Por las fiestas de Navidad y el año nuevo, recibimos la visita de parientes de diferentes países y EE.UU. Para ir a recibirlos al aeropuerto, siempre salgo con suficiente tiempo y parar en Olocuilta para degustar de por lo menos una exquisita pupusa. Después sigo al parqueo del aeropuerto y voy a la zona de espera de viajeros, donde también llego una hora antes, porque me encanta ver los reencuentros entre abrazos, lágrimas de alegría y los carritos repletos de maletas con muchas cosas para los parientes.
Y en mi caso, después de los saludos y abrazos y de regreso a San Salvador, siempre pregunto, si les gustaría pasar por Olocuilta a comer unas pupusas y como todos dicen que si, paramos en Olocuilta a comer las primeras pupusas “legitimas”, pues los que viven en Los Ángeles o San Francisco, al degustarles dicen espontáneamente: ¡Estas si son pupusas!
Las he probado de unos doce puestos al ir y volver al aeropuerto y siempre me saben bien, independiente del puesto, pero si he observado que cada puesto es diferente en el orden, la limpieza de las cosas que tiene en el área de los comensales y la higiene del lugar de lavado de manos y los sanitarios.
Investigando en internet, encontré la norma salvadoreña NSO 67.45-02:06 para las pupusas de maíz y la norma sanitaria para la autorización y control de comedores y pupuserías No. 008.2004-A, y seguramente, existirán más normas y recomendaciones para la aplicación de las BPM, Buenas Prácticas de Manufactura para la elaboración de las pupusas, el curtido y la salsa de tomate. Con su aplicación se supone que los clientes están seguros de la calidad de las pupusas, la higiene y la inocuidad de los lugares.
Como siempre y como en todo, aquí también hay excepciones, tanto en el cumplimiento de las normas y las BPM, como en no cumplir a cabalidad, ni las normas ni las BPM. Por eso sería bueno, que las autoridades del lugar desarrollaran programas básicos de capacitación para los propietarios y todos los empleados fijos y temporales que trabajan en estos comedores.
Quizás debieran diseñar y construir puestos de preparación y venta de pupusas estandarizados, como lo hicieron para los cajeros del bitcoin y de esa forma modernizar la creciente industria de las pupusas.
Actualmente, Olocuilta enfrenta además la falta de espacio y ordenamiento de los vehículos que casi cierran la calle y complican e incrementan el riesgo para las personas que desean visitar los comedores.
Está muy bien lo del “Día de la Pupusa” y el “Record Guinnes de la pupusa más grande del mundo”, pero las autoridades y los propietarios de los negocios, para internacionalizar más este delicioso manjar salvadoreño, pues es auténtico de aquí, deben cuidar la higiene y la inocuidad de los lugares, los espacios para lavarse las manos, la correcta utilización de redecillas y mascarillas y otras buenas prácticas que garanticen que los salvadoreños, que con el gran deseo de “lo primero comer pupusas en Olocuilta”, no enfermen algunos de sus preciados días de vacaciones.
Como una actividad del acuerdo entre la Universidad Panamericana de San Vicente y la Escuela de Empresarios online, grabamos el video sobre las BPM en las pupuserías, que pueden ver en la pestaña videoteca de pedroroque.net que explica la importancia de las BPM en las pupuserías.
Lo más importarte en cualquier negocio, principalmente de comida, es que el cliente guarde un buen recuerdo sobre el sabor, la presentación, la inocuidad del lugar, el trato amable y sobre todo, que no se enfermó.
Es excelente que Olocuilta siga creciendo con el negocio de las pupusas, pero les irá mejor si crecen ordenadamente.
Pedro Roque / pedroroque.net
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