Todos experimentamos el tráfico matutino de una manera o de otra. Ya sea que viaje en el sistema de transporte público o que se dirija a su lugar de destino matutino en su propio vehículo, el resultado suele ser descrito usualmente con dos cortas palabras: “un caos”.
Las causas de esos embotellamientos matutinos tienen muchas probables explicaciones: Ya no se viaja en un automóvil familiar, como solía hacer una generación previa, actualmente cada miembro de la familia suele tener su propio vehículo; el crecimiento del Gran San Salvador con personas que migran desde el interior hacia la ciudad y por supuesto la pobre cultura vial que hace que no se respeten las señales de tránsito, entre muchas otras. La solución de las causas, por supuesto deben hacerla los expertos del área vial: Ingenieros de carreteras, Arquitectos y Diseñadores Urbanos, los cuales están altamente capacitados para esa titánica labor.
Mientras tanto la solución para muchos ciudadanos, adultos, niños y adolescentes es sin duda, salir más temprano, lo que por supuesto implica despertarse más temprano aunque no necesariamente dormirse el día anterior “más temprano”. Y es precisamente con respecto a estos “cotidianos despertares más tempranos”, que se debe reflexionar debido a las consecuencias futuras de estas nuevas rutinas.
Una buena noche de sueño en cantidad y calidad, es el factor más importante para que tanto adultos, pero sobre todo niños y adolescentes mantengan sano el cerebro. Esto es especialmente importante en aquellos menores de 20 años. Antes de esta edad, el sueño no solo nos ayuda a sentirnos bien y estar de mejor humor, sino también a realizar funciones cerebrales básicas (leer, calcular o escribir) de una manera óptima. Recientemente el Doctor Olave Krigolson, Profesor de Neurociencias de la Universidad de Victoria en Canadá, presentó pruebas de que los adolescentes necesitan entre 8 a 10 horas de buen sueño para poder formar nuevos recuerdos (en otras palabras aprender nuevos datos escolares) y tener una “salud mental positiva”. Como si esto no fuera suficiente, también la falta de sueño se ha relacionado con una mayor frecuencia de episodios de ansiedad, ataques de pánico y depresión. En la edad de escolaridad primaria, es decir entre los 6 y 12 años el tiempo de sueño de calidad debe ser entre 8 y 12 horas.
Todos conocemos niños que se levantan entre 3 a.m. y 5 a.m. con tal de salir más temprano y así evitar los embotellamientos de tránsito matutino. Si siguiéramos los consejos de los expertos, ellos deberían dormirse entre 5 p.m. y 7 de la noche, para poder cumplir al menos con la cantidad de horas de sueño. Por supuesto, la calidad dependerá de una buena dieta, un ambiente familiar adecuado y ausencia de interrupciones en el sueño.
Además, como si lo anterior no fuera suficientemente perturbador, la Hormona del Crecimiento se libera en el cuerpo de los niños y adolescentes durante el día y la noche, pero durante los periodos de sueño nocturno, la producción suele ser el doble de la del día; esto hace que a esas edades los niños y adolescentes deban tener suficientes horas de sueño.
En resumen, el buen sueño en calidad y cantidad es una prioridad para la población, y no un problema de algunos pocos. Muchas generaciones de estudiantes “amanecían estudiando” un día antes del examen, parcial, privado o defensa de tesis, solamente para darnos cuenta de que los estudios en la actualidad indican que dormir bien antes de estos eventos es mucho mejor que “vigilias de estudio”.
La próxima vez que estemos en un embotellamiento de transito matutino, no solamente pensemos en lo tarde que llegaremos a nuestro trabajo o los niños a su escuela, reflexionemos en cómo podemos obtener mejor calidad y cantidad de sueño cada noche. Al menos así, evitaremos las complicaciones que a largo plazo tiene la falta de sueño en la salud, aun cuando los embotellamientos persistan en el futuro.
Médico y Doctor en Teología