En tiempo de campaña vemos siempre muchas promesas. Con los años en las ciudades han ido mejorando, en lo rural aún vemos los regalos tradicionales, que a pesar de criticar esa vieja forma de hacer política, el oficialismo la mantiene.
Las elecciones del 2024 sin duda alguna serán históricas. La reelección presidencial no se había dado después que Maximiliano Hernández Martínez gobernó 13 años y fue derrocado de la Presidencia por una huelga de brazos caídos. La historia salvadoreña ha dicho que la reelección es solo para consolidar dictaduras, en contextos centroamericanos no es muy diferente, Nicaragua es el reflejo de la consolidación de dictaduras.
El Salvador es un pueblo despojado de sus tierras, de sus recursos naturales, mutilado de memoria y perseguido por su ideal de libertad. Han llegado gobernantes jóvenes y adultos mayores, pero ninguno le ha solucionado la utopía de libertad. Le han arrebatado lo más preciado que un pueblo pueda tener: memoria y educación.
Hoy, nuevamente, nos encontramos ante las puertas de escuchar, una vez más, quién es más valioso y quién es el “menos peor” para elegir. Este diciembre cumplo 31 años de edad y en mis planes de vida no estaba empezar mis 31 años en medio de una consolidación de una dictadura. Y mucho menos, en manos de un montón de mesías, prometiendo ser él más valiente que el otro, pero en el fondo con cero proyectos políticos, que ni me responden a mis necesidades como ciudadana, ni a las necesidades de todo un pueblo que lleva siglos esperando a que sí generen un cambio y un progreso. Todas las personas que nacimos o somos salvadoreñas seguimos esperando una “democracia”.
Hay un montón de opciones, pero todo más de lo mismo. Es muy difícil escribir estas reflexiones porque me cuestiono lo que aporta y lo que no a la oposición. Pero hoy lo hago porque a mis 31 años no quiero seguir eligiendo por el “menos peor”, por él que más se pelea, el más “salvador”. Eso solo me ha dado desilusión tras desilusión. Mi responsabilidad es seguir aportando desde mi lugar de activismo, es lo que todas las personas organizadas necesitamos hacer. Este es un llamado a una reflexión profunda, para la construcción de un proyecto político de país, y si ya se está haciendo, les felicito. Es momento de trascender de un proyecto electoral a un proyecto de país.
Los mesiánicos desaparecen luego de las elecciones o se quedan en el poder como el actual presidente de la República. Ni la vieja casta ni la “nueva” casta política están proponiendo algo nuevo, solo una planilla para que al final terminemos rectificando una democracia que le da legitimidad a un dictador por medio de una elección popular.
Quiero finalizar esta columna haciendo un llamado a todas las personas que nos sentimos sin opción o ilusión, a construir desde donde estamos. Las reflexiones no solo se hacen en grandes salones, también las podemos hacer en nuestro trabajo, en la casa, en la tienda, en el bus o en nuestras redes sociales. Es momento de que las estrategias de sobrevivencia no solo sean para los que pueden salir del país, sino para pensar para todas esas eternas víctimas, y no solo en los que se hacen llamar “valientes”.
Activista feminista