Jerusalén en el ámbito religioso, político y militar a partir del mismo domingo que Jesucristo volvió a la vida.
Los dirigentes religiosos que excitaron al pueblo para que exigieran a Pilatos que condenara a Jesús y soltara a Barrabás estuvieron tranquilos el sábado, día de descanso, pero el mismo Domingo de Resurrección, cuando empezaron a circular los rumores de que Jesús había resucitado, según la película “La Resurrección de Cristo”, cuyo guion y escenificación supongo cercano a los hechos históricos, no lo aceptaban. Entonces fueron donde Pilatos a reclamarle porque sus soldados eran los responsables de cuidar la tumba, que ya habían comprobado estaba vacía y la gran piedra que la tapaba había sido removida. En lo militar, el condenado se les había fugado, por sí mismo o ayudado por otros, y políticamente, a Pilatos, que en el fondo estaba convencido de que Jesús era inocente y por eso se lavó las manos, tenía que aceptar que la situación se le había salido de control. Llamó a su tribuno y le ordenó encontrar el cuerpo de Jesús, lo que también quería Caifás, pues si no aparecía, se cumplían las escrituras que enseñaban que el Mesías resucitaría.
Llevado estos hechos religiosos a nuestros días, la Resurrección es una oportunidad para que cada cristiano revise lo que hace y cómo lo está haciendo, para pensar como ser un mejor ciudadano, aplicando el sentido común, los principios básicos de la convivencia, el respeto a las leyes y las promesas a las que se comprometió.
Quienes vivimos la Semana Santa hace sesenta años tenemos hermosos recuerdos de las celebraciones religiosas. Para mí era conmovedor la Procesión del Silencio el Jueves Santo por la noche, en la que los muchachos resonábamos las matracas hasta que dolía el brazo y finalizada la procesión después de la medianoche, regresábamos pensativos a casa por las calles semioscuras, sabiendo lo que pasaría esa noche y al día siguiente con el prisionero que habíamos entregado a los romanos. Y nos alegrábamos el domingo de madrugada, cuando el Ángel del Farolito corría por las calles anunciando la Resurrección.
Pero como los tiempos cambian y el turismo tienen que crecer y crear puestos de trabajo, Semana Santa hoy es más tiempo de vacaciones, pasarlo bien, alejarse del estrés del tráfico, el trabajo y los jefes. Y está bien, porque hoy el nivel de estrés es mayor por la insistente publicidad en nuestros celulares y la información en las redes sociales, en su mayor parte falsa, polarizada y exacerbada.
Mañana volvemos al trabajo, espero que bien de salud y sin ningún conflicto con las autoridades, pues seguimos en estado de excepción.
Que la Semana Santa nos haya servido también para reflexionar sobre el respeto y la humanidad mutua entre los salvadoreños, para que entre todos ordenemos el caos en que vivimos y que Dios nos ayude a no asumirlo como normal.
Ingeniero/Pedroroque.net