Los trastornos mentales y emocionales se encuentran entre las condiciones que más afectarán a la población mundial en un futuro cercano. Actualmente están entre las diez primeras causas de morbilidad (enfermedad) pero esto no hará más que aumentar con el correr del tiempo y se estima que para el año 2030 los trastornos depresivos ocuparán el primer lugar como causa de enfermedad. La depresión puede ser un síntoma acompañante de otras afecciones como una enfermedad en sí misma. Tanto como síntoma o enfermedad no cabe duda que en el futuro esto llegará a convertirse en un sello característico de la condición humana.
Otra condición que ya es muy prevalente pero que aumentará de forma significativa es la ansiedad, que también puede ser un síntoma o formar parte de las afecciones conocidas como trastornos de ansiedad.
La depresión y la ansiedad ‒así de forma simplificada‒ se convertirán pues en dos entidades muy frecuentes y que afectarán a grandes sectores de la población mundial. Aunque depresión y ansiedad no son la misma cosa, están muy relacionadas y con frecuencia se les observa juntas. Es muy raro ver cuadros depresivos que no tengan un componente de ansiedad, y un estado crónico de ansiedad eventualmente provocará una depresión.
Además de ser condiciones muy mórbidas (que provocan mucho sufrimiento) la depresión y la ansiedad se asocian con otros problemas de salud serios, como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes y muchas otras patologías crónicas. La ansiedad y la depresión pueden afectar la respuesta inmune, asociarse con dolor crónico y ser causa de incapacidad temporal o de largo plazo. Aparte de los costos en cuanto a calidad de vida y salud general, la ansiedad y la depresión van a representar un impacto económico astronómico, que sólo para que se tenga una idea será similar a lo que costó la pandemia de covid-19. Con el agravante que no durará sólo 2-3 años.
Afortunadamente estas condiciones pueden tratarse y controlarse, lo que no significa que esto sea sencillo. Los avances en las neurociencias han permitido que cada vez se conozca más de los factores cerebrales que las producen y cómo es posible intervenir. Desde la perspectiva cerebral la depresión y la ansiedad están asociados en su base a alteraciones del Sistema Límbico, estructura que forma parte de lo que se conoce como cerebro primitivo. La ansiedad es pues una reacción emocional primitiva, y la inmensa mayoría de animales pueden presentarla porque también es un mecanismo defensivo y de autoprotección. En la escala filofenética también se observa depresión en algunas especies animales. Siendo reacciones emocionales básicas, con mucho componente químico, es posible controlarlas químicamente. De ahí surge el efecto de los medicamentos para el control y tratamiento de las condiciones depresivas y ansiosas. Con frecuencia es difícil comprender cómo un medicamento pueda mejorar una condición depresiva, pues estamos acostumbrados a pensar que la ansiedad y depresión son sólo el resultado de experiencias vitales negativas. Y así puede ser. Pero también es cierto que toda respuesta emocional tiene su base en reacciones electroquímicas cerebrales. Así estamos construidos y así funcionamos.
Es un hecho evidente que un medicamento no resolverá por sí mismo un problema financiero por ejemplo, al cual se puede atribuir la causa de una depresión o estado de ansiedad. Eso no lo hace. Sin embargo sí es posible que un medicamento modifique la perspectiva con que se ve el problema, y haga verse más clara una solución.
Médico Psiquiatra.