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La pólvora y nuestra responsabilidad

¿Esperamos que sea un Estado el que nos diga qué es bueno, qué es malo y qué es feo? Estamos totalmente equivocados, pues es responsabilidad de cada padre de familia velar por la seguridad de los suyos, y a pesar de que cada año las tragedias marcan a tantos hogares salvadoreños parece que no aprendemos.

Por Ricardo Lara
Médico

Estamos a pocos días de conmemorar el Nacimiento de Jesús, la Navidad y el fin de año. En una sociedad consumista, donde damos rienda suelta a lo que pase por nuestra mente y creyendo agradar a los nuestros, es la pólvora quizá una tradicion que no debe morir, sin pensar las consecuencias que ella conlleva.


Sé de alegrías en los hogares salvadoreños, pero también conozco decenas de casos de dolor y sufrimiento que la pólvora deja en los hogares salvadoreños.


¿Esperamos que sea un Estado el que nos diga qué es bueno, qué es malo y qué es feo? Estamos totalmente equivocados, pues es responsabilidad de cada padre de familia velar por la seguridad de los suyos, y a pesar de que cada año las tragedias marcan a tantos hogares salvadoreños parece que no aprendemos.


No considero una lucha perdida remarcar cada año un tema que parece trivial; sin embargo, con tal que una familia salvadoreña recapacite y que tan solo un niño no sea víctima de la pólvora, me doy por satisfecho.


Las fiestas navideñas se visten de dolor y luto cuando la mezcla de alcohol e imprudencia rebalsa. Recientemente la sociedad salvadoreña vivió una tragedia cuando dos empleados de una cadena alimenticia que cada año regala alegría al país se vio envuelta en algo tan doloroso. Estamos hablando de personas profesionales en el manejo de la pólvora y aun ellos se vieron envueltos en una tragedia.


¿Qué puede suceder a un padre envalentonado por el licor que deja a su hijo a la buena de Dios? No logro entender cómo, a pesar de los avances que el mundo da a pasos agigantados, nuestra esencia no cambia; seguimos en ritos y tradiciones que a pesar de conocer los efectos adversos poco importan. Y como padre, lo último que deseo es ver a mi hijo en una unidad de cuidados intensivos a consecuencia de una grave quemadura.

La Navidad es un momento de profunda reflexión, de vivir tal época evocando el nacimiento y vida de Jesús. No es un tiempo para darle rienda suelta a nuestros más primitivos deseos, donde priman los excesos en todo sentido.


Debo señalar que el Estado debería lanzar campañas educativas con las que se prevenga la tragedia que conlleva el mal uso de la pólvora. No se puede restringir su venta, pues hay miles de personas que logran apenas llevar algo a sus hogares con la venta de tal producto; el país vive una situación económica grave y no es culpa de un vendedor que un niño resulte con graves quemaduras, sino es responsabilidad del padre, que no aprendiendo las lecciones que cada año deja el dolor de que nuestros hijos resulten afectados por la pólvora, repite el drama.

Cada año intento llevar estas líneas a los hogares salvadoreños. Sé que poco importa.No entiendo ese afán de quemar el dinero y tristemente, poco reparamos en entender el dolor que el mal uso de la pólvora causa en las entrañas de un hogar salvadoreño.


Es la educación la base de todo, no es la sanción ni prohibir la venta sino que cada hogar debe velar por el bienestar de sus hijos y no ser frías estadísticas en un hospital que, cada año se repite la historia. Grandes médicos que lucharon por evitar las tragedias que la quema de pólvora ocasiona ya fallecieron. Recuerdo al eminente doctor Roberto Bonilla con su deseo de una unidad de cuidados intensivos de primer mundo en el Hospital Bloom. Esperaría ya sea una realidad pues de los fondos que llegan a FOSALUD por el impuesto a la pólvora y municiones se dejó destinado un fondo a finales del 2008. Sé que muchos médicos siguen sus pasos.

Es imperativo, pues, como dije al inicio de esta columna, con tan solo una familia que reflexione y evite que uno de los suyos no sufra ni tan solo un rasguño, me doy por satisfecho.


Soy padre, no soy ajeno a un hogar salvadoreño y como médico deseo que estas fiestas prevalezcan la paz, la armonía y que poco a poco valoremos más a los nuestros, tema aparte pues en una sociedad que se agrieta día a día no queda más que apelar a la educación.

Mi mayor anhelo es que no haya ni un tan solo niño, ni adulto quemado.


Termino reflexionando y ante la nueva ley de sancionar a quien bote basura, ¿cómo se aplicará con toda la basura que causa la pólvora? Esto sin mencionar la contaminación ambiental que esto genera.

Médico.

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