Habría que tener horchata en lugar de sangre en las venas para no indignarse con los casos que como psiquiatras vemos en los consultorios o los hospitales, o como ciudadanos nos enteramos en los diversos medios de comunicación sobre episodios de violencia doméstica, la mayoría ejercida por hombres contra sus esposas o compañeras de vida. Muchos de estos casos terminan con lesiones graves o incluso con la muerte, o con víctimas destruidas psicológicamente después de años de maltrato. En Psiquiatría llamamos trastorno por estrés postraumático a una serie de síntomas graves, que van desde depresión o ansiedad hasta fobias, conductas evitativas, pesadillas recurrentes y recuerdos constantes y vívidos de las experiencias traumáticas sufridas. Contrario a lo que se cree, en estos casos los síntomas no desaparecen cuando las víctimas se apartan del maltratador. Los síntomas persisten por años y son raros los casos en los que después de la separación se pueda decir “y vivió feliz para siempre”.
Mencioné anteriormente que en la mayoría de los casos de violencia doméstica la agresión es de hombres contra mujeres. Así es en la mayoría, pero no en todos. Existen casos también de violencia de mujeres hacia hombres, que tienen elementos singulares pero que no dejan de ser espeluznantes.
Todos los seres humanos tenemos un instinto agresivo y el potencial de conducta violenta. La diferencia entre personas está en qué tanto control se tiene sobre este instinto, hacia quiénes se dirige y las situaciones que lo provocan. El potencial agresivo no es exclusivo de hombres, y hay mujeres extremadamente agresivas a quienes no les va a desaparecer esta característica sólo por el hecho de entrar en una relación marital. En la práctica psiquiátrica clínica y especialmente en la Psiquiatría Forense se ven casos de mujeres físicamente violentas o, más comúnmente, mujeres que no son agresivas físicamente pero que manifiestan su agresividad en acusaciones falsas, victimización fraudulenta, manipulación a los hijos y conducta litigante en el sistema judicial y otras instituciones.
Las cosas no son fáciles para los hombres que son víctimas de este tipo de agresiones pues las leyes contra la violencia de género se han llevado a tal extremo que, contrario a la doctrina jurídica, en los casos domésticos todo hombre es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Existen jueces que simplemente no conciben que puede haber violencia de la mujer hacia el hombre y se parcializan de entrada. En otros casos el sesgo no es por convicción sino por temor, temor a que se les juzgue prohombres. Por esta situación hay muchos hombres presos, acusados de lesiones graves, intentos de homicidio, abuso sexual a sus cónyuges o hijos, que jamás hicieron nada. Tremenda injusticia pues no hay peor injusticia en este mundo que un inocente en prisión. Afortunadamente hay también muchos jueces a los que la experiencia les ha ayudado a ver el árbol dentro del bosque. También el hecho de tener hijos varones ayuda en este sentido.
Hace algunos meses me regalaron el libro Algunos hombres buenos, de Quico Alsedo, periodista español que expone casos dramáticos de este tipo de violencia. Sin duda una lectura obligatoria para los que trabajan en las áreas del Derecho y para los profesionales de la salud mental. Otra recomendación a mis colegas es que en conflictos familiares siempre escuchen también la versión del otro cónyuge.
Médico Psiquiatra.