Nunca me cansaré de hablar sobre la salud mental en El Salvador. En el país más pequeño de Centro América se vive en un "ahora" donde el pasado poco importa, el futuro, menos; se vive en un torbellino que nos lleva a la nada sin embargo la salud mental de gran parte de la población atraviesa difíciles momentos, la salud mental de muchísimos salvadoreños se "recupera" a base de ansiolíticos, hipnóticos, otras drogas y el más común, el alcohol.
Basta salir un viernes por la tarde o noche y veremos restaurantes atiborrados de personas, y llama la atención que no solo veremos hombres sino mujeres dando rienda suelta a la tensión que se generó durante la semana, poco importa si serán multados, si tendrán un accidente de tránsito, eso poco importa; entonces tenemos a un país colapsado de adictos, que en la búsqueda de olvidar ese "ahora" tan duro, se embriagan de lo que sea.
Tenemos una población que gran parte del día la ocupa en trasladarse de un lugar a otro, son horas, ejemplo claro: tenemos empleados que viven fuera de San Salvador y deben levantarse a las tres o cuatro de la mañana para llegar a sus empleos, e igual sucede por la tarde, llegan a sus casas a las ocho de la noche y me pregunto ¿Cómo estará la salud mental de estas personas? ¿Cómo son sus relaciones personales y familiares? ¿Gozan de un buen estado de salud biopsicosocial? O apenas viven en ese "ahora".
El tráfico es de locos, aparte de demorar horas en llegar al trabajo y a los hogares, se vive una violencia en las calles donde el carro se convierte en un arma, entre más grande es el carro más agresivo se convierte el conductor.
Acostumbrados a rendir culto a la muerte en un país donde la muerte ha sido algo tan normal, no nos importa echarle el carro al otro, las motos hacen y deshacen y poco a poco el salvadoreño se llena de ira, rebalsa en furia y poco le importa las consecuencias de sus actos.
¿Cómo puede una madre de familia que ha pasado en el transporte colectivo casi seis horas tratar con gran cariño a sus hijos?
No la tiene fácil pues aparte de que tenemos una canasta básica cara, ya llevamos dos problemas a los hogares salvadoreños: el tráfico y el alto costo de la vida. La atención de la salud mental es cara y no se dispone de especialistas en las principales ciudades; es más, aunque hubiese un especialista en cada uno de los "262" municipios hoy 44 distritos no daría abasto para brindar una atención de calidad a toda esa población que no tiene acceso a la práctica privada, insomnios de por vida, depresiones, ansiedades y otros abaten a esta población.
Tenemos tantos estresores que parece que en la medida que el tiempo avanza, nuestras vidas son más caóticas y nada parece dar una respuesta a una salud mental totalmente quebrada. Vale la pena preguntarse ¿cómo hace una persona que adolece de algún trastorno psiquiátrico y que vive en un remoto cantón llegar a donde le brinden atención psiquiátrica?
Sencillamente no recibirá la atención médica que merece, se quedará en su hogar sufriendo en ese silencio, ya no solo será esta persona la afectada, sino su grupo familiar.
Es imperativo cuidar la salud mental. Se oye fácil, pero llevarlo a la práctica es casi imposible, y mientras, hogares totalmente afectados, se espera el fin de semana para sumergirnos en alcohol sabedores que en nada ayuda a nuestra salud mental; sin embargo, parece que ese "ahora" es lo que importa, darle rienda suelta a esa fatiga, el cansancio acumulado y el sin sentido a la vida pues una persona en una sociedad normal no viene a pasar ocho horas en un autobús ni debe despertarse a las tres de la mañana, manejar de madrugada para evitar ese tráfico violento e ir a dormir al parqueo de sus oficinas, mientras, llega la hora de empezar a laborar.
Médico.