Desde el punto de vista antropológico y sociológico la salvadoreñidad se refleja en diversas manifestaciones cotidianas, procesos o fenómenos. Coexiste cierta unidad y diversidad cultural, valores, creencias y sistemas ideológicos que configuran una cosmovisión con identidad propia.
Roque Dalton, Humberto Velázquez, Horacio Castellanos Moya (entre otros), realizaron a través de la literatura diversos identikits: Poema de amor, La cultura del diablo y El asco; son retratos insolentes y realistas de nuestro modo de ser y estar.
Los estudios de “Humor social y político” del Centro de Estudios Ciudadanos de la Universidad Francisco Gavidia, han posibilitado penetrar en las entrañas de cómo pensamos y en qué creemos en la actualidad, tanto a nivel cognoscitivo como emocional.
La salvadoreñidad aparece y se refleja en diversos espejos: el tráfico, las redes sociales, los partidos políticos, la visión empresarial, los migrantes, las pandillas, el imaginario del salvadoreño trabajador, conservador, alegre, religioso y cachero. Eso somos, con ajustes y diferencias milimétricas.
Hace pocos meses, mientras preparaba una conferencia titulada “Decodificación de la cultura”, estaba seleccionado imágenes ilustrativas para este trabajo y escogí doce fotos que reflejaran el ser salvadoreño: 1) Roque Dalton; 2) Jorge “El Mágico” González; 3) Monseñor Óscar Romero; 4) Un dibujo de Fernando Llort; 5) La estatua de El Salvador del Mundo; 6) Una planta de café; 7) Jhosse Lora; 8) El Tunco; 9) Unas pupusas; 10) Sitio arqueológico; 11) Una planta de maíz; y 12) El volcán de Izalco… ¿Falto o sobró algo?
En nuestra cultura, siguiendo a Lewin, hay fuerzas restrictivas y fuerzas impulsoras: la tenencia de la tierra, el conflicto armado, la baja escolaridad, la migración, la pobreza, la basura por doquier y la corrupción, nos frenan; mientras que el clima, las remesas, los paisajes, la afabilidad de la gente y las oportunidades turísticas, nos impulsan.
Según la evidencia recolectada ¿cómo es el salvadoreño? Alegre, solidario, conservador, religioso, machista, trabajador, anárquico, cachero, inmediatista. Vive el presente, al margen del pasado y del futuro, y al margen de todo. Una mayoría no tiene mayor arraigo, más sí mucha nostalgia; una minoría es más crítica y exigente: esta relación puede ser de siete a tres.
Nuestra demografía es clara, este es el equipaje para viajar al futuro: una población joven: 26.6 % de 15 a 29 años; subempleo 37.6 %; desempleo 6.3 %; pobreza multidimensional 1,947,796 (+14,054)= 27 %; pobreza monetaria 24.6 % (7.8 % extrema, 16.8 % relativa); analfabetismo: rural 15.5 %, urbano 6,8 %; escolaridad de país 7.1 (8.1 urbana, 5.5 rural); hacinamiento 40.9 %; 35.9 % de la población queman basura; trabajo infantil: 81,164 niños (as), en formas de trabajo peligroso 58,007; 35.3 % de los niños (as), de 0 a 17 vive sin alguno o sin ambos padres; los NINIS de 15 a 24 años son 296,987 y de 15 a 29 años 452,114.
El salvadoreño (a) promedio se alejó convenientemente de las ideologías de derecha e izquierda tradicionales, se ubica en un limbo o centro “aideológico”; en una escala de 0 a 10, ubicando en los extremos izquierda y derecha, el salvadoreño es 5. Desencantado, frustrado, sintiéndose utilizado, decidió no creer en las tradiciones partidarias y tomó un camino riesgoso. Hoy cree en algo que le han ofrecido con un empaque diferente, pero es más de lo mismo, aunque aún no se ha dado cuenta. La política también es una cultura, tiene sus pseudo valores, creencias y los sujetos son los mismos, pero con una nueva narrativa.
Desde el punto de vista psicológico, las principales características del salvadoreño son la memoria y el pensamiento social; mientras que las dos debilidades son el pensamiento secuencial temporal y el pensamiento espacial. En efecto, un sistema educativo conductista ha logrado un importante impacto, para bien y para mal.
Tenemos una buena capacidad para codificar, almacenar, administrar y recuperar información; y un comportamiento de encaje adecuado, que administra de modo empático nuestras relaciones. Pero fallamos en las cadenas de información que ingresan y salen de la mente, y esto afecta a la ordenación espacial de organizar, comprender, calcular y distribuir el “tiempo”; asimismo, somos débiles en organizar la información en una Gestalt, a través de pautas visuales o configuración.
La felicidad del salvadoreño (a) se centra en tener un empleo digno y un mejor futuro para sus hijos; más del 75 % cree -igual que Rousseau- que la sociedad puede hacer mala o transformar a la persona; la persona más influyente es su madre, mucho más que el padre, incluso cualquier otro familiar puede superar al padre. Curioso, pero real.
Tal como señala el psicólogo Luis Alarcón: “Nuestras motivaciones biológicas, psicológicas y sociales tienen ante todo profundas raíces en el legado histórico de nuestra cultura, y en la influencia actual del medio sociocultural. La persona interioriza y hace suya esa influencia, se acomoda a ella, integrándola de forma más o menos consciente a su personalidad. Pero a la vez, en ese proceso de adaptación, la persona no solo se acomoda sino también asimila y transforma la herencia y la influencia que recibe, a medida que la disgrega y la analiza, para devolverla así transformada a la sociedad, produciendo de esta forma los gérmenes de una nueva cultura. Por esa razón la cultura evoluciona de manera permanente e incesante. Acomodación y asimilación son procesos permanentes que dan como resultado una relativa adaptación de la persona al medio”.
Así somos, esta es una radiografía borrosa pero real de nuestra posición y situación actual antropológica; nos podemos ver en este espejo, unos más cerca, otros más distanciados; descubrir características o rasgos, asentir o disentir, creer o descartar.
Para consultar la última encuesta: https://www.disruptiva.media/iii-encuesta-de-humor-social-y-politico/
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu