Por Una de las cosas que más me afectó durante la pandemia de COVID-19, aparte de las pérdidas humanas, fue el darme cuenta de la gran cantidad de mascotas que fueron abandonadas por sus dueños y dejadas a su suerte. Las razones principales para este acto de infinita crueldad fueron la potencial falta de alimentos para la familia y el temor de que los animales se contagiaran y transmitieran la enfermedad a las personas de la casa. Ninguno de estos temores resultó cierto; no hubo una escasez de alimentos realmente grave y las escenas de supermercados abarrotados fueron más la consecuencia de factores psicológicos que de auténtica escasez. Tampoco se advirtieron muchos casos de transmisión del virus de la mascota a sus dueños.
Lo que sí hubo fue una gran cantidad de personas que sufrieron cuadros de ansiedad y depresión, con sus consecuencias negativas sobre su salud física general. Tanto la ansiedad como la depresión son factores de riesgo cardíaco, elevan la presión arterial, suben los niveles de azúcar en la sangre e inducen a conductas no saludables. Además, bajan la respuesta inmune, un factor esencial para la efectividad de las vacunas y para la protección general.
Lo irónico del caso es que fueron precisamente las mascotas las que ayudaron a aliviar la angustia que se vivió y a hacer más tolerable los largos días de reclusión y de incertidumbre. Sin ninguna duda las mascotas contribuyeron a mantener la salud mental en esos difíciles tiempos y no sería exagerado decir que salvaron muchas vidas.
Las mascotas son unos excelentes aliados para nosotros los psiquiatras. El tener en casa un perro o un gato ayuda de forma significativa a aliviar síntomas depresivos y ansiosos. Las mascotas nos dan compañía, nos consuelan con su amor incondicional, nos quitan estrés y hasta nos incitan a la actividad física. Ayudan asimismo a aumentar la autoestima, nos mejora el sentido de organización y responsabilidad.
De acuerdo con observaciones médicas el sacar al perro a pasear por únicamente media hora consume 100 calorías, contribuyendo a ejercitar músculos, mover articulaciones, bajar el peso así como los niveles de azúcar, el colesterol malo y la presión arterial.
Las personas con enfermedades mental muy graves como esquizofrenia o trastorno bipolar se benefician de las mascotas al bajarles los niveles de estrés, promover su sentido del valor como personas y ayudar a organizar mejor sus vidas. En un estudio se determinó que las personas con estas enfermedades tendían a tomar su medicación de forma más regular si tenían una mascota.
En los niños con autismo o con déficit de atención las mascotas los vuelven más sociables y menos inquietos. También estimulan la mente de los niños con retrasos mentales. En las personas ancianas con mascotas se advierte una mejor calidad de vida y una mejor salud mental. Los perros, por ejemplo, al convivir con un anciano con demencia se convierten instintivamente en cuidadores, y alertan o previenen sobre peligros, ayudando significativamente a los cuidadores humanos.
Si es perro o gato, no importa, depende de los gustos y de las necesidades. Y adoptar o rescatar es siempre lo mejor, y se dará cuenta que no hay un ser más agradecido en el mundo.
Hace casi un año regalé a un paciente un gato que con otros colegas habíamos rescatado. Cada vez que lo veo me dice que esa mascota es el mejor regalo que le han dado en su vida.
Médico Psiquiatra.