En los últimos años, el trabajo desde casa ha revolucionado el panorama laboral en todo el mundo, y El Salvador no es la excepción. Trabajar en pijamas, descalzo o en chanclas ha sido el sueño de muchos (hasta que descubrieron que la cámara del Zoom puede encenderse sin avisar). Empresas y empleados han tenido que adaptarse a esta nueva realidad con una velocidad que haría envidiar a cualquier red 5G. Pero, como todo en la vida, lo bueno siempre viene con letra pequeña.
Lo mejor del trabajo remoto es el ahorro. Adiós al pesado tráfico, a los conductores que parecen competir entre ellos sin alcanzar la meta, y a los desayunos que atragantan por la prisa que llevamos. Ahora ese tiempo que nos da el Home Office, se puede usar en tiempo más placentero, como visualizar el techo de la casa mientras piensas en lo mucho que extrañas la oficina. En teoría, esta modalidad debería traer equilibrio entre lo laboral y lo personal.
La mayoría de grandes empresas también están contentas con este nuevo sistema laboral, menos gastos en electricidad, café, papel y uniformes. Pero hay sorpresas, no todos los empleados están contentos. Muchos han notado que ahora trabajan más horas que nunca porque, en el día a día, algunos gerentes y jefes, trabajar desde casa significa estar disponible las 24 horas y evocan a video conferencias a cualquier hora y cualquier día.
El contacto humano es otro tema. Los nuevos empleados que se incorporan a las empresas intentan integrarse en los equipos como quien entra a una boda, sin conocer a los novios y se percibe asimismo como un gorrón. Cómo construir relaciones en un chat grupal, el cual está lleno de memes y emojis confusos. Por su parte, los veteranos se lamentan, ya que antes éramos una familia, ahora somos solo avatares en una pantalla. No hay chisme de cafetería que valga en estas circunstancias.
Las videoconferencias tampoco ayudan. ¿Quién decidió que era buena idea convertir todas las reuniones en llamadas interminables donde nadie se atreve a desactivar el micrófono? Lo peor, claro, es cuando tienes que repetir tu idea porque la conexión decidió que justo ese momento era ideal para congelarse.
Para las multinacionales, el trabajo remoto añade un toque de comedia involuntaria. ¿Te viene bien una reunión a las 3 a.m.? Claro, no tengo nada mejor que hacer, más que dormir ¿verdad? Las diferencias horarias son como ese amigo molesto que siempre arruina los planes. Algunos empleados ya parecen de los protagonistas de “Wolking Dead” puro zombis de tanto madrugar o trasnochar para adaptarse a reuniones globales, no importando el horario del país en el cuál radicas.
Sin embargo; en lo particular pienso que lo que ha impactado negativamente el nuevo Home Office, es la relación con los clientes. Antes, un apretón de manos cerraba negocios; ahora, los contratos se firman entre píxeles. Muchos ejecutivos comerciales no saben ni cómo lucen sus clientes, lo que hace imposible crear una relación a largo plazo. ¿Quién es Juan? preguntan. En ese momento solo especulan de quien podría ser Juan. Ah, responde un compañero, creo que Juan el que siempre manda emails con faltas de ortografía. Establecer relaciones de confianza con clientes es todo un arte que, francamente, las reuniones en Zoom no han logrado imitar.
El trabajo remoto depende de la tecnología, pero en El Salvador esa dependencia se convierte en un juego de lotería. ¿Hoy habrá internet? ¿Funcionará la VPN? ¿Cambiaron la hora de la videoconferencia? Nadie sabe. Muchas empresas han invertido en herramientas de alto valor, pero eso no resuelve el problema de los apagones o las conexiones inestables que obligan a muchos a trabajar desde el móvil.
Trabajar desde casa también tiene un precio emocional. La falta de interacción social convierte hasta al más introvertido en un nostálgico de los días de oficina. Esa sensación de siempre estar disponible tampoco ayuda. De repente, tu sala de TV ya no es tuya, sino una extensión de tu puesto laboral, y los niveles de estrés se disparan. ¿Vacaciones? ¿Qué es eso? Ah, sí, algo que cancelaste porque todos asumieron que, si estás en casa, no necesitas un descanso.
El trabajo desde casa ha llegado para quedarse, pero el éxito no se trata solo de trasladar la oficina al hogar. Empresas y colaboradores deben encontrar el equilibrio entre lo digital y lo humano, porque, de lo contrario, terminaremos hablando con las paredes. En El Salvador, donde las conexiones personales son tan importantes como el café por la mañana, este desafío no será sencillo.
Quizás necesitamos menos Zoom y más momentos de "vamos por un café". Trabajar desde casa aquí es como protagonizar una película de comedia, drama y algo de terror, con un final siempre incierto. Habrá risas, lágrimas, y por supuesto, café... mucho café.
El trabajo desde casa ha llegado para quedarse, pero la clave del éxito no es simplemente trasladar la oficina al hogar. Empresas y colaboradores deben encontrar el equilibrio entre lo digital y lo humano antes de que todos terminemos hablando con las paredes. En El Salvador, donde las conexiones personales son tan importantes como el café por la mañana, esto no será tarea fácil.
En este país, el trabajo desde casa es como vivir en una película que mezcla comedia, drama y un poco de terror. Entre los altibajos habrá risas, alguna que otra lágrima, pero algo es seguro: el café nunca falta.
Los salvadoreños valoramos mucho las interacciones personales. Muchos colaboradores aquí aprecian una buena palmada en la espalda, un regaño o llamada de atención, felicitaciones frente a sus compañeros y la oportunidad de salir a tomar algo después de la oficina.
Para los clientes, es fundamental conocer a la persona con la que están tratando. Ver la cara y la personalidad de su ejecutivo comercial, permite construir relaciones de confianza y crear vínculos a largo plazo, no solo con las empresas, sino también con las personas que trabajan en ellas.
Por ello; siempre listo, fuera pijamas, café en mano y a la ducha.
Ricardo Panzacchi