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El Salvador, un país secuestrado por las pandillas

Los pandilleros no son ni serán una fuerza militar y mucho menos una fuerza política con la cual se pueda dialogar.  Representan grupos criminales organizados que el Estado debe desmantelar y derrotar para poder crear una nación tranquila, próspera y de justicia en El Salvador.

Por Carlos E. Vela
Ingeniero científico

En la primera y segunda parte cuestionamos si nos encontramos ante un pacto de gobernanza entre el gobierno del presidente Bukele y las pandillas, como asevera el tanque de pensamiento Global Americans.  Además argumentamos si el actual Estado de Excepción y ola de violencia puedan ser una maniobra de cuatro rieles que le permiten al presidente Bukele declarar el Estado de Excepción que le sirve para 1- lanzar una persecución de mareros que están fuera del pacto de gobernanza; 2- intervenir en la lucha entre pandillas; 3- infundir miedo en la prensa, la oposición y sociedad civil; y 4- como forma de distraer a la población del cúmulo de malas decisiones que ha tomado que se están convirtiendo en una crisis socio-político-económica y financiera.

El Salvador vive un estado de inseguridad que impacta la tranquilidad ciudadana.  El crimen organizado de las pandillas (extorsiones, rentas, narco tráfico, robo de furgones, etc.), y peor aún el pacto de gobernanza del actual gobierno Bukele con las pandillas permea una situación de desasosiego e inseguridad en la población.  En las palabras de una joven que diariamente utiliza el transporte público “una no sabe cuándo le puede tocar”.   Además, el clima de violencia permanente impacta el quehacer nacional y se han convertido en uno de los mayores obstáculos para el crecimiento económico y el desarrollo del país.    Es esta imprevisibilidad en la vida, acoplada con una falta de estrategia y determinación para resolver esta situación de parte del gobierno, y la publicidad amarillista sobre la violencia y las pandillas ha generado un estado de psicosis de inseguridad en los sectores mayoritarios de la población que no permite dimensionar el problema adecuadamente y desarrollar un plan de solución efectivo.

Aunque existen en El Salvador muchas manifestaciones del crimen organizado, las pandillas se han convertido en una amenaza terrorista contra la población, entendido el terror como acciones violentas cuyo objetivo es crear una situación de zozobra y control psicológico sobre la población, y desestabilizar e infiltrar al Estado. Esta situación amerita una política y un plan de acción que firmemente le cierre los espacios al accionar pandilleril, y que conlleve a su desarticulación y su derrota.

El quehacer diario de los pandilleros se enfoca en infundir temor, en generar una cultura de violencia, en maltratar y humillar mujeres, en irrespetar las tradiciones de la población e irrespetar la autoridad de las personas mayores. Es una cultura que además de violenta promueve la idea que el dinero se puede obtener de forma ilícita a través de la renta, el robo, la extorsión, la toma ilegal de viviendas, el mercado de las drogas, a lo que hoy se añade las prebendas del Estado.  Donde el consumo de drogas y de alcohol, el crimen, la violación de derechos humanos y las amenazas es parte de su quehacer diario.  Una cultura que trastorna toda regla normal de convivencia, donde los mayores y sabiduría tienen la autoridad, por una nueva cultura donde jóvenes criminales, inmaduros, llenos de odio y falta de respeto a la vida pretenden controlar la sociedad y cogobernar el país.

Los pandilleros no son ni serán una fuerza militar y mucho menos una fuerza política con la cual se pueda dialogar.  Representan grupos criminales organizados que el Estado debe desmantelar y derrotar para poder crear una nación tranquila, próspera y de justicia en El Salvador.

Presentar el problema pandilleril como excesivamente complejo y difícil de resolver es una posición errada y pesimista, Si hay voluntad firme de enfrentar el problema y se estudia correctamente se puede atajar en un año y desmantelar en otro más.

RAÍCES CAUSA DE LA VIOLENCIA ENDÉMICA EN EL PAÍS

El Salvador, desde que el país declaró su Independencia, ha sufrido violencia.  Esta violencia ha tenido diversas manifestaciones: violencia institucional (uso de la fuerza para controlar la población y mantener el statu quo), violencia político-militar (represión política, escuadrones de la muerte, guerrilla, etc.), violencia insurreccional, violencia social (domestica e interpersonal), violencia criminal y violencia callejera.  Todas estas formas de violencia tienden a retroalimentarse y generan un clima de zozobra en la ciudadanía. Aun antes de la Conquista, los sacrificios y guerras por rehenes para sacrificar, ya engendraban una futura situación de violencia.  En Tenochtitlan, para la inauguración del templo mayor ubicado en el actual Zócalo, se sacrificaron miles de seres humanos.  Esta violencia del estado fue sustituida por una fuerza extrajera que también la practicaba como fuente de poder político-religioso: la Inquisición, donde seres humanos fueron enviados vivos a la hoguera.

Surgimos como un país donde la dignidad humana era y continúa siendo rutinariamente atropellada y donde las iniquidad socio-económica es extrema.  La violencia es persistente, ubicua y en muchos casos organizada, incluso por el Estado.  La violencia es un factor que aumenta y acentúa la pobreza.

En la actualidad, la violencia inhibe la inversión económica, coarta la movilidad económica, y crea una situación de parálisis socio-económico, y por ende afecta negativamente el desarrollo social y económico nacional.   El resultado es un ciclo enmarañado donde la pobreza constituye un crisol (caldo de cultivo) en donde crece y se propaga la violencia y en donde la violencia acentúa la pobreza.  Cabe mencionar que para 1970, El Salvador ya era uno de los tres países con índices de violencia más altos en el mundo.

El antecedente inmediato del incremento de la violencia y el surgimiento de los pandilleros organizados en El Salvador es el producto de una guerra civil cruenta que no eliminó la pobreza ni la discriminación social.

En El Salvador, una paz negociada que no resolvió los problemas de exagerada inequidad económica, social y educacional y la extrema pobreza, a lo que se agregó la impunidad ante los asesinatos de Monseñor Romero, secuestro y asesinato de los empresarios Roberto Poma y  Mauricio Borgonovo, asesinatos de los rectores Carlos Alfaro Castillo y Félix Ulloa de la UES; padre Ellacuría de la UCA, padre Ricardo Cortez, del seminario San Óscar Arnulfo Romero;  asesinatos de incontables religiosos, maestros, sindicalistas y estudiantes; y de la violación generalizada de los derechos humanos, donde pueblos enteros, como El Mozote,  fueron arrasados.  Se estima que más de 70,000 civiles fueron mayoritariamente asesinadas por las fuerzas de seguridad, el ejército y los escuadrones de la muerte.  De estas matanzas no se puede eximir al FMLN que mató alcaldes y miembros de Orden, y causó la matanza de Mayo Sabrián en San Vicente, tal vez la mayor matanza durante la guerra civil, la cual se reporta se dio con el consentimiento y/o como línea política de paranoia de altos dirigentes del FMLN.  Más de un millón de salvadoreños tuvieron que abandonar pueblos enteros y desplazarse o huir como refugiados hacia los EEUU y Honduras.  Quedó roto así el frágil tejido familiar y comunitario en El Salvador, el cual ha sido reemplazado en ciertos lugares por una red social de pertenencia que ofrecen las pandillas.

La razón principal por cual las pandillas han  podido enraizarse en ciertas zonas es la falta de presencia del Estado.  Un Estado que ha sido/es incapaz de proveer eficientemente los servicios públicos a toda su ciudadanía.  Históricamente, la ausencia de poder como instrumento de seguridad en todo el territorio conllevó al surgimiento de poderes locales con bases en la violencia y el temor, conocidos como el caciquismo, el bandolerismo, los cuatreros y hoy día las pandillas.

EXPERIENCIAS DEL SIGLO PASADO

A principios del Siglo Veinte, El Salvador sufrió un período casi incontrolable de violencia criminal.  Bandas de cuatreros controlaban zonas enteras y para trasladarse de un pueblo a otro había que hacerlo en caravana o bajo escolta.   La delincuencia en sus diversas manifestaciones: robos de ganado, asaltos a mano armada, homicidios (a machetazos o balazos), violaciones de mujeres etc. imperaba en muchas partes del país. La violencia criminal amenazaba la tranquilidad en las plantaciones y los cafetaleros le exigieron al gobierno del Dr. Manuel Enrique Araujo una solución inmediata.  Originalmente se establecieron fuerzas de tarea del ejército para combatir la violencia criminal.  Pero el ejército no estaba preparado para combatir el crimen.  En 1912, bajo la Secretaría de Gobernación, se estableció la Guardia Nacional (GN), en semejanza y con una doctrina derivada de la Guardia Civil española.  En 1914, la GN pasó a depender del ejército como fuerzas especiales bajo el mando de un militar, pero mantuvo su doctrina propia.  Ante el auge sindical que existió en los años previos a la insurrección de 1932, la GN se convirtió en un a fuerza de represión y durante la matanza que se desato después de la derrota del levantamiento, fue la fuerza que más asesinatos se le atribuyen.  Desde entonces la GN mantuvo una dualidad de cometido: ser una fuerza de control del crimen y una fuerza de represión.  Durante la guerra con Honduras y la guerra civil fungió también como fuerza militar.

Resultados de la Guardia Nacional

  • Logró desarticular a las bandas de cuatreros y fungió como fuerza de seguridad pública.
  • Se convirtió en una institución temida por los delincuentes y de seguridad para la población civil. Su simple presencia era respetada.
  • Se convirtió en un instrumento de represión política contra los sindicatos y organizaciones políticas de oposición.
  • En 1932, fue una de las fuerzas principales en la masacre de 30 mil salvadoreños.
  • Fuerza represiva por excelencia hasta 1992 que se firmaron los Acuerdos de Paz.
  • La Guardia Nacional, aun siendo parte del ejército, tenía un alto grado de independencia de las estructuras militares en su quehacer operativo como fuerza de seguridad y represiva.

Como consecuencia de los Tratados de Paz se disolvió la GN; sin embargo, no fue sustituida por una guardia civil como lo fue la Policía Nacional.  Este vacío de poder fue remplazado por las maras.

Lecciones de la Experiencia de la Guardia Nacional

Organizativas: El crimen organizado hay que atacarlo con fueras especiales, con su propia doctrina, dedicadas específica y únicamente para ello.

Político: No puede permitirse que estas fueras especiales adquieran características de fuerzas militares o fuerzas dedicadas a la represión política, social o sindical.  Tienen que estar bajo un mando civil con supeditación orgánica al poder político.

Seguridad Pública:  El desmantelamiento de la Guardia Nacional creó un vacío en materia de seguridad pública que no fue llenado adecuadamente. Esta debió haber sido remplazada por una guardia civil.

Treinta años después de logrados los Acuerdos de Paz, El Salvador se encuentra secuestrado por las pandillas, hoy ampliadas por lo que se ha denominado como pacto de gobernanza con el gobierno de Bukele.

Es necesario derrotar políticamente este gobierno-pandilla antes que el país se convierta en un Estado-pandilla como pronostica Global Americans.

Ingeniero-Científico salvadoreño-americanoDesde Washington, DC.

 

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Estado De Excepción Opinión Pandillas Regimen De Excepción

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