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Semana Santa, tiempo de…

Un poco de reflexión no le cae mal a nadie, en especial a nosotros los salvadoreños, y la época se presta para eso. Reflexionar, por ejemplo, en qué tipo de personas o en qué tipo de sociedad nos hemos convertido, si ha sido para bien o para mal, si somos mejores personas o no.

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

Para estas fechas los sacerdotes siempre nos recuerdan que la Semana Santa no deber ser vista como un período vacacional, que es una conmemoración religiosa y que como tal debe ser percibida y practicada. Nos dicen también que es un tiempo propicio para la meditación y la reflexión, aunque es evidente que una gran cantidad de personas, posiblemente la mayoría, lo menos que va a hacer es meditar y reflexionar. Comprendo a los sacerdotes; tienen razón, la Semana Santa tiene una raíz y un propósito religioso, conmemorar la pasión y muerte de Jesucristo y su implicación en la vida de todo cristiano. Esto me hace recordar las semanas santas de mi infancia, cuando todo era circunspección y solemnidad. Todos los días de la semana, pero especialmente el Jueves Santo y el Viernes Santo, había una respetuosa calma. Los adultos nos regañaban si hablábamos mucho o muy fuerte, y estaba prohibido correr; en las carreteras los habitantes de las cercanías ponían grandes piedras o troncos para evitar la circulación de vehículos, lo que se consideraba falta de respeto. No dejo de sentir nostalgia al recordar todo eso, tan lejano y diferente de la vida actual.

Pero también comprendo a los que deciden irse de paseo. Con tantas cosas que suceden, con tanto sobresalto que nos da la vida moderna, con los cotidianos percances de nuestro pequeño pero inquieto país, es natural que las personas busquen esparcimiento, cambiar, aunque sea por poco tiempo lo de todos los días. Los seres humanos necesitamos para nuestra salud mental estos contrastes, cambiar el cemento por la arena, el ruido del tráfico por el sonido de las olas o del viento entre los árboles, el humo de la ciudad por el aire puro del mar o de la montaña, y las filas interminables de vehículos por las puestas de sol. Y para los que planean dormir y dormir, dormir como que no hubiera un mañana, al estilo de osos hibernando, también se entiende y es bueno para la salud.

Pero un poco de reflexión no le cae mal a nadie, en especial a nosotros los salvadoreños, y la época se presta para eso. Reflexionar, por ejemplo, en qué tipo de personas o en qué tipo de sociedad nos hemos convertido, si ha sido para bien o para mal, si somos mejores personas o no. Algunas cosas que se ven o de las que nos enteramos preocupan. No quisiera pensar así pero da la impresión que nos hemos vuelto egoístas, que la actitud que predomina es la de pensar individualmente sin considerar a los demás. Una actitud que parece decir “mientas a mí me vaya bien, no importa lo que les pase a los otros, mientras yo esté tranquilo todo está bien”. Esta conducta de sálvese quien pueda no es lo que como sociedad debemos aspirar. El progreso de una sociedad se determina por el respeto a los derechos de los demás. Si no es así pareciera que en lugar de ir ascendiendo vamos descendiendo en la escala filogenética. Debemos reflexionar si estamos dejando de ser solidarios, una de las mayores virtudes humanas, y en lugar de eso nos estamos llenando de odio, a tal grado que hasta el sufrimiento de los demás nos satisface. No quisiera pensar que es así, y parafraseando a John Donne mejor decir: el sufrimiento de cualquier ser humano me afecta porque yo pertenezco a la Humanidad. Así debería ser.

Médico Psiquiatra.

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