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El futuro de la manufactura en Estados Unidos depende de su asociación con Centroamérica

La competitividad industrial de EE. UU. en una era de competencia estratégica con China.

Por Juan José Daboub

Juan José Daboub/

Mientras el Congreso de los Estados Unidos debate soluciones para la frontera sur del país, los fabricantes estadounidenses están transformando silenciosamente nuestra estrategia industrial. Al trasladar cadenas de suministro críticas de Asia a Centroamérica, las empresas estadounidenses están fortaleciendo simultáneamente nuestra base manufacturera, reduciendo la influencia de China sobre nuestra economía y creando estabilidad regional mediante la generación de empleos.

Esto no es teórico. Está sucediendo ahora.

ThinkHUGE Business & Investment Council (HUGE) ya ha movilizado $5 mil millones en inversiones del sector privado en Guatemala, Honduras y El Salvador para integrar a estos aliados en la cadena de suministro manufacturera de Estados Unidos. Los primeros resultados demuestran el concepto: cuando un fabricante textil de Carolina del Norte recientemente estableció operaciones en El Salvador, no solo creó empleos allí, sino que también generó nuevos puestos técnicos y gerenciales en Carolina del Norte, asegurando su cadena de suministro con socios confiables a días, en lugar de meses, de distancia por barco.

Las ventajas estratégicas para la manufactura estadounidense son contundentes.

Componentes que antes recorrían 8,000 millas desde fábricas en China ahora se transportan por rutas marítimas seguras desde puertos que están a menos de una semana de su destino en Estados Unidos. Los fabricantes estadounidenses mantienen supervisión directa sobre la producción, el control de calidad y la propiedad intelectual.

Lo más importante es que cada empleo manufacturero reubicado de Asia a Centroamérica crea aproximadamente 1.2 nuevos empleos en logística, ingeniería y manufactura avanzada en Estados Unidos.

Las cifras cuentan una historia de transformación. Las inversiones actuales crearán 150,000 nuevos empleos en la región, expandiéndose a 500,000 empleos directos a partir del 2025.

En Honduras, los proveedores automotrices de EE. UU. están construyendo fábricas de componentes que antes dependían de la producción china. En Guatemala, los fabricantes estadounidenses están estableciendo centros de empaquetado de semiconductores que fortalecen la seguridad de nuestra cadena de suministro tecnológico. Cada proyecto reduce nuestras vulnerabilidades estratégicas mientras construye capacidad industrial bajo influencia estadounidense en lugar de control chino.

Esta integración manufacturera ofrece un beneficio adicional: estabilidad económica que reduce la presión migratoria. Cuando las personas tienen buenos empleos en sus países, construyen su futuro allí. Pero no nos equivoquemos: esto se trata fundamentalmente de la competitividad industrial de Estados Unidos en una era de competencia estratégica con China.

Sin embargo, la inercia burocrática amenaza esta transformación. La Corporación Financiera de Desarrollo de EE. UU. (DFC), diseñada para apoyar estas inversiones, avanza demasiado lento debido a procesos obsoletos. Mientras tanto, China busca activamente establecer su propia presencia manufacturera en nuestro hemisferio. Tres cambios en las políticas acelerarían el resurgimiento industrial de Estados Unidos:

Crear una Iniciativa de Manufactura Estratégica en la DFC con aprobación rápida para proyectos de nearshoring que fortalezcan las cadenas de suministro estadounidenses y reduzcan la influencia china.

Aprobar legislación que designe a Guatemala, Honduras y El Salvador como socios prioritarios en manufactura, con procesos simplificados para la cooperación industrial y la integración comercial.

Establecer una oficina conjunta entre los Departamentos de Comercio, Estado y Tesoro específicamente encargada de facilitar la integración industrial rápida con socios centroamericanos.

El sector privado está listo para invertir $10 mil millones para 2025 en esta transformación manufacturera. La pregunta no es si las cadenas de suministro se trasladarán de China, sino si Estados Unidos aprovechará este momento para reconstruir su fortaleza industrial con socios confiables en nuestro propio hemisferio.

Cuando miremos para atrás dentro de una década, veremos este momento como una elección estratégica: o actuamos con decisión para asegurar el futuro manufacturero de Estados Unidos mediante la asociación con nuestros vecinos más cercanos, o dejamos que nuestra capacidad industrial siga siendo vulnerable a presiones extranjeras. El sector privado ya ha señalado el camino. Ahora necesitamos que Washington actúe con la urgencia que exige esta oportunidad.

• El autor lidera el HUGE Business & Investment Council, una iniciativa del sector privado que impulsa la integración estratégica de la manufactura en Estados Unidos, Guatemala, Honduras y ElSalvador. Conozca más en www.think-huge.org

KEYWORDS

Opinión TLC Tratado De Libre Comercio

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