A mediados del año pasado, a una amiga la contrataron para un trabajo al que había aplicado. La oferta era buena, igual que las prestaciones, y había estado desempleada desde la pandemia, así que lo tomó. Sin embargo, me dijo, iba a ser un “gran problema” para ella como madre,
“Imaginate”, me dijo, “ mis clientes se conectarán en promedio a las tres de la tarde. Yo salgo a las cinco. Pero si no he terminado a las cinco, tengo que quedarme”.
“¿Y a qué hora vas a entrar?” , le pregunté.
“A las ocho de la mañana. Dicen que si me quedo más tarde me dan compensatorios los sábados que trabajo hasta mediodía, a menos que haya personas que se conecten el sábado por la mañana, lo cual suele pasar”.
“¿Y entonces? ¿Qué vas a hacer toda la mañana?”, le volví a preguntar.
Se encogió de hombros. “No sé, lo que sí te puedo decir es que hoy a las diez que llegué a firmar contrato, todas estaban en el celular. Incluida la dueña. Voy a terminar llegando a la casa tipo ocho de la noche. Y eso cuando no me toque salir de viaje”.
No sé si me salto alguna legislación vigente, pero entrar a las ocho para empezar a trabajar a las tres, y después hacer horas extra (ya sea que las paguen o den compensatorios) no tiene lógica, si eso es la excepción y no la regla. ¿No sería más cuerdo entrar a las diez y salir a las 7? Al fin de cuentas, se cumplen las mismas ocho horas.
Mi amiga me contó también que todas sus compañeras tienen carro. Son cinco, con la dueña, que vive cerca de la oficina. Pero tres salen a las 6:45 a.m. en promedio para ir a ver Facebook, excepto la secretaria, que viene en bus desde de Soyapango y sale a las 4:30 a.m. de su casa. Ninguna logra llevar a sus hijos al colegio, así que cada una contrata un microbús. Y nos preguntamos por qué en la mañana no se puede con el tráfico de San Salvador.
A raíz de la pandemia se comprobó que hay trabajos que no necesitan ser ciento por ciento presenciales para que se ejecuten efectivamente. Google jamás regresó a sus oficinas, y plataformas como Upwork crecieron en su oferta de trabajo en línea. Una vez que se creó el hábito de las reuniones virtuales, se descubrió que el CEO no tenía que viajar a cada país con tanta frecuencia, lo cual ahorraba miles de dólares en boletos y viáticos. Muchas compañías comenzaron a trabajar con un sistema híbrido.
Otra noche, en una reunión con otras amigas que nos habíamos visto desde la pandemia, mi amiga volvió a contar su historia. Una de nosotras, que es economista y tiene una Maestría en Macroeconomía, se empezó a reír. “Mirá”, me dijo, “vos no vayás a publicar mi nombre peeeero…yo ahora trabajo en un call center desde la casa, en una de esas cuentas premium”. Se rió aún más fuerte al ver nuestras caras de shock. “Ahorita ando aquí visitando a mi mamá. Nos mudamos hace un año a Santa Ana, donde tenemos una casa con un jardín chivo a una fracción de lo que hubiéramos pagado en San Salvador. Los niños van a un colegio que no deja nada que desear con los colegios de la capital. Sí, quizás no gano lo que ganaría en un puestazo, pero la paga es decente, tengo prestaciones y, al final, gastamos menos porque no tenés todos estos malls y cosas en las que gastas sin sentido. Para mí, es cuestión de paz mental, de estar en casa con mis hijos y…créanme que no deja de ser interesante trabajar en el departamento de reclamos de un almacén gringo”.
Después de lo que mi amiga dijo, me quedé pensando. Todo mundo se queja del tráfico de San Salvador, pero todas las soluciones que se dan son o culpar a alguien (hemos culpado al MOP, al DOM, a FOVIAL) o ser drásticos y exigir que la gente haga lo imposible por llegar a la hora. Yo tuve un trabajo donde tenía que mandar una foto a Recursos Humanos para probar que había trabazón y ellos chequeaban. Eventualmente, me di por vencida. Tristemente, nuestra cultura cree que “la efectividad” se mide por llegar a la oficina a las ocho, y salir dos horas después del horario de salida. A eso añadámosle tres horas de tráfico, gasto de gasolina, etc. ¿No sería más lógico ajustar el trabajo a un horario en lugar de un horario al trabajo? ¿Por qué tienen todos que entrar a la misma hora a la oficina? Y si me dicen que es “para ser justos”, quizás deberíamos replantearnos si la “justicia” es premiar a quien llega a la hora o a quien es efectivo y cumple las metas. O si esa “justicia” podría entenderse que todos van a trabajar ocho horas diarias exactamente.
Y por último, ¿por qué no implementar modalidades híbridas? Si una persona trabaja tres días en su casa y se presenta a la oficina dos, puede fácilmente irse a vivir a otro lugar que no sea el Gran San Salvador. Y también, ¿necesita una empresa tener su oficina principal en San Salvador? Los alquileres de inmuebles son mucho más baratos en San Miguel. Una empresa de productos alimenticios pudiera estar mejor ubicada en Chalatenango. Descentralizar sería, tambien, una buena apuesta para el desarrollo local.
Y, al final, tenemos que darnos cuenta que no siempre un “salariazo” significa el éxito ni la seguridad. Mi amiga terminó incapacitada tras tres meses de laborar en la empresa (no fue por razones laborales) y no cumplió su periódo de prueba. Al recuperarse, decidió que tenía otras prioridades. Aplicó a un puesto similar en una empresa pequeña, cerca de su casa,donde ganaba menos pero tenía más flexibilidad de horario ,y hasta podía ir a dejar a sus hijos al colegio y almorzar en casa. A los tres meses le subieron el sueldo y, para su sorpresa, descubrió que al final ganaba lo mismo, sólo con el ahorro en gasolina y almuerzos. Mi otra amiga sigue trabajando en el call center desde Santa Ana yhace un mes dejaron a sus hijos con su mamá y se fueron diez días a España. “Ya ves”, me dijo, “quizás no salgo de shopping todas las tardes, pero voy a La Gran Vía en Madrid”.
Educadora.