El ataque del día de Año Nuevo en Nueva Orleans fue un suceso espantoso que empañó el inicio de 2025. Shamsud-Din Jabbar, un residente del estado de Texas y veterano del Ejército de Estados Unidos, de 42 años de edad, lanzó la camioneta que conducía contra una multitud de personas que festejaba la llegada del nuevo año. La salvaje agresión dejó 15 muertos y por lo menos 35 heridos.
Mientras la sociedad se horrorizaba ante la matanza y trataba de apoyar a las víctimas, el presidente electo Donald Trump se expresó sobre el incidente de una manera oportunista y lamentable.
En su red Truth Social, Trump comentó: “Nuestro país es un desastre, ¡el hazmerreír de todo el mundo! Esto es lo que sucede cuando tienes FRONTERAS ABIERTAS, con un liderazgo débil, ineficaz y prácticamente inexistente”.
Los comentarios de Trump eran tan predecibles como falsos.
Al mismo tiempo, el medio noticioso Fox News informó erróneamente que el agresor había entrado por la frontera dos días antes. Poco después, Fox News rectificó esa información errónea.
La verdad es que el autor de la matanza no era un inmigrante que acababa de cruzar la frontera, sino un ciudadano que nació y se crió en Estados Unidos y sirvió en las fuerzas armadas de este país. Pero la falsa afirmación de que era un inmigrante encajaba perfectamente con la narrativa nativista que Trump y sus aliados llevan mucho tiempo difundiendo, en la cual culpan a los inmigrantes de muchos problemas nacionales.
La desinformación sobre la inmigración y la delincuencia aviva los prejuicios, aumenta la división y la discriminación, y perjudica los debates serios y necesarios sobre la seguridad pública. Durante años, diversos estudios –entre ellos uno del Instituto Cato, una entidad libertaria, publicado el pasado octubre– han demostrado que los inmigrantes (tanto documentados como indocumentados) cometen delitos a tasas inferiores a las de los ciudadanos nativos.
“En comparación con los estadounidenses nativos, descubrimos que los inmigrantes ilegales tenían un 41 por ciento menos de probabilidades de ser encarcelados y los inmigrantes legales tenían un 74 por ciento menos de probabilidades”, escribió Alex Nowrasteh, vicepresidente de estudios de política económica y social del Instituto Cato, en octubre.
Sin embargo, las declaraciones de Trump perpetúan el mito nocivo de que la inmigración aumenta la inseguridad.
Las consecuencias de las acusaciones sin fundamento de Trump van más allá de las inexactitudes. Al vincular un acto de violencia doméstica con lo que considera “fronteras abiertas”, Trump desvía la atención de la sociedad de graves problemas internos. La violencia con armas de fuego, la crisis de salud mental y la desigualdad social incrustada en el sistema siguen plagando a la nación. Encarar estos problemas e intentar resolverlos requiere un liderazgo serio y políticas basadas en la evidencia, no frases provocadoras cuyo objetivo es la ganancia política.
La inmigración es, sin duda, un asunto crítico, pero mezclarla con actos de violencia sin aportar pruebas es deshonesto e irresponsable. Deshumaniza a enormes grupos de personas, y desvía la atención del público de las causas profundas de los problemas que la sociedad debe resolver.
El ataque del día de Año Nuevo en Nueva Orleáns debe impulsar un debate nacional sobre cómo prevenir la violencia y proteger a las comunidades. Los estadounidenses merecen algo mejor que líderes que explotan las tragedias para sembrar miedo, división y discriminación. Necesitamos líderes que mantengan un compromiso con la rendición de cuentas y con la verdad.
Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso yLa espada macedonia, publicadas por Mundiediciones. También ha publicado el ensayo Biden y el legado de Trump con Mundiediciones.