Alexei Navalni no es el único prisionero político en Rusia, pero, sin duda, es el más célebre y al que más le teme Vladimir Putin. Tanto miedo le tiene el gobernante ruso, que pierde horas de sueño maquinando estrategias para neutralizar el reconocimiento internacional del que goza su máximo oponente y minimizar el impacto que tiene en la sociedad rusa el líder de una oposición que vive acosada por la política represiva del Kremlin.
Navalni, que lleva encarcelado desde 2021 sin juicios con las mínimas garantías procesales, permaneció en paradero desconocido durante más de dos semanas. Su desaparición de una cárcel de máxima seguridad a 235 kilómetros de Moscú se produjo a principios de diciembre y ni su familia ni sus abogados recibían información alguna sobre su paradero. Llegaron a temer lo peor. A fin de cuentas, el opositor, que en todo momento ha denunciado la corrupción rampante y la violación de derechos humanos bajo el gobierno de Putin, ya había sufrido un intento de envenenamiento en 2020. Desde su arresto hace dos años ha sido sometido a un trato inhumano que busca, cuando menos, quebrarlo física y espiritualmente.
A Putin y su entorno nada les gustaría más que deshacerse de una vez de la figura más incómoda para ellos porque, a estas alturas, la suya es una cause célèbre, lo que, a su vez, les dificulta eliminarlo sin que ello tenga consecuencias. Tras semanas de angustia y denuncias por parte de diversos grupos en defensa de los derechos humanos, finalmente se supo dónde estaba Navalni: después de un largo traslado por rutas que al propio preso le parecieron desconcertantes, fue llevado a una colonia penal en Siberia, situada al norte del Círculo Polar Ártico. La prisión, conocida como Lobo Polar, está en una zona con hielo perenne. Por si fuera poco, las condiciones en las que viven los reos son deplorables, incluyendo, según testimonios de quienes han sobrevivido a este complejo carcelario, torturas y golpizas.
Poco antes del traslado, desde la Fundación Anticorrupción que dirige Navalni se lanzó una campaña denunciando la intención de Putin de perpetuarse en el poder si se presenta a la reelección en marzo de 2024. Era algo que el mandatario ruso pensaba anunciar y, desde el presidio político, su adversario dirigió la operación, alertando a la población de lo que significaría que se mantuviera en el Kremlin, hasta al menos 2030, el dirigente que los ha llevado a una guerra con Ucrania que parece no tener fin y que es producto del delirio imperial del presidente ruso. El castigo por esta audaz acción no se hizo esperar: ahora Navalni es un preso más en esta colonia penal que se inauguró bajo Stalin como parte de la extensa red de Gulags que el estalinismo estableció para encerrar y diezmar a quienes se atrevieran a disentir del sistema comunista.
Además de su astucia política y su inmensa capacidad de resistencia, Navalni esgrime otra arma poderosa que no posee Putin. Hasta en los momentos de mayor adversidad ha exhibido una afilada ironía. Por medio de la red social X (antes Twitter), ha manifestado que se siente como Papá Noel en calidad de habitante del Polo Ártico. No le ha faltado el “Ho, ho, ho” en plenas fiestas navideñas que brillarán por su ausencia en un presidio cercado por temperaturas inclementes que hacen de su estancia en ese agujero remoto el más cruel de los cuentos de Navidad.
Mientras Navalni libra esta batalla contra el autócrata Putin, este diciembre se cumplieron cincuenta años de la publicación de la primera edición de Archipiélago Gulag, la obra cumbre de Aleksander Solzhenitsin que le desveló al mundo los horrores del Gulag político soviético que el Premio Nobel de Literatura sufrió en sus propias carnes. Cuando las dos primeras partes de aquel monumental trabajo fueron editadas en ruso en París –poco después se tradujeron a varios idiomas– fue toda una sacudida en las conciencias de tantos que habían justificado una Revolución que acabó en una larga y cruel dictadura colectivista. En 1974 Solzhenitsin fue desterrado de su país y no pudo regresar hasta 20 años después.
Es un buen momento para recordar la importancia de Archipiélago Gulag porque a la vista está que en Rusia gobierna un déspota que se lleva por delante a enemigos grandes y pequeños. Alexi Navalny ahora pasa sus días y sus noches en el temido Lobo Polar. Solzhenitsin le dedicó su libro a “todos aquellos a los que no les alcanzó la vida para contar esto.” Ojalá Navalny llegue a contar en libertad todo lo que le ha tocado padecer bajo el mandato implacable de Putin. [©FIRMAS PRESS]
*Twitter: ginamontaner