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La solidaridad en tiempos de crisis

Cuando el mundo está a reventar de tecnología, podemos ver que la historia se repite siempre, el pobre sacando la peor parte

Por Ricardo Lara
Médico

El Salvador atraviesa una catástrofe nacional. Lamentablemente vivimos un día a día en nuestras vidas y en el táctil, situaciones que deberían hacer aflorar lo mejor del ser humano. Pero por lo que se ha vivido, cada quien lleva agua a su propio molino y es el común denominador la indiferencia, la desidia y lamentablemente poco importa el prójimo.
Este temporal hace un antes y un después en el que fuese el huracán “Mitch” en cuanto al daño a la economía de El Salvador como también en el sentido de que, en esa ocasión sobraban muestras de solidaridad, ahora no.


A pesar de esta durísima experiencia, quedamos en evidencia como una sociedad fragmentada que nos importa más la “selfie” que impresione a los cientos o miles de “amigos” que tenemos en las redes sociales que las dificultades que han tenido que soportar miles de personas; debemos entender que somos un país pobre como pocos y lo que para una persona de ciudad la pérdida de una cosecha o de un animal de corral, poco le importa y le afecta; al campesino que pierde una vaca, una gallina o su cosecha de maíz esa pérdida representa no disponer de un pequeño patrimonio familiar, cosas tan sencillas como esas, que a grandes rasgos, el capeado social se vuelve cada vez más esquivo, cada quien libra su batalla y no abonamos con el ejemplo a las futuras generaciones. Nuestros hijos serán indolentes, muchísimo más que sus padres y quizá valga la pena definir si el país tiene una sociedad o apenas somos un conglomerado que su visión está enfocada en la auto satisfacción y dejamos de disfrutar la práctica de la empatía y solidaridad.


Cuando el mundo está a reventar de tecnología, podemos ver que la historia se repite siempre, el pobre sacando la peor parte y siendo el protagonista de fotos absurdas para ver que se están haciendo bien las cosas. Nada más falso.
Nos quejamos del calor, de estas “lluvias” que arrasan con el país sin embargo no respetamos el medio ambiente, no tenemos educación ambiental pues tan mal se comporta el conductor que lanza una lata desde su vehículo como las empresas que de depreda todo lo que se pueda obtener lucro. Entonces como esperamos peras de un olmo?

Nada tiene valor como la vida misma y este temporal no ha sido la excepción de golpear siempre a las familias más pobres y vulnerables, que en el diario vivir son apenas visibles, la vida debe seguir mientras la empatía y la solidaridad escasean.


Es triste escribir sobre lo que ha sufrido este país y este temporal nos debe hacer entender que todos somos salvadoreños, debemos mostrar nuestro mejor rostro a nuestro hermano y que ya sea tiempo de empezar a retomar una sociedad con valores, no es responsabilidad del maestro sino de nosotros, los padres de familia, el inculcar valores y principios en nuestros hijos para que, en el futuro la solidaridad sea un verbo a conjugar y no la indiferencia; sin embargo, no podemos dejar pasar el tiempo.

Somos un país sumamente vulnerable y debemos aprender de estas tragedias que cuando muere un tan solo salvadoreño, muere el mundo y siquiera poder mimetizarnos con el dolor ajeno, tomarlo como propio, ver las necesidades del prójimo.


No es de Dios tener un altivo nombre como es El Salvador si somos tan infelices de no poder siquiera brindar alguna ayuda a las personas menos favorecidas. Si no somos capaces de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no merecemos llamarnos hijos de Dios o como dice nuestro himno nacional de hijos tuyos podernos llamar, el fenómeno de la niña apenas esta debutando falta mucha lluvia por caer y algo que todos podemos hacer es tener la empatía de ayudar al prójimo, no solo el área rural es vulnerable una gotera, una teja, un muro, un canal en desperfecto también nos afecta a la clase trabajadora pues difícilmente se puede tener un presupuesto para imprevistos por las lluvias, por tanto debemos todos hacer nuestro y demostrar que como salvadoreños somos empáticos y sobre todo solidarios.


Médico

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