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Una diferencia clave

No todo “olvido” indica Alzheimer. Vamos a ver cuál es la diferencia entre la falta de atención y los olvidos, y en qué circunstancias hay que preocuparse, o mejor que eso, cuándo buscar ayuda.

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

Cuando se llega a cierta edad comienzan las preocupaciones sobre la integridad de las funciones cognitivas. Las personas empiezan a quejarse de que olvidan cosas: dónde dejaron las llaves, en qué lugar del estacionamiento del centro comercial parquearon el carro, si se tomaron o no el medicamento para la presión arterial. Cuando este tipo de situaciones ocurren viene la duda y el temor de que el Alzheimer está ya asomando su cabeza. Los más nerviosos llegan hasta a imaginarse que terminarán como la vecina de noventa y cinco años que ya no reconoce a los miembros de su familia y que habla con parientes que murieron hace cincuenta años. Pero no todo “olvido” indica Alzheimer. Vamos a ver cuál es la diferencia entre la falta de atención y los olvidos, y en qué circunstancias hay que preocuparse, o mejor que eso, cuándo buscar ayuda.

Imagínese que usted va a un centro comercial y al salir no recuerda dónde estacionó su vehículo. Pueden haber pasado dos cosas, la primera es que usted entró al centro comercial con la intención de pagar el recibo de la luz, comprar un regalo para el cumpleaños de su sobrina, buscar unos zapatos para una boda a la que le han invitado, comprar latas de comida para su gato y cambiar un cheque en el banco. Entra con la cabeza llena de cosas por hacer y además va pensando en qué orden le resultará más conveniente. En este caso lo más probable es que usted no se fijó dónde parqueó, que es diferente a haberlo olvidado; es una falla de la atención, no de la memoria. Episodios de este tipo nos ocurren muy frecuentemente y no deben ser causa de preocupación. Algo así me ocurrió hace algunos meses cuando entré a una panadería, escogí el pan, pagué con un billete de veinte dólares y simplemente me fui, sin el pan y sin esperar el cambio. Al poco tiempo me di cuenta de mi “olvido” y regresé a la panadería haciendo esfuerzos por inventar alguna mentira creíble que aliviara mi vergüenza con la cajera. Como soy de naturaleza distraída concluí que lo que ocurrió fue que entré a la panadería en modo “zombi”, con mil cosas en la cabeza.

La otra posibilidad es que usted realmente haya olvidado dónde estacionó su vehículo y el evento haya sido un problema de su memoria. Aquí la cosa es un tanto más compleja pero aún puede ser algo benigno. Es cuando los olvidos de cosas recientes se van haciendo muy frecuentes que hay que ponerles atención. La Ley de Ribot fue descrita hace muchos años por un científico francés que se dio cuenta que sus pacientes con demencia tendían a recordar bien hechos antiguos, pero les costaba mucho o simplemente no podían recordar hechos recientes. Las personas con Alzheimer, que es la demencia degenerativa más frecuente, suelen olvidar lo recientemente acontecido y a repetir lo que han hecho. Piden el desayuno cuando ya han desayunado, llaman a su hija por teléfono varias veces para preguntarles lo mismo, sacan a pasear al perro cuando lo hicieron hace un par de horas. Cuando la condición empeora los olvidos son más globales y evidentes. Se producen asimismo alteraciones de la abstracción y la persona tiene problemas para entender las frases en doble sentido, las ironías y los chistes. Se desarrolla un pensamiento concreto. Es aquí cuando conviene buscar ayuda.

Médico Psiquiatra

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