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Oh, las redes sociales…

El mal no está en la tecnología sino en la mente y el corazón del usuario. Es imposible evitar que otros usen mal este bello instrumento social. La invitación es para nosotros los que optamos por el bien a utilizarlo para fomentar un ambiente social sano, no tóxico.

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

Las redes sociales, ese recurso tan maravilloso al alcance de todos, puede fomentar el lado enfermizo de las personas que lo utilizan Eso sucede cuando el usuario busca con su página fomentar su ego mediante la acumulación de likes.

Para ello cuelga obsesivamente imágenes de sí mismo – selfies -, sobre todo si esos se ubican en lugares que despiertan la envidia de sus fans. O relata experiencias reales o fingidas de sus “maravillosos” viajes. O, peor aún, utiliza las redes para vilipendiar, desprestigiar, humillar. Entonces las redes sociales, en vez de crear lazos de comunión, se vuelven instrumentos de maledicencia y crueldad.

El mal no está en la tecnología sino en la mente y el corazón del usuario. Es imposible evitar que otros usen mal este bello instrumento social. La invitación es para nosotros los que optamos por el bien a utilizarlo para fomentar un ambiente social sano, no tóxico.

Hay quien mira con recelo esta invención tecnológica fascinante. Se la considera como una pérdida de tiempo. O moda de los jóvenes. O ventana para el chismorreo o la maledicencia.

Toca a nosotros la responsabilidad de utilizarla para lo nuestro, que es difundir valores, crear comunión, fomentar el bien, anunciar la buena noticia del evangelio. Las redes sociales amplifican poderosamente nuestro mensaje. Sería un desatino ignorarlas. Es allí donde está la gente, sobre todo los jóvenes.

Por supuesto que, como toda tecnología, es preciso conocer sus reglas y dinamismos. Hay toda una técnica que, aunque sencilla, es necesario respetar. Un buen mensaje mal difundido puede provocar una reacción de repulsa en el receptor.

Sobre todo, no pecar de pereza. Sería imperdonable que los discípulos de Jesús, todos nosotros, ignoráramos estos poderosos recursos simplemente porque los consideramos novelería de moda.

Don Bosco cultivaba la “palabrita al oído”. Iba dejando caer la frasecita oportuna en el oído de cada muchacho como quien no quiere la cosa: felicitar, corregir, estimular… Las redes sociales podrían multiplicar sin límites este simpático y eficaz recurso pedagógico de Don Bosco.

Sacerdote salesiano y periodista.

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