Aun cuando el país está expuesto a que vengan la sexta, séptima, octava o las que sean oleadas de covid-19 pero ya no con las características de las primeras y empiece a crecer la grafica de la viruela símica, es necesario retomar el tumbo y no descuidar, mucho menos echar por la borda todo lo que se había ganado antes del inicio de la pandemia.
Hace un poco más de treinta años OMS propuso como meta: “Salud para todos en el año 2000” y se estableció como estrategia la “Atención Primaria de la Salud” (APS) como una respuesta a las condiciones de salud de la población de aquel entonces. Sin embargo, si analizamos ahora estas últimas, resulta fácil constatar que no solo se han mantenido sino se han sumado la creciente pobreza y marginalidad, la mayor contaminación ambiental, los nuevos problemas de salud, aparición y crecimiento del pandillerismo, la incorporación de nuevos estilos de vida poco saludables, etc. etc.
De lo dicho se desprende la necesidad de retomar el rumbo de la APS y agregar acciones más enérgicas en el marco de la Salud Publica. En otras palabras, ampliar, intensificar y profundizar la educación y promoción de la salud y mantener todos los programas de medicina preventiva que se venían desarrollando. Y como eje transversal de la estrategia, dirigir el quehacer médico primordialmente hacia los pacientes de bajo y mediano riesgo que representan aproximadamente del 75% al 80% del total de la demanda. En esta línea de ideas la responsabilidad mayor recae en el Médico de Familia y no en el especialista tratante que por cierto debería de utilizarse mejor en interconsulta referida debidamente protocolizada. De seguir en la dirección apuntada resalta el déficit de recursos humanos y naturalmente la ausencia de instituciones docente asistenciales debidamente acreditadas que cumplan las normativas de la educación medica moderna.
A estas alturas del siglo XXI ya es hora de abandonar la improvisación y sobre todo la creencia que los problemas de salud del país se van a resolver con legiones de médicos especialistas tratantes, gigantescos hospitales dotados con miles de camas y enormes cantidades de equipo médico de última generación tecnológica. Tan simple y anodino como dotar a todas las unidades de atención ambulatoria con centros quirúrgicos y gineco obstétricos y morgues por si fallece alguien. Mas estrafalario todavía creer que vamos a salvar vidas instalando unidades de cuidados intensivos (UCI) en todos los mercados, iglesias, centros comerciales, estadios y balnearios.
En materia de salud nuestra realidad es tan precaria que ante el reclamo de los pacientes citados sobre el largo tiempo que tienen que esperar para ser atendidos por el médico especialista el enfoque de solución tradicional siempre apunta a contratar mas profesionales. Al respecto llama la atención que las correspondientes jefaturas no salgan al paso y propongan un diagnostico del todo con el propósito de identificar cuellos de botella, áreas críticas, rigideces, duplicaciones, pasos innecesarios y otras dificultades en el sistema nacional de referencia y contrarreferencia, con la idea de fundamentar soluciones no alivios ni remiendos.
En el país el principal y tradicional centro hospitalario que se utiliza para el adiestramiento de recursos humanos en el área de la salud no es del tipo general como sería lo deseable, sino un hospital medico quirúrgico con una mezcla de elementos secundarios con uno que otro terciario, que funciona con sobresaltos a causa de la lipidia presupuestaria de larga data. En otras palabras, en las actuales circunstancias es un mito aspirar por instituciones especializadas de altos vuelos, es como disponer apenas para tortillas y frijoles y estar planeando consumir caviar, trufas y vino de $200.00 la botella.
En realidad la planeación de servicios de salud es materia compleja porque involucra muchas variables relacionadas y elementos intersectoriales, de ahí que los proyectos dirigidos a salvaguardar a los habitantes deben ser debidamente justificados para no caer en fracasos y despilfarros innecesarios. En términos generales se trata de cuantificar con unidades medibles qué es lo que hay, qué es lo que se necesita y dimensionar la brecha como insumo para formular las soluciones. Nótese que en estos asuntos no caben las corazonadas, las recetas sacadas de la manga ni los argumentos “por si acaso” o “por si se necesita”.
Hace aproximadamente medio siglo un emérito profesor de la Facultad de Medicina decía: “Mantener el control y la cabeza fría en momentos de apremio no significa ser insensible” y agregaba: “Precisamente en situación de emergencia es cuando se debe pensar con mas tranquilidad y discernimiento porque los errores siempre los pagan los pobres enfermos”.
Médico.