El Salvador atraviesa uno de sus momentos más difíciles en la historia. Venimos de conflicto en conflicto, de violencia en violencia y nuevamente tenemos un tejido social que con tanto esfuerzo y sangre se logró construir, de eso ya no queda nada, y entonces ¿qué está pasando con la mente de todos los que hemos sufrido sea la violencia social de las guerras, la posguerra, la violencia del tráfico, la violencia laboral y tantos factores que generan un estrés que no se puede medir en la mente de un ciudadano.
Parece mentira en una sociedad machista que hablar de depresión sea algo que solo le puede ocurrir a los débiles, a los débiles de espíritu, a los débiles del alma, aquellas personas que no son fuertes, cuando sabemos que son enfermedades mentales que en primer lugar nadie quiere padecer ni tener a un pariente padeciéndolas, guardamos silencio.
Son enfermedades de las que se habla muy poco de ellas, se estigmatiza al paciente como depresivo. Mucha gente trata como loco a algún paciente que adolece de una enfermedad mental; como una persona que con poco se rinde, Cuando evaluamos las causas detenidamente de lo que puede causar la depresión son infinitas; por ende, este tema debería estar en la agenda nacional de salud para ser abordado como corresponde porque tenemos a una sociedad con altos índices de enfermedades mentales, que parece que no son graves porque no generan sangre ni una urgencia como lo es un accidente de tránsito, o una enfermedad que se nota, es por fuera, mientras la depresión corroe el alma, el espíritu, debilita, avanza, mata.
La depresión como tal no solo afecta a la persona que la sufre sino que afecta su núcleo familiar, a sus hijos, a su esposa, a sus compañeros de trabajo porque solo los que en algún momento han tenido un cuadro o un pariente que adolezca de depresión sabrán lo difícil que es lidiar con esta enfermedad y no poder responder el tan famoso ¿qué te pasa?
Winston Churchill le llamaba el perro negro debido a que cuando nuevamente presentaba algún episodio de depresión ni el más valiente aguanta luchar contra tal demonio. Es por eso que nosotros los salvadoreños comunes y corrientes debemos presta atención a aquellas señales que nos pueden llevar a un diagnóstico certero de presión.
Todos los que trabajamos y estamos en las trincheras y que vemos cara a cara al paciente que siempre anda en el correr de la vida poder siquiera escucharlo, detenernos por un momento siquiera para poder comprender que esta persona a veces llega por una dolencia muy aparte cuando la enfermedad de base es el daño que tiene totalmente en su alma, en sus ánimos, en sus fuerzas, en su fe.
Hacer un diagnóstico de depresión conlleva un seguimiento a la persona. Tenemos la salud mental olvidada, está engavetada en estos momentos pero pensemos cómo estarán los hogares de todas las personas que fueron detenidas sea justa o injustamente y que les entregaron un cadáver o aún no saben si están vivos o muertos.
¿Cómo están la mente, el ánimo, las fuerzas de una madre que tuvo que reconocer a una hija después de estar desaparecida por uno o dos años? ¿Qué va a pasar en el futuro cuando nadie haya dado en el blanco de que la salud mental es una caja de Pandora, como está el personal de salud?
La salud mental debe ser cuidada y tomada en cuenta. Como sociedad cortoplacista no reparamos que cada persona que tiene un problema, sea cual sea, puede ser presa fácil de este flagelo como es la depresión. Tristemente, se carga, pasan episodios y luego se vuelve a salir, se recae, se sale se recae, se sale, a veces se recae y es el suicidio una alternativa a esa pérdida de interés por vivir, por servir, por querer ser.
Con el tiempo se ha visto que ese estigma hacia la persona que adolece de una enfermedad mental, sea depresión, bipolaridad o las diferentes formas de depresión que existen cuando se descubre la dolencia suele ser tarde.
Entonces no nos queda más que darle la importancia, la atención y reconocer que la depresión no respeta. No tener vergüenza de reconocerla sea cual sea la causa que la origine.
Médico.