El dengue es una de las enfermedades más amenazantes y mortales qué puedan existir. El mosquito transmisor es casi invisible (Aedes Aegypti), no lo percibimos, no sabemos a qué hora nos pica, no lo vemos.
Recuerdo en el año 2015, cuando a la salida del fin de novenario de mi abuela, sentí una calentura súbita de casi 40 grados qué me atrapó, y después sobre vinieron unos malestares horribles de dolor de cuerpo y fuerte cefalea, acompañados de diarrea y descompensación.
Esa noche en el hospital General del ISSS andaba buscando un sitio donde acostarme en medio de sillas y pacientes. El malestar era insoportable y estaba a la espera de que una joven doctora con poca experiencia leyera los resultados de mis exámenes. Ella medio los leyó y me dijo que todo estaba en orden, se dispuso a recetarme en esos talonarios de papel periódico medicamentos para despacharme a casa.
De lo que no me había dado cuenta es de que un experimentado médico (qué Dios puso en el camino) me estaba analizando de lejos, se acercó a la novata doctora y le dijo:”Esperame un momento, déjame ver un asunto”, y le quitó los resultados. El experimentado doctor de emergencias del ISSS se fijó en un dato sumamente importante: Niveles de plaquetas. “Mira, los niveles de plaquetas están al límite, hay que ingresarlo de urgencia”. Entonces el médico ordenó me prepararán e ingresarán.
Recibí un trato digno en el ISSS. Recuerdo pusieron un mosquitero en la incómoda y fría cama de hospital, eso a toda luz era una señal de que estaba ingresado por den. En esos lugares no se puede dormir, siempre están las luces encendidas y el aire acondicionado a todo dar, pero es para observar a los pacientes, que hay muchos y por varias afecciones.
Por las mañanas pasaban los médicos a revisar los cuadros con unas carpetas metálicas donde anotaban aspectos importantes sin que los pacientes conocieran mayores detalles.
Uno de los días de mi hospitalización ordenaron que me hicieran una ultrasonografía abdominal, para ver si mis órganos no estaban sangrando. Ahí estaba el milagro: gracias a Dios no. Los demás días fueron de sueros, acetaminofén y observación hasta que por fin me dieron el alta, cuando las plaquetas llegaron a los niveles normales.
Me dieron el alta por la tarde. Era agosto de 2015. Había dejado de llover y yo aún salía y vivía un estrés pos traumático porque nunca había estado hospitalizado por varios días. Llegue a mi casa, mi familia me atendió, pero aún no encajaba en la realidad. Anímicamente aún no me sentía bien. Recuerdo un día, una buena vecina toca a la puerta y me lleva el famoso fresco de carao y me dice: “Intenta taparte la nariz por el olor fuerte, pero tómatelo, te va a subir las defensas”, y en efecto así fue.
A los días supe que todo el vecindario tuvo dengue. Se podría decir una epidemia. Llevé el certificado del alta a la unidad de Salud para que iniciarán el proceso de fumigación en el sector, que de hecho fue de inmediato, solo que nos pidieron el aporte económico para la compra de diésel.
Pase recuperándome. Aún el 15 de septiembre de ese año me sentía convaleciente y era obvio que había perdido peso.
Las lecciones aprendidas sobre esto es que es una enfermedad que en medio de descuidos o por la misma negligencia médica puede ser fatal. Ese año de 2015 fue seco, si tanta lluvia y con intenso calor como este 2023.
La enfermedad se pudo propagar, pero por las condiciones en las que muchos lugares, comunidades, colonias se vive, en el descuido de plantas con aguas estancadas, tragantes obstruidos, llantas en quebradas, botellas y latas tiradas en la calle o en arriates hacen qué este zancudo nocivo se reproduzca.
Solo basta que, unas cuantas gotas de lluvia caigan sobre una hoja, se estanque y se propicie un lugar perfecto para que se desarrolle el mosquito transmisor del dengue.
Limpieza, condiciones de cómo vivimos y como se manejan los residuos en nuestra comunidad son muy importantes, el incrementar las jornadas de reciclaje y limpieza se deben incentivar para evitar que el dengue se vuelva una epidemia como lo sugiere la ONU.
Invito al ministerio del Medio Ambiente y a las alcaldías principalmente la de San Salvador a coordinar una campaña con el ministerio de Salud, para incentivar a la población a limpiar y depurar objetos que puedan propiciar la propagación del zancudo del dengue.
No es fácil salir de esta enfermedad. Días después de mi hospitalización tuve sangrado de nariz y volví a consultar, pero eran secuelas del dengue hemorrágico que había padecido. No estaba en peligro.
En Twitter: @Chmendia.