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Lecturas para el Sábado Santo

¡Cuánto se asemeja el actual genocidio en Ucrania con la Pasión de Jesús! Impresiona que Mariúpol, la “ciudad de María”, sea hoy, en Semana Santa, una ciudad mártir.

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Es propicio siempre, especialmente en Semana Santa, tener un momento de lectura religiosa, que aumente y fortalezca nuestra fe. Y ese tipo de lecturas, aunque deseable y recomendable, no necesariamente debe ser bíblica o de escritores sacros; hay también infinidad de obras, especialmente poesías escritas por laicos, cuyas palabras llegan al alma y motivan a aumentar nuestro amor por Dios.

Ejemplos de lo anterior, como sin duda usted ya conoce y posee, son las obras bellísimas, profundas, sentidas, invaluables de Luis de Góngora, de Lope de Vega, de Quevedo, por mencionar algunos. También otros poetas, de otras épocas y latitudes, nos regalan poemas maravillosos: “El imaginero”, de Martín Valmaceda (¿De qué quiere usted la imagen? - Preguntó el imaginero…); “Poema en Viernes Santo”, de Gabriela Mistral (Esta tarde, Cristo del Calvario…): “Ante el Cristo de la Buena Muerte”, de José María Pemán (Cristo de la Buena Muerte, el de la faz amorosa…) Y una obra clásica y atemporal, el conocidísimo soneto a Cristo Crucificado, el del perfecto amor a Dios, de autor anónimo, que muchos memorizamos desde nuestra infancia: “No me mueve, mi Dios, para quererte…” Un poema-oración apropiado para recitar, muchas veces, desde el amanecer hasta el anochecer.

Paralelamente a esas lecturas espirituales, debemos también analizar nuestra realidad. El Padre De Colsa (q.d.D.g.), basaba su homilía diaria en las noticias del periódico de esa fecha. Y la forma en que hilvanaba el evangelio diario con las noticias, ha sido una lección que jamás he olvidado. Debemos, pues, dar un sentido religioso a la lectura del periódico, a lo que nos presentan los noticieros, a lo que nos informa la radio. Porque es allí, en las realidades de la vida, donde debemos poner en práctica la fortaleza espiritual que deberemos acumular en estos días.

Porque, ¡cuánto se asemeja el actual genocidio en Ucrania con la Pasión de Jesús! Impresiona que Mariúpol, la “ciudad de María”, sea hoy, en Semana Santa, una ciudad mártir.

Y cuánto se asemeja nuestra propia realidad a la Pasión de Jesús. Hoy, Sábado Santo, en que María llora silenciosamente, con todas las fibras de su ser, la muerte de su amadísimo Hijo, en nuestras ciudades salvadoreñas hay miles de madres que lloran también a sus hijos asesinados, sin encontrar ayuda, ni alivio ni consuelo para su terrible situación. Otros miles de madres buscan desesperadamente a los suyos, desaparecidos sin dejar rastro. Miles más imploran justicia, buscando en penales, rogando información a las autoridades sobre dónde y por qué han capturado a sus hijos. Y a esas penas inmensurables, se añade la pobreza, la falta de salud y educación, la indignidad a la que muchos se ven sometidos por no ser genuflexos a quienes ahora ostentan el poder y que han olvidado que las injusticias que cometen se les cobrarán con creces, en esta vida o en la otra.

Nuestras reflexiones deben llevarnos a practicar lo que el cristianismo nos inculca: a ver a Jesús en los demás, en sus penas y necesidades, enfermedades y dolencias, tratando en lo posible de aliviarlas. Aunque no todos podamos hacerlo de la misma manera, siempre existe un medio con el cual podremos hacer algo por los más necesitados: en privado, sin alharacas ni podios ni reporteros ni cámaras ni maquilladores. Es decir, una ayuda de verdad. Como lo quiere Jesús.

 

Empresaria.

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Cristianismo Opinión Semana Santa

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